Oswald Glait, exsacerdote católico convertido en pastor luterano y más tarde anabaptista, comenzó a propagar con éxito en 1527 sus ideas sabatarias entre los anabaptistas de Moravia, Silesia y Bohemia.140 Fue apoyado por el erudito Andreas Fisher, también exsacerdote y anabaptista.141 Glait escribió un Tratado sobre el sábado (Buchlenn vom Sabbath), fechado en torno a 1530, que no ha llegado hasta nosotros. De la refutación que Gaspar Schwenckfeld142 hizo de la obra de Glait, deducimos que este defendía la unidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, aceptando la validez e importancia del Decálogo para los cristianos. Glait rechazaba la tesis de sus críticos de que el mandamiento del sábado es una prescripción ceremonial del mismo tipo que la circuncisión. “El sábado fue ordenado y guardado desde la Creación”, decía.143 Dios enseñó a “Adán en el Paraíso a celebrar el sábado”.144 Por lo tanto, “el sábado [...] es para siempre un signo de esperanza y un memorial de la Creación [...] un pacto eterno [...] que está en vigor mientras el mundo exista”.145 Glait tuvo que sufrir el exilio, la persecución y finalmente la muerte, ahogado en el Danubio (1546).146
La muerte de Glait, quizás el más sobresaliente líder de los sabatarios, no detuvo la expansión de la doctrina del sábado. En tiempos de la Reforma habían observadores del sábado en numerosos países europeos, tales como Polonia, Holanda, Alemania, Francia, Hungría, Rusia, Turquía, Finlandia y Suecia.147 En el siglo XVII, su presencia fue particularmente notoria en Inglaterra. R. J. Bauckham observa que “una importante serie de predicadores puritanos y anglicanos se esforzaron por combatir el séptimo día. Sus esfuerzos son una prueba tácita de la atracción que tal doctrina ejercía en el siglo XVII; los observadores del séptimo día fueron tratados con gran rigor por las autoridades puritanas y anglicanas”.148 Los bautistas del séptimo día se convirtieron en la principal iglesia observadora del sábado en Inglaterra.149 En 1671 fundaron su primera comunidad en América, en Newport (Rhode Island).150 Los adventistas del séptimo día reconocen con gratitud su deuda hacia los bautistas del séptimo día por haberlos llevado al conocimiento del sábado en 1845.151 Pocos años más tarde (1860), la Iglesia de Dios del Séptimo Día aceptó también el valor del sábado.152 Más recientemente, esta creencia ha sido aceptada por la Iglesia Universal de Dios e importantes sectores de otras confesiones.153
La Tradición Reformada. Las iglesias reformadas tradicionales, tales como los puritanos ingleses, los presbiterianos, los congregacionalistas, los metodistas y los bautistas, han adoptado lo que podíamos llamar una “posición de compromiso”, reconociendo por una parte que el sábado es una norma establecida en la Creación, mientras que por otra defienden el domingo como una legítima sustitución del sábado llevada a cabo por la iglesia. Generalmente hacen una diferencia entre la observancia temporal del domingo y la espiritual. Calvino fue realmente el pionero y promotor de esta tendencia tan extendida y que tanto influyó sobre el sabatismo, en especial sobre los puritanos angloamericanos. La base de las enseñanzas de Calvino acerca del sábado se encuentra en el rechazo de la antítesis luterana entre la Ley y el evangelio. En su esfuerzo por mantener la unidad básica entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, Calvino cristianizó la Ley, espiritualizando, por lo menos en parte, el mandamiento del sábado.154
Calvino reconoció que el sábado había sido instituido por Dios en la Creación. En su Comentario sobre Génesis 2:3, escrito en 1554, afirma: “Así pues, en primer lugar Dios descansó; luego bendijo este descanso, para que siempre fuese sagrado entre los hombres; por lo tanto dedicó al descanso cada séptimo día, para que su propio ejemplo fuese una ley perpetua”.155 Un año antes de su muerte (1564), reitera esta misma convicción en su Armonía del Pentateuco, diciendo: “Ciertamente Dios se reservó para sí mismo el séptimo día y lo santificó cuando terminó la creación del mundo, para que mantuviese a sus siervos unidos y libres de todo cuidado para la contemplación de la belleza, excelencia y perfección de sus obras”.156 Unos párrafos más allá, Calvino explica que “la santificación del sábado fue anterior a la Ley”.157 Dios reiteró este Mandamiento en tiempos de Moisés porque con el paso del tiempo “se había extinguido entre las naciones paganas y se había descuidado casi totalmente entre la raza de Abraham”.158
¿Cómo concilia Calvino su aceptación del sábado como una norma dada por Dios en la Creación a toda la humanidad con su creencia de que “con la venida de Cristo la parte ceremonial de la Ley fue abolida?”159 En otras palabras, ¿cómo puede ser el sábado a la vez una norma universal y una parte del ceremonial judío abolido por Cristo? Calvino intenta resolver este conflicto recurriendo a la distinción tomista entre los aspectos moral y ceremonial del sábado. En la Creación, el sábado fue dado como estatuto perpetuo, pero “después la Ley dio una nueva disposición acerca del sábado, que debía ser para los judíos en especial y solo por un tiempo”.160 ¿Qué diferencia hay entre el sábado judío (mosaico) y el sábado cristiano (creacionista)? La diferencia no es fácil de detectar, especialmente para el que no está habituado a distinguir entre matices teológicos. Calvino califica al sábado judío de “típico” (simbólico), es decir, “una ceremonia legal anticipadora de aquel reposo espiritual verdadero, que se manifestaría en Cristo”.161 El sábado cristiano (domingo), sin embargo, “no es figurativo”.162 Con ello, Calvino quiere decir aparentemente que se trata de una institución pragmática, destinada a cumplir tres objetivos básicos: permitir que Dios obre en nosotros, proveer tiempo para la meditación y los servicios religiosos y proteger a los asalariados.163
Una contradicción sin resolver. El intento de Calvino por superar el conflicto entre el sábado como “norma perpetua desde la Creación” y “ley ceremonial temporal” no es convincente. ¿Acaso el sábado no realiza las mismas funciones prácticas para los judíos que para los cristianos? Además, cuando Calvino enseña que para los cristianos el sábado representa “la renuncia propia” y “el verdadero descanso” del evangelio,164 ¿no está atribuyéndole a ese día un significado “tipológico-simbólico” similar al que tenía el sábado judío? Esta cuestión pendiente reaparece en los escritos de los sucesores de Calvino dando lugar a un sinfín de controversias. Por ejemplo, Zacarías Ursinos, el compilador de aquella importante confesión reformada conocida como El Catecismo de Heidelberg (1563), enseña que “el sábado del séptimo día fue ordenado por Dios desde el principio del mundo, para indicar que el hombre, siguiendo su ejemplo, debía descansar de sus trabajos” y, “aunque el sábado ceremonial fue abolido en el Nuevo Testamento, el sábado moral todavía perdura y nos atañe tanto a nosotros como a otros”.165 Esta posición fue defendida posteriormente con tenacidad en el monumental trabajo del famoso puritano británico Nicolás Bownde,166 escrito en 1595 con el título de La doctrina del sábado, y en otros documentos confesionales, tales como el Sínodo de Dort de 1619167 y la Confesión de Fe de Westminster de 1646.168
Estos y otros documentos, sin embargo, no dan una explicación lógica a la arbitraria y artificial distinción entre el llamado aspecto moral (constante, perpetuo, natural) del sábado aplicado al domingo y su aspecto ceremonial (contingente, temporal, mosaico), supuestamente anulado por Cristo. Pretender que la especificación del séptimo día es un elemento litúrgico del sábado porque fue designado para ayudar a los judíos a conmemorar la Creación y a experimentar el reposo espiritual significa cerrar los ojos al hecho de que los cristianos necesitan dicha ayuda tanto como los judíos; significa dejar a los cristianos en la confusión de no saber por qué deben consagrar un día al culto