La contradicción patente entre los aspectos moral y ceremonial del día de reposo ha suscitado repetidas controversias sobre la relación existente entre el domingo y el mandamiento del sábado. ¡Por cierto que el sábado no ha tenido descanso! La distinción entre lo moral y lo ceremonial en el sábado ha llevado a dos posturas opuestas sobre el domingo. En Holanda, por ejemplo, estos dos puntos de vista fueron debatidos durante más de diez años a partir del Sínodo de Dort (1619). De un lado, los teólogos holandeses Willem Teellinck, William Ames y Antonio Walaeus escribieron importantes tratados defendiendo el origen creacionista del sábado y, por consiguiente, la legítima aplicación del cuarto Mandamiento a la observancia del domingo.170 En el lado opuesto, el notable profesor Francisco Gomarus contestó con su extensa Investigación sobre el significado y origen del sábado y consideración sobre la institución del día del Señor (1628), en la que propugnaba el origen mosaico del sábado y por consiguiente el origen eclesiástico e independiente del domingo.171
El debate entre esas dos posiciones opuestas se ha reavivado repetidas veces en diferentes países,172 y los dos puntos de vista están todavía muy lejos de conciliarse. Dos estudios recientes, el uno de Willy Rordorf (1968)173 y el otro de Roger T. Beckwith y Wilfird Stott (1978)174 ilustran bien la situación. Rordorf propugna la tesis de que el sábado no es un precepto creacionista que afecta a los cristianos, sino una “institución social” introducida después de la ocupación de Canaán y anulada por Cristo. De ese modo, desvincula completamente del cuarto Mandamiento la celebración del domingo, pues la considera una creación exclusiva de la iglesia cristiana, introducida para conmemorar la resurrección de Cristo por medio de la Cena del Señor.175 Al cortar todos los lazos con el mandamiento del sábado, Rordorf reduce el domingo a una hora de culto programada según las demandas de la vida moderna. Las implicaciones prácticas de esta posición son evidentes. Llevadas a sus últimas consecuencias significarían el “certificado de defunción del domingo”,176 ya que, con el tiempo, hasta esa hora de culto puede ser fácilmente devorada por el vertiginoso horario de la vida moderna.
Beckwith y Stott, en su último libro titulado Este es el día: La doctrina bíblica del domingo cristiano (1978), rebaten la tesis de Rordorf, demostrando que el sábado es una norma relacionada con la Creación, que Cristo no rechazó sino que observó y esclareció, y que los apóstoles usaron para forjar el Día del Señor.177 En consecuencia, deducen que “visto a la luz del Nuevo Testamento en su conjunto, el Día del Señor puede ser claramente considerado como un sábado cristiano: una culminación hacia la que apuntaba el sábado del Antiguo Testamento”.178 Como resultado lógico de esta conclusión, el domingo ya no es solamente una hora de adoración, como argüía Rordorf, sino “un día completo, apartado para ser una festividad sagrada [...] para el culto, el descanso y las buenas obras”.179 No es nuestro propósito aquí tomar partido ante las respectivas posiciones de Rordorf y Beckwith-Stott que, como demostré en mi tesis, contienen varias afirmaciones gratuitas.180 Solo queremos hacer notar al lector que la discusión sobre la naturaleza y el origen del sábado sigue abierta. Y lo que está en juego no es una mera disputa académica, sino la cuestión del verdadero significado y pertinencia del sábado para la vida cristiana.
Conclusiones
Tres principales conclusiones parecen desprenderse de este rápido vistazo sobre los testigos bíblicos e históricos del origen del sábado. Primera: En las Escrituras hay un innegable consenso en apoyo del origen creacionista del sábado. Segunda: La tradición judía más antigua e importante remonta el origen del sábado a la culminación de la Creación. Tercera: Hemos encontrado en la historia del cristianismo un apoyo considerable al origen edénico del sábado, no solo entre los observadores del séptimo día, sino también entre muchos partidarios del domingo. Estos últimos han defendido el valor del sábado como norma establecida en la Creación para justificar el domingo como “sábado cristiano”. El sábado de la Creación ha sido principalmente atacado desde dos frentes: de una parte, por cristianos en guardia contra el sabatismo legalista; de otra parte, por los críticos que rechazan la historicidad del Pentateuco y en especial del relato de la Creación.
Argumentar aquí la validez del sábado como una norma recibida de la Creación sobre la base dominante de un presunto apoyo histórico sería tomar la Historia como criterio último para aceptar o rechazar cualquier doctrina bíblica. Pero el voto de la mayoría no es un principio aceptable de interpretación bíblica (hermenéutica). Nuestro examen solo ha pretendido mostrar que la creencia en el origen divino del sábado está profundamente arraigada tanto en las Escrituras como en la historia. Rechazar tal enseñanza calificándola de “supersticiosa, legalista e inconsistente ante la ciencia moderna” puede llevarnos a caer en un grave error, porque tal calificación no proporciona una razón suficientemente honesta para desechar un precepto bíblico ni para dispensar al creyente de la obligación de cumplirlo.
Nuestro estudio nos ha mostrado que, según el consenso unánime de las Escrituras, el origen del sábado está fundamentado en los eventos de la Creación y señala la inauguración de la historia humana. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones prácticas de esta enseñanza bíblica? En primer lugar, significa que la observancia del sábado no es una ceremonia temporal judía, sino una disposición permanente destinada a todos los hombres.181 En segundo lugar, significa, como dijo de un modo tan bello Elizabeth E. Platt, que los seres humanos “tenemos nuestras raíces arraigadas en el sábado, y que este nos pertenece según el plan de Dios, desde el Génesis hasta la Eternidad”.182 En tercer lugar, significa que nuestras raíces ancestrales tienen un origen noble y bueno, pues se afirman en Dios mismo. Por último, significa que nuestro mundo y nuestra existencia son valiosos porque no son un producto del azar sino una creación personal de un Dios que nos ama.183
Es cierto que ya no vivimos en aquel principio perfecto, sino en un imperfecto intermedio: un tiempo lleno de injusticia, codicia, violencia, corrupción, sufrimiento y muerte. Rodeados por el caos y el desorden de nuestra época, buscamos paz, esperanza y sentido para nuestra vida. El sábado nos trae cada semana seguridad y esperanza. Nos recuerda que nuestro origen y nuestro destino nos unen a Dios. Renueva nuestro sentido de continuidad con el pasado, jalonando nuestra vida con su luz, iluminando nuestros valores presentes y nuestras expectativas futuras. El sábado nos invita a descansar en Dios en medio del inquieto intermedio de nuestra vida mientras esperamos el descanso final (y sin fin) y la paz perfecta de Dios (Heb. 4:9), para la que fuimos creados. Este es el mensaje del sábado: la gozosa celebración de nuestro origen.
1 Paul Tillich, Systematic Theology, 1957, t. 1, p. 265. En Dynamics of Faith, 1958, p. 42, Tillich usa el ejemplo de la bandera para ilustrar cómo un símbolo participa de la realidad que representa: “La bandera participa del poder y la dignidad de la nación a la que simboliza [...]. Un ataque a la bandera se considera como un ataque al honor del grupo representado por ella”. Del mismo modo, en las Escrituras, la profanación del sábado, símbolo de autoridad y pertenencia divinas, es vista como apostasía (Eze. 20:13, 21).
2 Esta conexión es reconocida por Salomón Goldman: “El propósito principal del relato de la Creación es el de realzar la singularidad y la excelencia del hombre, y recalcar la santidad y la bienaventuranza del séptimo día, o sábado” (In the Beginnings, 1949, p. 744).
3 Filón, De Opificio Mundi, 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2, 59.
4 R. W. Emerson, “The Divinity School Address”, Three Prophets of Religious Liberalism, C. C. Wright, ed., 1961, p. 111.
5 Muchos comentaristas modernos dividen Génesis 2:4 en dos partes, relacionando la primera parte del versículo con el primer relato de la Creación (documento P)