Precisiones sobre el concepto de identidad regional
La memoria colectiva
Acabamos de ver cómo una de las facetas de la identidad regional reside en el hecho de asentarse en la historia y en el patrimonio de la región. Los capítulos precedentes suministran numerosas ilustraciones en este sentido. ¿De qué manera la herencia histórica y patrimonial puede generar la identidad de una región?
El concepto de memoria colectiva permite hacer la unión entre herencia e identidad. Remontémonos a M. Halbwachs, creador del concepto de memoria colectiva. Si la historia quiere ser objetiva y acentúa las discontinuidades temporales, al contrario, la memoria colectiva “es el grupo visto desde dentro”. Presenta un cuadro o un sistema de imágenes para persuadir a los miembros del grupo de que continúa siendo el mismo, a pesar de los cambios ocurridos. La memoria colectiva actúa de tal manera que los cambios se resuelven en semejanzas que constituyen los rasgos fundamentales del grupo. (6) Así, la memoria colectiva es una imagen del pasado construida por la colectividad. La ubicación en el espacio tiende a fijar la memoria colectiva de un grupo:
Cuando un grupo está localizado en una parte del espacio la transforma a su imagen, pero al mismo tiempo, se dobla y se adapta ante cosas materiales que se le resisten. Se encierra en el marco que ha construido. La imagen del medio exterior y de las relaciones estables que mantiene con él pasa al primer plano de la idea que se hace de sí mismo. Penetra en todos los elementos de su conciencia, modera y regula su evolución. La imagen de las cosas participa en la inercia de éstas. (7)
Así, el concepto de memoria colectiva permite comprender cómo la historia y el patrimonio intervienen en la dinámica social: hay memoria colectiva cuando hay apropiación del patrimonio y de la historia por parte del grupo. Es necesario añadir a estas observaciones que esta apropiación no se hace “naturalmente” por la colectividad. Estos procesos tienen lugar mediante el juego de sus actores; la memoria colectiva se transforma de la misma manera. Una investigación reciente nos ha permitido verificar estas ideas. (8)
De estas palabras se deduce que el patrimonio arquitectónico, su restauración, así como los museos que lo prolongan, son montajes con los que una colectividad territorial se da a conocer entre sus miembros y entre los extranjeros. Frecuentemente ocurre lo mismo con las fiestas: son la oportunidad que tiene una comunidad para mimar una cierta fase de su historia, más o menos mítica, y con ello poner de relieve su identidad. Subrayemos que estos procesos no son nunca mecánicos: la identidad de las regiones y localidades no determina automáticamente a los demás sectores de la vida social.
Los fabricantes de identidad
Los procesos de identidad referidos hasta ahora, son el hecho de una multitud de actores. Con la aparición de nuevas técnicas de comunicación y de información, bajo el nombre de marketing público, se constituye una categoría de profesionales especializados en la elaboración de imágenes de marca no sólo para productos y empresas sino también para colectividades públicas: municipios, provincias, regiones, estados. El libro Décentralisation à l’affiche (9) da una buena idea de lo que son los fabricantes de identidad. Las funciones de esta forma de comunicación son por lo menos de tres tipos:
• Informar a los habitantes de una colectividad territorial sobre los múltiples servicios a su disposición;
• Informar a los ciudadanos acerca de las acciones que son desarrolladas por las autoridades;
• “Dar forma, precisar, incluso crear un discurso global sobre la colectividad”, (10) en otras palabras, se trata de moldear la identidad de una colectividad.
Tomemos el ejemplo de la región norte del Pas de Calais. Ésta tiene un problema de imagen traducido en la expresión “El Infierno del Norte”. Esta imagen negativa constituye un freno para el desarrollo regional compartido con todas las regiones con un antiguo pasado industrial:
Hasta mediados del siglo XIX, la imagen de las localidades que constituían el norte del Pas de Calais era fuerte, atractiva, contrastada, diversificada. A partir de la gran época industrial se redujo al terreno económico e industrial. En los años sesenta esta reducción se agravó con una connotación de regresión y declive. El estereotipo, en su forma dura y reciente, es el resultado de una cristalización de varios ingredientes (trabajo/producción+caseríos de mineros/adoquines+clima) que ocurrió inesperadamente en el momento en que la evolución de las mentalidades afirmaba los valores del ocio y del sol. Los mismos habitantes de la región han integrado esta imagen negativa y el estereotipo se ha reforzado. Para cambiar era necesario que sus habitantes mirasen su región con otros ojos”. (11)
Con base en esta constatación, las autoridades de la región, en 1982 empiezan un programa de estudio sobre la imagen regional y el establecimiento de un programa de comunicación. Estos trabajos muestran claramente que el estigma regional impide el establecimiento tanto de empresas como de técnicos y mandos en la región.
Se lanza entonces una campaña que cuenta con cinco temas: la formación de la juventud, los ejes de comunicación con Europa, la vida cultural, la calidad de vida y el entorno natural. El principio de esta campaña se inscribe en un concepto de la región: es una multitud de formas de vida cultural, natural, social y económica. “Imposible reducir la imagen de una región a una única cara. De entre todas las realidades, se deben escoger las más convincentes en función del objetivo escogido y del objetivo de la comunicación”. (12)
Los profesionales de la comunicación, además, ponen de manifiesto que el Nord Pas de Calais participa en la civilización del norte de Europa. A partir de este análisis, se destacan unas palabras clave para marcar claramente la identidad nórdica del Pas de Calais: “orgullosos como los vikingos”, “tenaces como los flamencos”, “conquistadores como los holandeses”, “cultivados como los ingleses”, “rigurosos como los alemanes”.
Desarrollo 10: un ejemplo de actor regionalista y su identidad
El movimiento Militantes Franco–Montañeses (MFM), es un actor de una gran eficacia. Sin entrar en detalles digamos que su rol ha sido particularmente decisivo en la lucha contra el establecimiento en la región de una plaza de armas y contra ciertas formas de turismo. Muy animado en los años sesenta y setenta, está latente desde hace unos años. No obstante, es el prototipo de actor regionalista. En pocas palabras, ¿de quién se trata?
Desde los años sesenta, los MFM desarrollan luchas políticas, económicas y sociales: mantener a toda costa la vocación agrícola de las montañas francas y evitar el dominio del país por promotores y especuladores.
Estas luchas también son culturales ya que implican una resistencia contra equipamientos que amenazan con “desnaturalizar” la región.
Los Militantes Franco–Montañeses también han realizado acciones simbólicas, tanto para sensibilizar a la opinión francomontañesa y suiza, como para hacer fracasar grandes operaciones desnaturalizadoras. Su oposición a determinadas formas de turismo es una clase de lucha presente en todas partes de Europa.
La afluencia temporal de turistas no provoca problemas en sí misma. Que diez o cincuenta basilienses estén aquí durante el fin de semana es poco molesto. No es su llegada la que da problemas sino el hecho de que acaparan terrenos y casas. El proceso es comparable a una especie de gangrena: cada metro cuadrado que se compra puede darse por perdido, ya no vive, se vuelve improductivo, no sirve para nada [...]. Y encima, no del todo satisfechos con cercar