En consecuencia, los objetos no son solo objetos de satisfacción o frustración. Son sujetos en sí mismos quienes se convierten en foco de aprecio o de frustración. Esta reacción secundaria a la satisfacción parece ser lo que Abraham llamó ‘amor de objeto total’, es decir, el aprecio al objeto como un objeto generoso con intención en sí mismo. Klein fue responsable en reconocer esto como una tarea progresiva y del desarrollo. La realidad del objeto como dador, ya sea de satisfacción o de frustración, se convierte en el foco del principio de realidad en la teoría de las relaciones de objeto. En particular, la realidad de la capacidad del objeto total de satisfacer y también de frustrar en momentos distintos, implica la difícil mezcla de dos objetos en uno. Entonces, el objeto es un sujeto que puede tanto ser apreciado como también molesto. Esta ambivalencia Klein la llamó posición depresiva. Y por esto la realidad debe ser alojada, es decir, que el objeto que es necesitado y que amorosamente satisface es, al mismo tiempo, odiado por la frustración que a veces provoca.
En los términos de Freud, este es el principio de realidad (Freud, 1911). Mientras Freud enumeraba seis funciones importantes del principio de realidad que el Yo debía desarrollar, Abraham señalaba a un aspecto diferente. El objeto que satisface y a veces frustra es evaluado. Hay un segundo orden de reconocimiento de los objetos los cuales son evaluados como buenos y malos ya que están relacionados emocionalmente sobre esa base. El amoroso y amado pecho es vivido no solo como satisfactorio porque alimenta, sino que es sentido como ‘bueno’ en sí mismo porque satisface. De este modo, los sentimientos acerca de la sensación de satisfacción se sacan a luz; estos sentimientos son aprecio y gratitud por el objeto. Estos sentimientos de aprecio y gratitud existen en correspondencia a los sentimientos de generosidad y amor que la madre siente hacia el bebé.
La satisfacción de los impulsos no existe por sí sola; hay complementos como el aprecio hacia otra persona que entrega satisfacción. Es un segundo orden de sentimientos, el sentimiento-acerca-de-sentimientos que complementan una relación completa; esto fue lo que Abraham llamó ‘amor de objeto total’. Abraham no definió el sentimiento-acerca-de-sentimientos como de segundo orden, pero si los describió de tal manera. En una semejanza simétrica, el objeto frustrante que retiene satisfacción también atrae sentimientos de segundo orden acerca de su frustración. Es odiado por el sujeto por su aparente odio hacia el sujeto. Nosotros deberíamos —o Abraham debió— llamarlo ‘odio de objeto total’.
La perdida interna y la posición depresiva
Esto describe dos niveles de experiencia emocional en una relación de objeto: la experiencia de satisfacción, y sumado a ello, el aprecio por la experiencia emocional de satisfacción. El interés de Klein en estas evaluaciones puede ser datado a principios de 1934 en las notas y citas anteriores. Su descripción del paciente St (descrito anteriormente) cuyos pensamientos en su mente estaban en peligro, parecieran estar en el comienzo de su investigación que sale a la luz en su trabajo sobre los mecanismos esquizoides de 1946. Describió los dramas paranoides, tales como el temor al ataque, a ser robado de los buenos pensamientos (ovejas/ pensamientos), y las defensas específicas usadas en contra de aquellas ansiedades basadas en la escisión de la personalidad. Estas son defensas contra ansiedades que ocurren dentro de la mente. Y los pensamientos tienen una existencia casi tan concreta como los juguetes.
Klein desarrolló esta línea de pensamiento y luego se volcó a su otra gran contribución, la posición depresiva. El desastre era algo que les ocurría a los objetos internos. Esta interioridad puede verse en las notas del caso St. El sentido de un desastre interno probablemente la presionaba en 1934 cuando ella misma sufrió una desgracia.
En abril de 1934, su primogénito, Hans, murió en un accidente de montañismo. Ella pareció alejarse de su interés por los mecanismos de defensa tempranos (que más tarde llamó ‘defensas esquizoides’ [Klein, 1946]). No fue sorprendente que se interesara en el estudio del duelo. Probablemente basada en los trabajos de Freud y de Abraham sobre duelo y depresión (Freud, 1917; Abraham, 1924) trabajó en la situación interna. El espacio mental presenta un espacio que alguna vez ocupó el hijo amado, de la misma manera que un niño puede tener ataques violentos contra los juguetes y destruirlos.
Esta es la narrativa interna que describió en su propio y personal trabajo de duelo por su pérdida. Prontamente, en julio de 1934 (publicado en 1935), escribió su trabajo sobre “Una contribución a la génesis de los estados maníaco-depresivos” donde bosqueja las narrativas de ese trabajo de duelo. Eventualmente, entregó en 1937 (publicado en 1940) otro trabajo, “El duelo y su relación con los estados maníaco depresivos”. El desastre que describió en el segundo artículo, el de una madre que pierde a su hijo, era claramente su propio sentir sobre la pérdida y del amor faltante dentro de ella.
En la segunda semana de su duelo, la Sra. A encontró algo de consuelo mirando lindas casas en el campo y deseando tener alguna de ellas. Pero este consuelo fue rápidamente interrumpido por embates de desesperación y tristeza. Ahora lloraba desconsoladamente encontrando alivio en sus lágrimas. El solaz alivio que encontró observando casas provenía de su fantasía por reconstruir su mundo interno, y de su interés y satisfacción de saber que la casa de otras personas y los buenos objetos existían. (Klein, 1940, p. 141)
No era el temor por los enemigos, era la sensación de pérdida en su propia mente lo que necesitaba ser reconstruido. Tomó consciencia sobre la particularidad de esta brecha, o de ese vacío interno, que representaba el triunfo de la muerte. Esto comprendía los sentimientos y el estado de la depresión. Así como en las fantasías de sus pequeños niños pacientes y el temor de St a los enemigos internos, Klein luchó con el estado interno que generó su pérdida.
El reconocimiento de Klein situó la brecha como algo interno; vale decir, el lugar en su corazón donde su hijo debía estar, tal como la pérdida del Hans real en el mundo concreto. La violencia de su muerte tocó sin dudas la sensación de la existencia de una fuerza destructiva, postulando en Klein la fantasía de que si la brecha estaba dentro de ella (como también en el exterior), entonces la muerte violenta había ocurrido adentro (como también en el mundo exterior) y se sintió como el resultado de alguna fuerza destructiva interna.
El impacto de la pérdida sentida como interna, lleva a distintas reacciones emocionales:
- Una sensación de responsabilidad como si uno hubiera transgredido con el propio odio y agresión lo que genera culpa que merece castigo y arrepentimiento.
- La negación que la pérdida (debida a la destructividad) tiene alguna importancia. El objeto no tiene ningún valor real y su pérdida no importa (conocida como ‘defensa maníaca’).
- Nuevamente un sentido de responsabilidad por la destrucción que genera culpa que requiere remordimiento y reparación (más que castigo).
La respuesta más madura es esta última, el impulso a reparar. Es la fuerza creativa por medio de la cual la vida expresa creatividad y va en busca de sublimaciones. La reparación es el despliegue exitoso del amor como un antídoto contra el odio, junto con su capacidad para cancelar los efectos del odio ya sea directamente o de alguna manera simbólica. Y, significativamente,