[76] En el tomo correspondiente de la obra dirigida por Cánovas del Castillo tampoco parece haber duda: «Se había sabido, sin género alguno de duda, que de poco tiempo á aquella parte habían consultado á los otros hebreos que habitaban en las regiones ultramarinas, para que se pusieran de acuerdo con ellos y en contra de los cristianos, acelerando de este modo el tiempo de su perdición», A. Fernández Guerra, E. de Hinojosa y J. de Dios de la Rada y Delgado, Historia de España desde la invasión de los pueblos germánicos, vol. 2, p. 136,
[77] Menéndez Pidal sostenía: «Ahora Egica en 694 denuncia al concilio XVII que los judíos de España se habían puesto de acuerdo con los de la Mauritania, conspirando en favor de una usurpación del trono, y una vez más fueron castigados severamente», en Introducción a R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, España visigoda, vol. 3, p. LI.
[78] J. Vives (ed.), Concilios, p. 535.
[79] «Puesto el cetro en manos de Rodrigo, y viendo revuelto y desconcertado el reino, instigarían de nuevo a los musulmanes y aun se ofrecerían a ayudarlos a derrocar el poder de los godos», M. Lafuente, Historia, vol. 1, p. 542.
[80] En la obra auspiciada por la Real Academia de la Historia podemos leer: «Se ha escrito mucho en contra de los judíos porque favorecían la invasión y aun la ayudaban; pero esto se explica fácilmente recordando la persecución de que eran objeto en los últimos tiempos de la dominación goda, situación de opresión y miseria que les hacía volver la vista hacia la revolución triunfante, esperando de ella mejores días […] No es de creer que tuvieran el proyecto de entregar la nación a gentes que los trataban con más desprecio aún que los cristianos, como los tratan todavía y los tratarán probablemente siempre unos y otros, a pesar de todos los afanes de los semitas, sino de mejorar su condición, aprovechando el momento oportuno que se les presentaba de vengar ultrajes y persecuciones seculares», A. Fernández Guerra, E. de Hinojosa y J. de Dios de la Rada y Delgado, Historia de España desde la invasión de los pueblos germánicos, vol. 2, p. 215.
[81] Ibid., p. 215.
[82] R. Menéndez Pidal, Introducción a R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España. España visigoda, vol. 3, p. LI.
[83] J. de Mariana, Historia, vol. 1, p. 306.
[84] Ibid., p. 307. Las palabras que el jesuita atribuye a Jiménez de Rada sobre la toma de Toledo distan de ser ciertas, ya que el arzobispo expone que, cuando Tarik llegó, «la encontró casi sin habitantes, pues muchos habían huido a Amaya, otros, a Asturias y otros, a las montañas. Entonces Tarik guarneció la ciudad con los árabes que llevaba con él y con los judíos que había encontrado allí», R. Jiménez de Rada, Historia, III, XXIIII.
[85] Ibid., p. 307. En esto sí coincidirá con el Tudense, Crónica de España, J. Puyol (ed.), Madrid, Real Academia de la Historia, 1926, III, LXVII.
[86] Ibid., p. 307.
[87] Y. Yovel, The Other Within, p. 10.
[88] E. A. Thompson, Los godos, p. 412.
[89] Y. Baer, Historia de los judíos, pp. 21-22.
[90] L. A. García Moreno, Los judíos de la España antigua, Madrid, Rialp, 2005, p. 148; C. Sánchez-Albornoz, Orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias, vol. 1, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1972, p. 184.
[91] N. Roth, Jews, Visigoths and Muslims in Medieval Spain: Cooperation and Conflict, Leiden, Brill, 1994, p. 34.
[92] Y. Baer, Historia de los judíos, p. 22.
[93] J. Pérez, Los judíos en España, Madrid, Marcial Pons, 2005, p. 31.
[94] F. Bravo López, «La “traición de los judíos”. La pervivencia de un mito antijudío medieval en la historiografía española», Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección de hebreo 63 (2014), p. 33.
[95] Ibid., p. 35.
[96] Y. Yovel, The Other Within, p. 10.
IV
DE TRAIDOR AL REY A HÉROE NACIONAL: LA FIGURA DEL CID EN LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA[1]
En el siglo XIV Dante Alighieri escribió una de las obras fundamentales de la literatura italiana y universal; un poema estructurado en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso[2]. Dante dividió el Infierno en nueve círculos que alojaban en su interior diferentes tipos de pecadores. El noveno círculo, esto es, la parte más profunda, cubierta por un lago helado llamado Cocito, albergaba a los traidores. Dentro de ese círculo también había grados que distinguían la gravedad de la traición, dependiendo de si esta era hacia su patria, sus benefactores o sus parientes, aunque en este caso no habría traición, sino parricidio. En el centro de ese Infierno de Dante se encontraba el peor traidor, el que había actuado contra Cristo: Lucifer. Su aterradora descripción, en la que destacaba el hecho de tener tres cabezas devorando tres cuerpos, encerraba la clara voluntad de señalar a algunos de los traidores más notorios de la historia, adscritos tanto al ámbito religioso como al político. Así, el cuerpo del centro pertenecería a Judas Iscariote, sufriendo la peor tortura al comerle Lucifer la cabeza. Los otros dos serían Bruto y Casio, reconocidos por haber tomado parte en la célebre conspiración que condujo al asesinato de Julio César en los idus de marzo del año 44 a.C.
Podría parecer extraño, por tanto, encontrarnos a un personaje como Rodrigo Díaz de Vivar en el Infierno del poeta florentino, el lugar donde moraban los peores pecadores, al frente de los cuales se alzaba el propio diablo. Y es que no pasó el Cid a la historia precisamente por haber sido un traidor a su señor natural, Alfonso VI, sino que más bien debe su prestigio al hecho de ser considerado como un verdadero paradigma de caballero castellano, portador de las más altas cualidades que todo español debía conocer y poseer, tales como el valor, la fortaleza, la justicia o la religiosidad, en un contexto de lucha contra el islam asociado a la llamada Reconquista.