El canto de las gaviotas. Osvaldo Reyes. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Osvaldo Reyes
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788412375435
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⎯Ahora, me imagino que se refiere a la joven que trajeron de la playa ⎯dijo después de presentarse como el doctor Baker. Una placa en su bolsillo lo identificaba de forma más explícita como Félix Baker, médico de urgencias.

       ⎯Sí ⎯confirmó Palmer con seriedad⎯. Somos los encargados del caso. ¿Conoce los detalles de… las circunstancias en que fue encontrada?

       Baker miró por encima de su hombro hacia la puerta blanca de la habitación. Un letrero encima ponía «Consultorio 02». Cuando sus ojos se tornaron de vuelta hacia los detectives, una sombra oscura parecía bailar en su rostro.

       ⎯Se me informó que la encontraron enterrada en arena hasta el cuello y que casi se ahoga. Eso es lo mínimo que necesitaba saber para estabilizarla. Su cuerpo… bueno, cuenta el resto de la historia. Su presencia aquí solo confirma mis sospechas iniciales.

       ⎯¿Su cuerpo? ⎯preguntó Rosas algo sorprendido⎯. ¿Le importaría explicarse?

       Baker giró sobre sus talones y con un gesto los invitó a seguirlo.

       ⎯Seguro, pero no aquí.

       Después de unos veinte pasos llegaron a otro juego de puertas. Estas eran de igual color, pero un pequeño vidrio cuadrado ocupaba cual ventanal el medio de las mismas. Baker las empujó, dándoles paso a una pequeña cocineta. Sobre una plancha de fórmica veteada en gris y negro reposaba un microondas de mediano tamaño y una cafetera.

       El aire estaba saturado del aroma a café recién hecho. Una pequeña luz de color rojo brillante anunciaba que el líquido estaba caliente.

       Baker sacó una taza con el logo del hospital de una despensa encima del microondas y se sirvió una porción considerable del oscuro líquido.

       ⎯Si quieren café ⎯dijo señalando unas tazas de poliespan al lado de la cafetera ⎯sírvanse. Creo que lo necesitan más que yo.

       Rosas no necesitó más indicaciones. Palmer ya había notado cómo se pasaba la lengua por los labios al entrar en la cocineta. Era casi adicto a la cafeína en todas sus formas y el simple olor lo había puesto a salivar como en el experimento de Pavlov. Al recibir el permiso que exigían las buenas costumbres tomó una de las copas y se sirvió lo que quedaba. Palmer negó con la cabeza la invitación. Su médico de cabecera le había limitado la ingesta de café a una taza al día, luego de que un episodio súbito de palpitaciones hacía unos meses lo obligara a buscar ayuda profesional. Se esforzaba por seguir las indicaciones, pero no podía negar que el doctor Baker tenía razón.

       Necesitaba el café más que él.

       Con Rosas parado a su lado, la humeante taza recordándole a solo unos metros lo que tenía prohibido so pena de un nuevo susto, Palmer sacó una libreta de su bolsillo.

       ⎯Me parece justo que maneje la información correcta ⎯dijo mirándolo a los ojos⎯. Unos jóvenes la encontraron enterrada en la arena. La marea ya había subido y casi le cubría la nariz. Fue un milagro que pasaran por allí en ese momento, pues asustaron al responsable y, con la ayuda de unos pescadores que iban regresando en ese momento de sus labores diarias, lograron sacarla antes de que muriera ahogada.

       ⎯No pudo ser fácil sacarla de la arena húmeda ⎯dijo Baker pensativo⎯. Llevo trabajando en este cuarto de urgencias mi buen par de años y todos los veranos escuchamos de alguien que queda atrapado en la arena, después de lo que piensan es un juego inocente. El año pasado un joven murió asfixiado cuando la arena lo sepultó. Un grupo de surfistas que estaba cerca demoró más de una hora en sacarlo.

       ⎯A ella la sacaron en unos treinta minutos ⎯dijo Rosas sorbiendo un poco de su café. La expresión de incredulidad en el rostro del doctor fue tan evidente que Palmer decidió aclarar los hechos.

       ⎯Uno de los jóvenes que la encontró tenía un tubo de esnórquel. Gracias al mismo pudo seguir respirando con dificultad. El peso de la arena casi termina de hacer el trabajo, pero logró soportar lo suficiente. Si no hubiera sido por eso, estaríamos teniendo esta misma conversación con un patólogo en lugar de con usted y mi compañero no se estaría tomando su tercera taza del día.

       ⎯¡Eh! ⎯dijo Rosas vaciando la mitad del contenido de la taza en su garganta⎯. Las otras dos fueron de apenas unos dedos de café. No es el número, sino el volumen lo que cuenta.

       Baker pareció estar inclinado a hacer algún comentario al respecto, pero la expresión en el rostro de Rosas lo hizo desistir. Reconocía cuando no perder demasiada saliva con una persona.

       ⎯Así que es una investigación de intento de homicidio ⎯prefirió decir en su lugar.

       ⎯Por ahora ⎯dijo Rosas⎯, lo que me lleva de vuelta a la pregunta que le hice hace poco. ¿Sobrevivirá?

       Baker ordenó sus ideas en silencio antes de responder.

       ⎯Está estable, pero apenas. Está recibiendo una transfusión de sangre en este momento y lo más probable es que va a necesitar varias más. Sin embargo, la estamos preparando para llevarla al salón de operaciones. Después de la cirugía sabremos más de su pronóstico.

       ⎯¿Cirugía? ⎯preguntó Rosas sorprendido⎯. ¿Qué tienen que operar en un caso de ahogamiento?

       ⎯Por esa parte, nada. Lo malo es que no creo que la joven lo haya pasado muy bien los últimos días.

       Su mirada se perdió en el vacío. Ambos detectives se miraron, pero prefirieron guardar silencio. No todo el mundo estaba preparado para lidiar con la maldad del ser humano. El doctor encontraría su voz cuando estuviera listo.

       ⎯Cuando la trajeron su presión era apenas perceptible. Había señales de sangre en sus piernas… me imagino que era mucho más, pero la arena y el agua del mar se encargaron de limpiar una gran parte. En fin, mi fuerte no es la ginecología y sin embargo solo era necesario tener dos dedos de frente para ver que algo muy malo había pasado.

       Tomó un sorbo de café y dejó el borde de la taza cerca de su rostro, como si el calor del líquido de alguna forma fuera capaz de alejar la frialdad que llenaba su corazón, al recordar el examen de la joven.

       ⎯He visto mi par de laceraciones. Partos en casa, de niños muy grandes en las peores condiciones. La única forma que se me ocurre para describir lo que vi es… un estallido vaginal.

       Rosas alzó las cejas y miró a su compañero, quien no le regresó la mirada.

       ⎯¿Un estallido vaginal? ⎯se atrevió a preguntar.

       ⎯Toda la entrada de la vagina estaba inflamada y conté no menos de diez laceraciones de diferente tamaño y tiempo de cicatrización, en todas las caras del canal vaginal y la vulva. Encontré dos más a nivel anal. Estas últimas no parecían estar sangrando, así que las dejé tranquilas. Las vaginales eran otra historia. Cuando removí los coágulos que encontré, empezó a sangrar. En ese momento decidí llamar al ginecólogo de turno, quien le echó una mirada rápida, taponó todo con una gasa e indicó que tenía que ir a la sala de operaciones.

       ⎯¿Está sugiriendo que tuvo un parto reciente? ⎯preguntó Rosas tras lanzar a un basurero cercano la taza de poliespan. La puerta de la cocineta se abrió y un enfermero vestido de azul oscuro se dirigió a la cafetera. Al encontrarla vacía emitió un gruñido de frustración y salió del lugar, no sin antes dirigirle una mirada molesta al detective Rosas. ⎯La gente del cuarto de urgencias ⎯aclaró Baker al retirarse el enfermero⎯es muy territorial con su café. Me imagino que voy a tener que escuchar muchas quejas e insinuaciones la semana que viene. En cuanto a su pregunta detective Rosas… la respuesta es no. Puse el ejemplo del parto, porque es la situación donde he visto ese tipo de lesiones. El doctor London, así se llama el ginecólogo encargado, me confirmó que no hay señal alguna que sugiera un parto reciente y ella, en los pocos minutos de lucidez que tuvo cuando empezamos la transfusión de sangre, lo confirmó. Según London solo hay una explicación para ese tipo de lesiones.

       ⎯¿Les dijo su nombre? ⎯preguntó Palmer, quien no necesitaba ahondar en la causa de las lesiones. Todos