Debido al exotismo y estilización de los ritmos andinos ligados al imperio incaico, se estableció en los albores del siglo XX una visión parcial de la música de esa región, producida por y para un sector intelectual de Lima. En cierta medida, se incitaba a equiparar la música andina con el incanato. Por ello, hasta casi la mitad de 1950 muchos de los músicos y danzantes vernaculares andinos aún se vestían como campesinos cusqueños, o lucían indumentaria de la cultura inca en sus presentaciones. Arguedas, y su visión real y profunda de las culturas andinas, ayudó a romper con ese arquetipo. Una de sus discípulas más iconoclastas fue Pastorita Huaracina.
También conocida como la “Reyna de las Chuscadas”, sentía que debía articular su arte con la historia y los símbolos del Perú. Entonces, diseñó una vestimenta con bordados de los símbolos patrios en la pollera. Ella quería, como mujer y artista peruana, mostrarse como un referente de la cultura de su región, pero al mismo tiempo reafirmar su compromiso con el Perú. Arguedas tenía una visión más conservadora y purista de la preservación de las costumbres. El escritor le hizo saber que estaba en desacuerdo con ella. La artista, firme, decidió continuar con su misión integradora. En la portada de su disco Música del Ande, perennizó esa indumentaria bella pero polémica.
Creo que mi destino fue nacer en un hermoso departamento como Áncash, y la dicha más grande de amar al Perú como lo amo, y que Dios me dio esta voz precisamente para ser una humilde mensajera de lo que significa la cultura musical de nuestro país. Mi responsabilidad la estoy cumpliendo hasta el final, los años no cuentan. Lo que cuenta es el entusiasmo y el coraje de demostrar lo que somos los peruanos.
En la fotografía de la portada de su primer álbum, titulado Mi dolor, Pastorita Huaracina deslumbra orgullosamente con su traje artístico, en el que se aprecian las figuras delicadamente bordadas de los catorce incas que gobernaron el Tahuantinsuyo (según la cronología de Garcilaso de la Vega, la dinastía incaica inició en 1043 con Manco Cápac y terminó con Atahualpa en 1533).
En su presentación de diciembre de 1967 en el Teatro Municipal de Lima, para celebrar sus Bodas de Plata, estrenó su vestuario “Los ocho cóndores de Chavín”. Fue uno de sus trajes preferidos para presentaciones en el extranjero. También destaca su pollera de la Puya de Raimondi y la Estela de Chavín, que lució en sus Bodas de Oro. Los artesanos del bordado que elaboraron sus emblemáticas prendas fueron los maestros Aquilino Ramos, Willy Carhuallanqui y Rafael Herrera.
Producción musical
En 1947, gracias al crecimiento de la industria fonográfica peruana, la música popular andina tuvo un auge y una difusión inusitados. La intervención y compromiso del amauta José María Arguedas, desde su cargo como Jefe de la Sección de Folclor del Ministerio de Educación, fue fundamental para su desarrollo. Ese año se comenzó a grabar la música de las compañías folclóricas. De allí en adelante las melodías del ande se hicieron masivas, al mismo ritmo que el crecimiento migratorio en Lima.
En el Perú, recién en 1953 la discografía andina encuentra un espacio de difusión en la radio limeña, que hasta esa fecha sólo emitía música criolla o extranjera. Radio El Sol —y gracias al empeño del productor de espectáculos Luis Pizarro Cerrón, que influyó en los directores de la radio— fue la emisora que a diario y en el horario de las seis de la mañana inició, con el programa Sol de los Andes, la divulgación de la música andina para la gran masa migrante asentada en la capital. El éxito fue rotundo. Este fenómeno contribuyó a la difusión masiva de las creaciones musicales de artistas populares como nuestra Pastorita Huaracina.
“Grabé ‘Cervecita Blanca’ —con el Conjunto Musical Atusparia— y fue como mi segundo debut, fue algo maravilloso porque se regó a nivel nacional a través de las emisoras como Radio El Sol”, recordó Pastorita.
Cervecita blanca huaracina,
eso no se toma sin su dueño,
si es que lo has tomado caro
cuesta veinticinco libras la docena.
De lejos, lejitos ha venido
esta cervecita huaracina,
para curar los males de mi pecho,
más de un remedio he tomado…
Fuga (en quechua): Tsetakush wakakushun, Tsetakush llakikushum, kushikush wararishum (Por esto vamos a llorar, por esto vamos a sufrir, a pesar de los pesares alegres hay que amanecer).
El género musical andino que cultivó Pastorita Huaracina fue el huayno ancashino, también conocido como “chuscada”. Los historiadores explican que fue el mismísimo libertador Simón Bolívar, en 1824, quien en su travesía libertaria por la sierra ancashina bautizó esa tonada alegre y rítmica que se bailaba con ondulante gracia y agitación rítmica de pañuelos.
Las primeras grabaciones de Pastorita Huaracina fueron hechas en discos de acetato de setenta y ocho revoluciones por minuto. Luego impregnó su bella voz y famosos huaynos en discos de vinilo de cuarenta y cinco revoluciones por minuto, en formatos de mini play y LP. “El público escucha por primera vez mi voz. Pienso honestamente ahora que ya tengo cincuenta y siete años de trayectoria: ¿qué encontraron en mi voz para quedar impregnada? Estas canciones, hasta este momento, son como un recuerdo maravilloso y para mí es el regalo más precioso de la vida”, contó nuestra Pastorita en una entrevista en 1999.
Cortesía de la artista.
A los veintiséis años, María Alvarado Trujillo firmó su primer contrato con la disquera Sono Radio. Sentada, orgullosa, feliz y exitosa, miraba la lente de la cámara que eternizó ese momento especial junto al maestro del criollismo y primera guitarra del Perú, don Óscar Avilés, quien en esos años era el director artístico de la disquera. Años antes, la productora Odeón del Perú le había hecho un contrato para la grabación de sus discos. En su representación, quien suscribió el documento fue el director del Conjunto Ancashino Atusparia, Juan Maguiña. En la década de 1960 firmó un contrato con la disquera Virrey.
En su época de oro, llegó a vender en el Perú más discos que los Beatles. Sus producciones eran un éxito de ventas. Era la diva del pueblo andino. Pastorita Huaracina ha registrado su voz de mezzosoprano —según los musicólogos—, aguda y melodiosa, en veintiún LPs y dos Mini Play. “Ya he perdido la cuenta de los cientos de discos de 78 y 45 revoluciones que he grabado”, dice con orgullo la artista, que se daba el lujo de grabar cuatro discos al mes. En 1982, en una entrevista para la revista Coliseo, afirmó haber impreso su melodioso y agudo timbre de voz en cuatrocientos discos.
La artista popularizó e inmortalizó hermosos huaynos que varias generaciones han podido disfrutar desde la era de gigantescos reproductores de discos, conocidos como pick up, hasta hoy en formato digital. Sus canciones superan el millón de visitas en YouTube, y sus fanáticos se decantan en elogios y gratos recuerdos. Sus añejos y populares huaynos —cantados en español y en quechua— siguen vigentes en el alma popular de los peruanos y peruanas. Los reflejan en sus sentimientos, en sus anhelos, en su protesta y búsqueda de un Perú más justo e inclusivo. Los conectan con su historia y también con su cotidianidad.
He aquí un resumen de sus principales canciones: “Así canta Áncash”, “Quisiera quererte”, “Malvacina”, “¡Zorro, zorro”, “Mujer andina”, “Tu boda”, “El paria”, “Río Santa”, “El gorrioncito”, “Basta, corazón, no llores”, ”Callejon de Huaylas”, “El borracho”, “A los filos