Los avatares de una ficha: la Crónica popular del Cid
Desde su princeps la llamada Crónica popular del Cid, (Sevilla: Tres Compañeros Alemanes [Juan Pegnitzer, Magno Herbst y Tomás Glockner], 1498, mayo), se edita como anónima, aunque, como es bien conocido, todos sus materiales proceden de la Crónica abreviada de España,30 conocida también como Valeriana por su autor Mosén Diego de Valera (1412-1488).31 Ahora bien, en varias ediciones de la crónica cidiana subsisten ecos de su autoría, como en una supuesta edición de Sevilla, Alonso de la Barrera, 1546, según apuntaba Palau y sugería José Manuel Lucía Megías.32 Más recientemente, Cristina Moya ha destacado que en las dos últimas ediciones del texto, La corónica del muy valeroso e invencible cavallero el Cid Ruy Díaz (Sevilla, Alonso de la Barrera, 1587 y 1596), surge tímidamente la voz del autor, a diferencia de las anteriores: «Quise yo, mossén Diego de Ualer, principiar su historia desde que començó a reynar en España el muy noble y christianíssimo rey don Fernando, primero deste nombre».33 En coherencia con sus orígenes, avalados por su pervivencia, daremos un paso más adelante y la atribuiremos a su principal responsable, Diego de Valera, informando en nota del proceso.
Es habitual que los editores por motivos generalmente comerciales agrupen dos o más obras en una misma impresión, bien por su tamaño o bien por considerar que se trata de textos que comparten afinidades genéricas, temáticas, materiales, formales, etc., de lo que constituyen una buena muestra la Summa de las corónicas de los muy valientes y esforçados cavalleros castellanos el Cid Ruy Díaz de Bivar y el conde Fernán González, Alcalá de Henares, Sebastián Martínez, 1562.34 La imagen caballeresca inicial, la unión de ambos protagonistas, héroes en sus lides contra los infieles, los calificativos de «valientes y esforçados» además de «castellanos» suponen una propuesta editorial ininteligible sin los libros de caballerías, pero sustentada en otro registro ideológico en el que los protagonistas no pertenecen a países exóticos y lejanos. En el título se ha recuperado el término de «Suma», presente ya desde el inicio de la princeps, «Aquí comiença un libro llamado suma de las cosas maravillosas que fizo en su vida el buen cavallero...» (1498, fol. aijr), término aplicado «siempre a obras de rigor científico, geográfico, teológicas, legales, etc.».35 Retomando palabras de Pedro Cátedra, «nos sorprende la paradoja de una renovada popularidad de los héroes españoles de la caballería de papel en los momentos de ruina abierta de los códigos caballerescos».36 Por los años de esta edición, Felipe ii trató de renovar la caballería de cuantía ante las necesidades internas de defensa, lo que dio pie a dos pragmáticas o leyes de 1562 y 1563 que establecían la necesidad de «actualizar esa institución de pequeña nobleza ciudadana»,37 un transfondo sociopolítico y cultural propicio para la publicación del libro.
En cuanto a su fecha de composición, la crónica cidiana es posterior a 1481, fecha de la edición de la Valeriana, y anterior a su propia impresión, mayo de 1498, una época propicia para la exaltación del personaje. La publicación constituía el lógico colofón de la trayectoria de una figura como la del Cid, que había adquirido renovada importancia durante el siglo xV y primeros años del XVI.38 Como no tratamos de realizar ningún repertorio específicamente bibliográfico, registramos las obras con unos datos editoriales mínimos: ciudad, nombre del editor o editores así como si ha sido costeada por algún mercader de libros, acompañados de la fecha de edición y su formato, dato significativo para algunos de nuestros objetivos. En este sentido, en la portada de la Suma de las corónicas se indica el lugar de su venta («véndese en casa de Luis Gutiérrez, mercader de libros»), lo que nos permite insertar el libro en su imprescindible contexto comercial en el que se invierte un dinero con el objetivo de obtener unos beneficios.39 El mencionado, significativamente apodado el Rico, fue uno de los libreros más importantes de Alcalá, interesado especialmente en obras de espiritualidad,40 y aunque el libro que comentamos no cabe en este apartado, sin duda en la biografía de los dos castellanos varios hitos subrayan la especial protección que les dispensó Dios.
Editó la Suma de las corónicas en folio y a dos columnas, datos relevantes desde la perspectiva de su recepción porque implica que se ha dignificado el texto, asimilándolo desde la imagen de su portada y en su mise en page a las crónicas y libros de caballerías frente a las ediciones anteriores de la Crónica popular del Cid y del Fernán González, que salieron de los talleres impresores en 4º y a plana entera. La unión de ambas obras venía favorecida por su tamaño, temática afín, etc., y suponía un reto comercial: ofrecía las crónicas de dos personajes históricos a un precio más barato por su tamaño que la edición de la Crónica particular del Cid de mediados de siglo, también editada en folio y a dos columnas: Crónica del famoso e invencible cavallero Cid Ruy Díaz Campeador, agora nuevamente corregida y enmendada (Medina del Campo, Francisco del Canto,1552, 24 de octubre, con dos emisiones, Juan Maria Terranova y Jacome de Liarcas y Alexo de Herreras, mercader de libros).
En su conjunto, la Crónica popular del Cid obtuvo un gran éxito editorial, como lo avalan los numerosos impresos que se sucedieron a lo largo del siglo XVI, no siempre bien catalogados. Simón Díaz en su artículo mencionado indicaba que hasta 1560 la Crónica popular del Cid había visto la luz en nueve diferentes ocasiones, sin detallarlas, número que no coincide con las catalogadas en su Bibliografía, III, II, núms. 5412 y ss., aunque resulta coherente con otros datos complementarios que a buen seguro utilizó. Basándonos en sus referencias, Nieves Baranda, José Manuel Lucía y yo mismo aceptamos que la obra se publicó durante el siglo XVI en catorce ocasiones,41 si bien con los datos actuales deben contabilizarse 16 o 17, enumeradas a continuación, solo con alguna referencia bibliográfica además de la de Simón Díaz:42
(1) Sevilla: Tres Compañeros Alemanes, 1498, mayo [Haebler, núm. 173; Simón, núm. 5421].
(2) Sevilla: [s. i.], 1509, 8 de enero [Norton, núm.1005; Simón, núm. 5422; Martín Abad, Post-incunables, núm. 529].
(3) Sevilla: Jacobo y Juan Cromberger, 1525, 22 de noviembre [Simón, núm. 5423; Griffin, núm. 254].
(4) Toledo: Miguel de Eguía, 1526 [Pérez Pastor, núm. 118; Simón, núm. 1526].
(5) Sevilla: Juan Cromberger, 1533 [Simón, núm. 5425; Domínguez, núm. 345].
(6) Sevilla: herederos de Cromberger, 1541, mediados de noviembre [Simón, núm. 5426; Griffin, núm. 450].
(7) Salamanca: Juan de Junta, 1546 [Simón, núm. 5427; Ruiz Fidalgo, núm. 287].
(8) Sevilla: Alonso de la Barrera, 1546 [Palau, núms. 348861 y 54490; Simón Díaz, núm. 5428].
(9) Sevilla: Dominico de Robertis, 1548, 25