⎯Dana está embarazada ⎯lo interrumpió Palmer.
Estas palabras parecieron tomarlo por sorpresa, pues el resto de la frase se le congeló en los labios y las dos veces que trató de responder tuvo que tragar saliva.
⎯¿Dana está…? ¿Cómo?
⎯Pensé que tu papá había tenido esa conversación contigo. En fin, cuando un hombre y una mujer se aman mucho, el papá deja su semillita en…
⎯No me refiero a eso ⎯dijo Rosas sonriendo a pesar de todo⎯. Siempre dijiste que no querías hijos. No me lo esperaba, eso es todo. ¿Cuándo cambiaste de opinión?
⎯No he cambiado de opinión ⎯dijo mirando por la ventana. Un solitario árbol en medio de un potrero se deslizó delante de ellos. Varias vacas, chocolates y blancas, pastaban bajo su sombra.
⎯Si no cambiaste, entonces ¿qué? ¿Un accidente?
⎯Las píldoras son 99,7 % seguras. Dana tiene el dudoso honor de pertenecer al 0,3 %.
Rosas lo miró de reojo, pero guardó silencio.
⎯Ayer regresé de trabajar. Dana me esperaba con la cena lista. Bistec a la pimienta, papas asadas con salsa agria y plátanos en tentación. Mi comida favorita.
⎯¿Sobró algo? Tengo hambre.
⎯Después de terminar ⎯siguió Palmer ignorando el comentario⎯me dio la noticia. Estaba… radiante. No recuerdo haberla visto así de feliz en mucho tiempo.
⎯Dime, por favor, que no la miraste con la cara que tienes ahora.
⎯¿Estás loco? No quiero niños, pero no soy un desalmado. No iba a arruinar todo el esfuerzo que puso en querer darme la sorpresa.
⎯¿Y es buena idea? ¿A su edad me refiero? Dana tiene como 40 años. Tú no te has jubilado, porque eres un necio que disfruta demasiado su trabajo. ¿Qué pasa si viene enfermo o algo así?
⎯Creo que Dana prefiere evitar pensar en eso, por ahora. Ella siempre quiso salir embarazada. Yo no estaba de acuerdo, pero lo intentamos un par de años. Al llegar a los 35 se resignó y se enfocó en su trabajo. Recibir esta noticia, cuando ya se había despedido de la posibilidad de ser madre, es un milagro. Nada dañará ese momento. No por ahora.
⎯De repente no pasa nada ⎯dijo su compañero con una tímida sonrisa⎯. Además, creo que un hijo es lo que necesitas.
Palmer dejó de mirar hacia afuera.
⎯¿Recuerdas el caso que tuvimos cuando regresaste de vacaciones? ¿El hijo de los Parker? ¿Juan?
⎯Eso no es justo. Es un caso aislado.
⎯Uno que vemos a cada rato ⎯le recordó sin misericordia.
⎯Somos policías. Viene con la descripción del puesto de trabajo.
⎯No recuerdo haber leído en el manual, que tendríamos que recoger el cuerpo de un niño de dos años del interior de una olla de miel hirviendo.
Rosas sintió un escalofrío. Comprendía a su colega. Una escena propia del infierno de Dante.
⎯¿Cómo está la mamá?
⎯Lo último que supe ⎯dijo con un soplido de resignación⎯fue que estaba recluida en un hospital psiquiátrico bajo sedación permanente. Cada vez que recupera la conciencia empieza a gritar.
⎯No la puedo culpar ⎯dijo disminuyendo la velocidad al ir entrando al pueblo ⎯. Dejar a tu hijo a cargo de tu hermano y que este lo mate solo porque no lo dejaba escuchar el juego de béisbol. ¿A dónde hemos ido a parar?
⎯A un lugar donde es mejor no tener hijos.
⎯No todos los hijos tienen problemas. Nosotros fuimos niños alguna vez y aquí estamos.
⎯Sí… Trata de decirle eso a la mamá de Juan.
Rosas lo miró de soslayo y siguió manejando sin decir palabra hacia la estación de policía. Siendo día de semana las calles estaban atestadas de coches, por lo que en poco tiempo quedaron reducidos a un suave progreso.
⎯¿Ya pensaste en un nombre? ⎯preguntó Rosas.
⎯¿Cómo? ⎯. Su compañero se dio la vuelta en su asiento.
⎯¿Un nombre? ¿Para el niño?
Palmer arrugó la frente, pero con el pasar de los segundos se fue relajando y sin saber de dónde salía la sensación empezó a reír.
⎯Eres un maldito demente ⎯le dijo cuando logró controlarse lo suficiente, secándose las lágrimas de los ojos con la palma de la mano.
⎯Soy realista ⎯le dijo avanzando dos metros y deteniéndose. Ya podían ver la estación de policía a unos cien metros, pero a la velocidad que avanzaban bien podía estar en otro planeta⎯. Que tú tengas ciertos problemas con la idea de traer un niño al mundo, no cambia el hecho de que el pedido ya está hecho. El paquete va a llegar en… ¿cuánto tiempo de embarazo tiene Dana?
⎯Tres meses ⎯dijo, no pudiendo evitar el tono de resignación en su voz.
⎯¿Tanto? ¿Y no te habías dado cuenta? Se supone que eres un detective. Deberías ser más observador.
⎯Muy gracioso. Ya veré cuando llegue tu turno.
⎯No soy muy bueno en matemáticas ⎯dijo aprovechando un espacio en el compacto tráfico para acelerar un par de metros, antes de verse obligado a detenerse de nuevo⎯, pero tú mismo dijiste que la tasa de falla de las pastillas es del 0,3 %. ¿Cuáles son las posibilidades de que a las esposas de dos compañeros de trabajo les pase lo mismo?
⎯No me lo puedo imaginar, pero te recuerdo que tú y Evelyn aún no se casan.
⎯Semántica. No cambies el tema. Mi punto sigue siendo el mismo ⎯aceleró y esquivando dos autos logró llegar a la entrada de la estación de policía. Con la música de fondo del rechinar de llantas se detuvo en un espacio cerca de la entrada principal⎯. Lo siento mucho hermano, pero lo que te pasó me protege mejor que cualquier pastilla. No puedes vencer a las estadísticas.
Apagó el auto y en el silencio que acompañó el movimiento escucharon el sonido de un celular. Palmer metió la mano en su bolsillo y se llevó el aparato al oído.
⎯Detective Palmer ⎯dijo por saludo.
Se quedó en silencio durante casi un minuto. Unas cuantas preguntas muy generales interrumpieron el silencio, pero ninguna que sugiriera el motivo de la llamada. Cuando Palmer cerró el celular su expresión facial era inescrutable.
⎯Era del hospital. Andrea Sposito sobrevivirá después de todo. Está delicada, pero saldrá adelante.
Abrió la puerta del auto. Antes de salir dijo por encima de su hombro ⎯Andrea tenía las estadísticas en su contra, ¿recuerdas?
Empezó a caminar hacia la entrada del recinto. Cuando puso la mano sobre la puerta de vidrio escuchó a su compañero preguntar a sus espaldas ⎯¿Qué marca de anticonceptivo usaba Dana?
***
⎯Espero que no estés hablando en serio ⎯dijo el detective jefe Ratner, levantando la mirada del grupo de papeles que tapizaban la mesa.
Palmer, a quien el comentario iba dirigido, no respondió. Su rostro parecía esculpido en piedra.
⎯No estás bromeando ⎯dijo Ratner después de unos segundos⎯. ¿En serio?
Palmer tomó aire para luego dejarlo salir por la nariz con lentitud. Cuando terminó dijo con absoluta calma ⎯Tenemos a un individuo que secuestra a una simpática joven. No quiero saber por