¡Qué profunda percepción del significado del sábado bíblico! Un día para permitir que el creyente muera y resucite con Cristo.114 Un día para dejar que Dios encuentre “morada, complacencia y paz en nosotros”. La intención de este libro es estudiar temas como ese contenidos en el sábado. Uno se pregunta cómo Lutero y Melanchthon pudieron contemplar el sábado como una norma dada en la Creación y a la vez como una institución mosaica. La explicación está en que adoptaron y desarrollaron la distinción hecha por Tomás de Aquino entre la ley natural y la ley mosaica o, como ellos las llamaron, la ley moral y la ley ceremonial. Esta distinción es articulada con más claridad por Melanchthon que por Lutero, aunque este último sostenía que “la legislación mosaica sobre el sábado [...] ha sido abolida” porque “no está respaldada por la ley natural”.115 Sin embargo, fue Melanchthon quien, en respuesta a los que llevaban la posición de Lutero al extremo de rechazar la observancia de cualquier día, afirmó lo siguiente: “En este mandamiento hay dos aspectos, uno general que la iglesia necesita siempre, y otro específico, referido a un día especial que solo atañía al pueblo de Israel [...]. Porque lo general de este mandamiento, a saber la necesidad del culto, pertenece al ámbito de lo moral, natural y permanente; pero lo específico, lo relacionado con el séptimo día, pertenece a lo ceremonial [...] y no nos atañe a nosotros; por lo tanto, nosotros tenemos nuestras reuniones el primer día, es decir, el domingo”.116
Es difícil comprender la lógica de este razonamiento. ¿Cómo el principio de consagrar un día de la semana “para el servicio de la predicación y del culto público” puede catalogarse como moral, pero la especificación del séptimo día como ceremonial, y solamente válida para el pueblo de Israel? Objetar que el séptimo día es ceremonial porque no tiene una explicación evidente en la razón humana (ley natural) es un argumento de doble filo, porque tampoco la lógica humana lleva por sí misma a descubrir el principio de que se debe consagrar un día a la semana para dedicarlo al “servicio de la predicación y al culto público”.117 En realidad, esto último ni siquiera se puede deducir explícitamente del cuarto Mandamiento, que dicho sea de paso, no menciona la necesidad de asistir a servicios públicos de culto, sino solo la necesidad de descanso (Éxo. 20:10).118 La idea de que el Decálogo está basado en la ley natural es una elaboración del escolasticismo (influido por la filosofía moral clásica).119 En la Biblia, el sábado y el resto de los Diez Mandamientos no aparecen como un fruto de la razón humana, sino de una revelación divina especial. El hecho de que la razón humana pueda descubrir por sí misma muchos de los valores éticos del Decálogo prueba su racionalidad, pero no su origen.
La distinción luterana entre aspectos morales y ceremoniales o naturales y mosaicos en el sábado nos parece un honesto pero inadecuado esfuerzo por salvar algunos de los valores del sábado en el enfrentamiento de dos amenazas opuestas: por una parte, la de los antinomianos radicales, que negaban la necesidad de observar ningún día;120 por otra, la de los legalistas católicos y reformados, que defendían la santificación de las fiestas como “necesaria para la salvación”.121 La Confesión de Augsburgo alude a esas “monstruosas disputas” y explica que “esos errores proliferaron en la iglesia cuando la justificación por la fe no fue enseñada con suficiente claridad”.122 Lutero realizó encomiables esfuerzos para evitar a la vez el Scylla del legalismo y el Carybidis del antinomianismo. Solo cabe lamentar que para conseguir su objetivo rechazase como mosaicos y ceremoniales algunos aspectos y funciones importantes del séptimo día que, como veremos más adelante, son de incalculable valor para comprender y experimentar la “justificación por la fe”. En lugar de ello, Lutero optó por conservar el domingo como un día aceptable “establecido por la iglesia para el bien de los laicos y de las clases trabajadoras”123 que necesitan “por lo menos un día a la semana para descansar [...] y asistir a los servicios religiosos”.124 La distinción radical de Lutero entre ley natural y ley mosaica, y entre Ley y evangelio, fue adoptada y desarrollada hasta sus extremos por grupos radicales como los anabaptistas, puritanos extremistas, cuáqueros, menonitas, huteritas y las modernas confesiones antinomianas.125 Todos estos sectores han argüido que el sábado no fue establecido por Dios en la Creación, sino que pertenece a la dispensación mosaica cumplida y abolida por Cristo. Consecuentemente, en la dispensación cristiana los creyentes estarían exentos de la observancia de cualquier día de reposo en particular.
Catolicismo. El punto de vista católico acerca del sábado se mantuvo en el siglo XVI básicamente en la postura tomista, distinguiendo entre ley mosaica y ley natural. Leamos, por ejemplo, el Catecismo del Concilio de Trento (1566), llamado también “Catecismo romano”. En el cuarto capítulo de la tercera parte explica la diferencia entre el sábado y el resto de los Mandamientos, diciendo: “Los demás preceptos del Decálogo pertenecen a la ley natural, y son perpetuos e inalterables [...] porque concuerdan con la ley de la naturaleza, cuya fuerza impele a los hombres a su observancia; pero el mandamiento relativo a la santificación del sábado, en lo que al tiempo señalado (para su observancia) se refiere, no es inmutable ni inalterable sino susceptible de cambio, ya que no pertenece a la ley natural, sino a la ceremonial [...] puesto que solo a partir del tiempo en que el pueblo de Israel fue liberado de la opresión de Faraón se observó el sábado”.126 Y concluye diciendo que “la observancia del sábado (como séptimo día) ha sido abolida [...] al mismo tiempo que los demás ritos y ceremonias hebraicos, a saber, a la muerte de Cristo”.127
Ya mostramos anteriormente la falta de lógica que existe en considerar la especificación del séptimo día en el cuarto Mandamiento como una ley mosaica y ceremonial. Solo añadiremos que sobre la base de la ley natural también debería ser considerado como ceremonial el segundo Mandamiento, pues la prohibición de adorar representaciones iconográficas (o pictóricas) de la Deidad (Éxo. 20:3-6) tampoco es plenamente explicable recurriendo solo a la razón humana. Por eso, sin duda, la Iglesia Católica ha suprimido el segundo Mandamiento (Éxo. 20:3-6) de su Decálogo.128 Ahora bien, ¿es la razón humana un criterio legitimo para aceptar o rechazar los preceptos del Decálogo? Aparentemente, esa es la posición tomada por la Iglesia Católica para defender su derecho a introducir no solo la observancia del domingo, sino también la de otros días. Tenemos abundantes ejemplos de ello, especialmente en los documentos católicos del siglo XVI.129 Así, Johann Eck (1486-1543), en su Enchiridion, escrito contra algunos reformadores, dice que “si la iglesia ha tenido el poder de cambiar el sábado de la Biblia por el domingo y decretar la observancia del domingo, ¿por qué no va a tener también poder sobre los demás días? [...] Si uno prescinde de la iglesia y se limita a aceptar solo la Biblia, entonces debe guardar el sábado como los judíos, como ha sido guardado desde el principio del mundo”.130
Es interesante observar que Eck, aun cuando apoya la autoridad de la Iglesia Católica para cambiar el sábado por el domingo, no deja de reconocer el origen creacionista del sábado, al decir que “ha sido guardado desde el principio del mundo”.131 La misma opinión aparece expresada en un documento católico más oficial, el Catecismo del Concilio de Trento (1566): “El sábado –se explica allí– fue llamado así por el Señor en el Éxodo (Éxo. 20:8-11; Gén. 2:2), porque habiendo acabado y completado la creación del mundo, ‘Dios descansó de toda su obra’ (Gén. 2:2, 3)”.132 Más adelante, el sábado es considerado “una señal, como un memorial de la creación de este admirable mundo”.133 Este franco reconocimiento del sábado como institución y memorial de la Creación desafía y contradice lo afirmado en el mismo documento acerca del derecho de la iglesia a cambiar el sábado: “Ha placido a la iglesia de Dios transferir la celebración religiosa del sábado al Día del Señor”.134 Esta patente contradicción, como veremos más tarde, volverá a ser planteada en términos similares en la tradición protestante.
Sabatarios. Ciertos reformadores radicales adoptaron dos posiciones opuestas frente al sábado. Un sector, del que ya hablamos anteriormente, llevó hasta su consecuencia lógica la distinción luterana entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, rechazando la santificación del sábado, o de cualquier otro día, como