Lo anterior no implica, por supuesto, desconocer la importante actividad poética existente más allá de Lima y la configuración de núcleos dinámicos en diversos lugares, con recitales, revistas y, en los últimos años, incluso con encuentros de poesía y —aunque todavía muy pocas— ferias de libros. En este escenario, Arequipa, Trujillo, Chiclayo o Chimbote parecen ser algunos de los polos en que la mayor efervescencia se ha dado la mano con una más acentuada voluntad de diálogo e intercambio con otros espacios del país, e incluso con el extranjero. Sin embargo, en general, todavía el impacto de dichos eventos fuera del espacio local es muy reducido, al punto que —a diferencia de lo que sucedió, por ejemplo, en los años veinte con las vanguardias o, en alguna medida a inicios de los setenta— tiene muy poca capacidad de influencia en las decisiones y valoraciones a las que se les reconoce un carácter “nacional”. No obstante, es posible esperar que precisamente en estos momentos se esté gestando —sobre todo en la promoción que sigue al periodo abordado por nuestra antología, o a los menores entre los incluidos— un interesante cambio, vinculado fundamentalmente con las posibilidades que ofrece internet para el acceso a una formación y un conocimiento poéticos que no dependa del objeto físico libro ni, por tanto, de las bibliotecas entendidas en un sentido tradicional. Obviamente para ello no bastan los recursos electrónicos; ni únicamente la mayor y mejor formación poética de muchos actores de los procesos más allá de Lima será suficiente para quebrar la correlación de fuerzas que coloca a la capital como escenario no solo hegemónico sino fuertemente excluyente. Pero la posibilidad existe y, sin duda, podría permitir que el proceso poético que siga al contemplado por esta muestra evidencie una configuración del campo literario y poético radicalmente distinta de la actual.
Finalmente, en esta revisión sobre la metodología empleada por nosotros para elaborar la presente antología consultada, valdría preguntarse a modo de ensayo abierto de respuestas, cuáles pudieron ser los criterios que llevaron a un opinante a establecer su lista de veinte poetas, que fue lo que les solicitamos en la invitación a la participación en esta consulta. Damos por descontadas las razones vinculadas con el nudo conocimiento/desconocimiento explorado líneas arriba, y confiamos plenamente en que los consultados han partido de la consideración del valor poético de sus elegidos como factor fundamental. Sin embargo, como lo señalamos páginas atrás, no hay valoración que pueda atenerse a criterios “exclusivamente literarios”, puesto que estos siempre —y creemos que se puede desprender del recorrido que hemos trazado— están teñidos de otros componentes, intereses, preocupaciones, poéticas, etcétera. A propósito de esto, son interesantes los comentarios de Wendell V. Harris en su trabajo “La canonicidad”. Señala Harris que los criterios en que se basan las selecciones que pretenden establecer un canon literario o poético (o de cualquier tipo, en última instancia)19 son diversos y se encuentran habitualmente entremezclados. Y apunta algunas de estas posibilidades (mencionaremos o reseñaremos brevemente aquellos que creemos podrían haber intervenido en la selecciones de nuestros opinantes): a) la estimación personal que “trata de hallar un sentido en relación con las necesidades y experiencias individuales”; b) la estimación histórica que “trata de proporcionarnos los hitos que marcan los cruces y giros en el desarrollo histórico de los géneros, los temas nuevos y las características formales”; c) la provisión de modelos, ideales e inspiración; aunque apunta que “en la actualidad moralizante e inspirador son términos que están bastante pasados de moda como adjetivos honoríficos para la literatura, […] las funciones que designan siguen siendo todavía operativas”, y señala los ejemplos de las selecciones establecidas desde los discursos marxista y feminista; d) el intercambio de favores, que explica a partir de la idea de que “los escritores han conseguido entrar en el canon del día no solo por el poder de sus obras (‘poder’ podría entenderse como ‘interesante para unos intereses [sic] críticos o sociales existentes’) sino también por la aceptación activa de textos o criterios compatibles con sus propios objetivos”; e) la legitimación de la teoría; pone como hipótesis el caso de “[u]n crítico experimentado practicante del new criticism, la deconstrucción o el marxismo [que] puede, naturalmente, leer casi cualquier texto de modo que apoye sus propias preferencias, pero los textos que selecciona cada grupo son aquellos que le permiten ofrecer una mirada más rica, dramática o convincente; y f) la pretensión de pluralismo; es decir, de lograr una imagen variada que represente los diversos ámbitos recorridos por los textos literarios (Harris 1998: 37-60).
En el caso de nuestra muestra, al ser tanto poetas como opinantes contemporáneos, es inevitable que las selecciones de estos últimos hayan estado mediadas también por cercanías o distancias irreconciliables — amicales, grupales o ideológicas— con los posibles elegidos. Incluso, al tratarse de una antología que parte de una invitación realizada por, junto a un narrador, tres poetas del periodo, no es imposible imaginar que las decisiones de incluir o no incluir en la lista a alguno de nosotros haya estado tamizada por esta circunstancia.
Todo lo señalado nos lleva a reafirmar que la multiplicidad de miradas o posiciones que pudiesen existir respecto a aquello que podríamos definir como “lo poético” —representado a su vez bajo otra forma de heterogeneidad que involucraría las diversas posibilidades que asume “lo poético” en la propia obra de los poetas considerados en la encuesta—, y que hemos tratado de reflejar en la lista de consultados, no conlleva necesariamente al establecimiento de una valoración definitiva u objetiva del periodo que nos ocupa. Como bien intuye el lector literario, una de las condiciones que definen todo juicio estético o crítico que se realiza acerca de un texto se funda no solo a partir de una experiencia y competencia lectora individual, sino también a partir de una posición dentro de una determinada sociedad y estructura económica, una pertenencia a un determinado género o una identificación con determinados discursos históricos o literarios vigentes, entre otros elementos.20
3. Las antologías y la poesía peruana 1968-2008
Nuestra antología consultada21 se sitúa al lado de muchas otras selecciones que con mayor o menor rigor han pretendido observar la poesía peruana de los últimos cuarenta años. Una somera revisión de algunas de ellas es, entonces, indispensable para entender y valorar el sentido de nuestra propuesta y para recalcar que todas ellas son marcas transitorias, espejos móviles y parciales y que de ninguna manera significan el arribo a un parnaso definitivo.22 El año 1973, José Miguel Oviedo publicó la antología Estos 13 con la intención de auscultar la nueva sensibilidad que empezaba a percibirse en nuestra poesía y que aparecía en la producción de Manuel Morales, Antonio Cillóniz, Jorge Nájar, José Watanabe, Óscar Málaga, Elqui Burgos, Juan Ramírez Ruiz, Abelardo Sánchez León, Feliciano Mejía, Tulio Mora, José Rosas Ribeyro, José Cerna y Enrique Verástegui. El crítico señalaba que los nuevos poetas, a pesar de estar cercanos cronológicamente a los autores de la generación del sesenta, le otorgaban una actitud vitalista y parricida a nuestra tradición.23 Una serie de hechos y referentes culturales los marcaban: el fracaso de las guerrillas del sesenta, la