Nuestro maravilloso Dios. Fernando Zabala. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fernando Zabala
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789877984576
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el poder de Dios, de modo que pueda proclamar valerosamente el nombre de Jesucristo.

      ¿No es esto asombroso? No pide que oren por su liberación; tampoco pide que oren para que mejoren las condiciones en el lugar donde está recluido. ¡Nada de eso! Pide a sus hermanos que oren para que él pueda proclamar el nombre de Cristo “sin ningún temor” (Efe. 6:20, RVC), como conviene a un “embajador en cadenas”. Lo que el apóstol está diciendo es que no había en este mundo circunstancia alguna que le pudiera impedir hablar de Cristo. ¡Porque en la misma cárcel improvisó un púlpito! Y desde ese púlpito improvisado dio a conocer “el misterio de la piedad” (1 Tim. 3:16). Los resultados no se hicieron esperar, como lo indican sus palabras a los filipenses: “Hermanos”, les dice, “quiero que sepan que, en realidad, lo que me ha pasado ha contribuido al avance del evangelio. Es más, se ha hecho evidente a toda la guardia del palacio y a todos los demás que estoy encadenado por causa de Cristo” (Fil. 1:12, 13, NVI). ¡Qué interesante! ¡Hasta los integrantes de la Guardia Imperial llegaron a saber de Cristo y de su plan de salvación!

      Cuenta el pastor H. M. S. Richards que a un niño, de nombre Guillermo, lo hospitalizaron para extraerle un pedazo de hueso de un brazo. La operación fue todo un éxito, después de varios días el niño se recuperó. Antes de ser dado de alta, Guillermito pidió hablar con el médico que lo había operado.

      –¿Querías hablar conmigo? –le preguntó el cirujano a Guillermito.

      En lugar de responder, Guillermito alzó su brazo todo lo que pudo, hasta alcanzar el hombro del cirujano. Luego, con su rostro radiante de felicidad, dijo:

      –Nunca me cansaré de hablarle de usted a mi mamá.

      ¡Así habla un corazón agradecido! Por esa razón el apóstol Pablo nunca se cansó de hablar de su Salvador, cualesquiera que fueran sus circunstancias. Y por esa misma razón yo también digo hoy: “Bendito Salvador, nunca me cansaré de hablar de ti”.

      Amado Jesús, no importa dónde me encuentre, o cuáles sean mis circunstancias, nunca me cansaré de decir que siempre serás mi mayor tesoro.

      Amor que libera y a la vez cautiva

       “El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde que comprendimos que uno murió por todos y que, por consiguiente, todos han muerto” (2 Corintios 5:14, DHH).

      Cuenta Ty Gibson que, en una ocasión, él se encontraba viajando con su esposa Sue cuando Will, su hijo adolescente, decidió usar sin permiso el automóvil nuevo de la familia. Will no tenía licencia para conducir, y el automóvil no tenía seguro contra accidentes. Al parecer, Will había recibido el llamado de una amiga para “salvar” a un perro del ataque de un puerco espín. Con la desdicha de que chocó contra un árbol. Pérdida total. Y sin seguro.

      Ahora le tocaba a Gibson y a Sue decidir cómo manejar la situación. Su primera reacción fue que Will pagara los daños, pero entonces experimentaron lo que ellos llaman “el dilema del amor”: ¿Absorber los daños y “liberar” al cautivo, o exigir el pago? Decidieron tomar el camino del perdón.

      Cuando llegaron a casa, Will confesó su culpa, y les prometió pagar la deuda, aunque para ello tuviera que dejar sus estudios. Entonces Gibson lo interrumpió.

      –Will, tu deuda es más grande que tú, pero no más grande que nosotros. Tu madre y yo estamos contentos de decirte que no nos debes absolutamente nada.

      –¡De ninguna manera! –respondió Will–. ¡No pueden hacer eso!

      –Claro que podemos, y ya lo hemos hecho –replicó Gibson.

      Con lágrimas en sus ojos, el muchacho aceptó el perdón, y así fue liberado de su enorme deuda. Pero entonces ocurrió algo interesante: “Antes de saber que había sido perdonado”, escribe Gibson, “el sentido de culpabilidad impulsaba a Will a pagar una deuda impagable; pero ahora que el perdón lo había liberado de toda obligación, el sentido de gratitud lo impulsaba a restaurar el daño que nos había causado”. Fue así como, por gratitud, Will se las arregló para conseguir un trabajo durante el verano que le permitió comprar un automóvil a sus padres (Shades of Graces, p. 125).

      ¿Algún parecido con lo que Dios ha hecho por ti y por mí? Por nuestros pecados, adquirimos una deuda que era más grande que nosotros, pero no más grande que su amor. Por eso Dios, en lugar de darnos el castigo que merecíamos, entregó a su Hijo, y nos otorgó el perdón que no merecíamos. Ahora lo obedecemos por amor, al haber comprendido lo que ha hecho por nosotros.

      Gracias, Jesús, porque tu amor es más grande que mi deuda de pecado. Ahora que estoy libre de culpa, quiero entregarte mi vida y servirte de todo corazón. ¡Es lo menos que puedo hacer!

      Usa lo que tienes

       “El sucesor de Aod fue Samgar hijo de Anat, quien derrotó a seiscientos filisteos con una vara para arrear bueyes. También él liberó a Israel” (Jueces 3:31, NVI).

      Cuando Samgar salió de su casa para arrear la yunta de bueyes de su familia, nunca imaginó la magnitud del desafío que le tocaría enfrentar. Ese día, el hijo de Anat se enfrascó en una lucha desigual con los filisteos, y apenas con una aguijada de buey hirió a seiscientos enemigos del pueblo de Dios.

      Una aguijada de bueyes es una “vara larga que en un extremo tiene una punta de hierro con que los boyeros pican a la yunta”. ¿A quién se le puede ocurrir enfrentar a un ejército con solo una vara? A Samgar. Su acción heroica liberó a Israel del yugo opresor y, de acuerdo con el Diccionario bíblico adventista, permitió que “los caminos, que habían estado bajo el control de los opresores, pudieran ser transitados libremente por los hebreos” (p. 1046).

      El nombre de este desconocido personaje bíblico solamente se menciona en dos versículos (Juec. 3:31; 5:6), ¡pero qué lecciones tan valiosas nos enseña! La primera lección que salta a la vista es que cuando le llegó el llamado de Dios para liberar a su pueblo, Samgar estaba listo. No pidió pruebas ni señales, ni tampoco alegó ningún tipo de excusas para liberarse de la responsabilidad. Hizo lo que debía hacer, ¡y en qué forma!

      La segunda lección no es menos importante. Samgar usó lo que tenía a la mano: “Una vara para arrear bueyes” (Juec. 3:31, NVI). Y con ella hirió a seiscientos filisteos. Aunque se trataba de un arma ordinaria, esa aguijada de bueyes logró más con la bendición de Dios de lo que sin la bendición de Dios logró la espada de Goliat (Matthew Henry’s Commentary in One Volume, p. 245).

      No dudo en absoluto de que, ese día, fue el poder de Dios lo que permitió a Samgar lograr semejante proeza. Pero tampoco dudo de que ese día el poder de Dios se manifestó de manera tan portentosa en Israel porque encontró en Samgar un instrumento dispuesto e idóneo.

      ¿Puedes imaginar todo lo que Dios podría hacer si estuviéramos listos cada vez que él nos necesitara? ¿Todo lo bueno que sucedería si, al igual que Samgar, echáramos mano de los pocos o muchos recursos que Dios ha puesto en nuestras manos?

      ¿Qué tal si dejamos de quejarnos por lo que no tenemos, y comenzamos a usar los recursos que tenemos, con el poder de Dios, para la gloria de Dios?

      Señor, no importa si mis talentos son poco o muchos, capacítame para usarlos hoy de un modo que glorifiquen tu nombre.

      “Él se deleita en misericordia”

       “¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18).

      ”¿Hay algún Dios como el nuestro?”, pregunta el profeta Miqueas. ¿Algún Dios para quien perdonar no sea