No sólo eso. Gilberto retoma autores que fundamentan la transversalidad de la cultura, en tanto “penetra todos los aspectos de la sociedad, de la economía a la política, de la alimentación a la sexualidad, de las artes a la tecnología, de la salud a la religión” y señala sus funciones, donde radica la eficiencia propia y la fuerza operativa de la cultura: la función cognitiva, la identificadora, la de orientación, la normativa y la justificadora: “la cultura interiorizada en forma de representaciones sociales es a la vez esquema de percepción de la realidad, atmósfera de la comunicación intersubjetiva, cantera de la identidad social, guía orientadora de la acción y fuente de legitimación de la misma”.
Comprender a cabalidad la amplitud y riqueza de estas nociones puede significar el resquebrajamiento definitivo de ciertas prácticas de la promoción cultural que se restringen a la difusión, generalmente de las artes, particularmente de las llamadas (aún) “bellas artes”. La cultura entendida en toda esa vastedad que propone Giménez, da sentido, entendimiento y razón de ser, por lo que su papel en la definición de cualquier tipo de proyecto social (a cualquier escala) resulta fundamental.
Gilberto aborda el fenómeno cultural con todas sus dificultades intrínsecas: los fenómenos provocados por la modernización; su contradictoria y complementaria relación dialéctica con la tradición; las posibilidades brindadas por el pensamiento complejo no le son ajenas e incluye el enfoque que reconoce “la dinámica, la multidireccionalidad y la incertidumbre de la transformación sociocultural”, y opta por aquellas teorías que explican el cambio a partir de la contradicción y el conflicto. Por ejemplo, las culturas populares no son definidas por su contenido, sus cualidades estéticas o su grado de coherencia sino por su nexo con las clases subalternas; es decir, por la posición que los sujetos que las sustentan ocupan en la estructura socioeconómica global. La cultura es objeto de lucha por el poder y por construir y preservar hegemonía: deja de ser algo exterior al poder y se convierte en una forma de poder que permite imponer significados, valores y modos de comportamiento “legítimos”, reorganizando las relaciones de sentido y logrando reconocimiento universal, transmutando lo histórico en “natural”. Nuestro autor concluye con Fossaert: “la hegemonía constituye el modo específicamente cultural de confrontación entre las clases sociales”.
Giménez problematiza desde la hermenéutica, el análisis cultural que se plantea como una preocupación esencialmente interpretativa para resolver una necesidad de comprensión: “toda interpretación implica interpretar lo ya interpretado [...] comprender una cultura es también [...] mirarla [...] desde la alteridad [...] la interpretación de una cultura resulta siempre de un diálogo entre dos culturas [...] la posibilidad de conflicto de interpretaciones es inherente a toda interpretación [...] la única manera de resolverlo es la discusión racional en un espacio de comunicación libre de presiones, donde la única fuerza reconocida y admitida sea la del mejor argumento”.
Por todo ello, los libros que presentamos son de la mayor pertinencia y más aún cuando son compilados y comentados por un autor tan reconocido como Gilberto Giménez, con una trayectoria en el campo académico rica en logros y reconocimientos: doctorado en Sociología por la Universidad de la Sorbona, miembro emérito del Sistema Nacional de Investigadores de México. Sus principales líneas de investigación se han centrado justamente en temas como cultura, cambio cultural y región.
La edición original estuvo bajo el cuidado de Nicolás Guzmán, quien con minuciosa dedicación y gran profesionalismo nos entregó esta monumental obra. Por su parte, Andrés Fábregas escribió con su prestigiada pluma de maestro y reconocido académico el Prólogo. Un agradecimiento para ellos y para todos aquellos que colaboraron en la primera edición, así como un reconocimiento especial para quienes hicieron posible esta segunda edición, que bien podría calificarse como un acto heroico por todo lo que implicó.
Esta nueva edición se publica gracias al ITESO, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y la Universidad Iberoamericana Puebla, pero, sobre todo, gracias a Gilberto Giménez, que aceptó generosamente reeditar esta extraordinaria, erudita, titánica y lúcida obra, para que los gestores culturales se confronten y enriquezcan teóricamente a través de la reflexión y el diálogo con fundamento.
Prólogo a la primera edición (1)
ANDRÉS FÁBREGAS PUIG
Dos conceptos han sido críticos en el desarrollo de la antropología en particular y de las ciencias sociales en general: el de sociedad primitiva y el de cultura. Acerca del primero, Stanley Diamond elaboró una amplia discusión que situó la relación entre sociedad primitiva y la civilización de manera, me parece, adecuada. (2)
Respecto del concepto de cultura, Gilberto Giménez Montiel ha escrito y compilado la discusión más completa desde la publicación en 1952 del texto clásico de Kroeber y Kluckhohn. (3) Tal es la importancia de esta obra que ve la luz en México bajo el sello editorial del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y del Instituto Coahuilense de Cultura.
La obra se divide en nueve capítulos que contienen trabajos diversos reunidos bajo un rubro general. Se trata de ensayos y artículos de diferentes autores representativos de varias corrientes teóricas en las ciencias sociales, cuya virtud es la de transmitir puntos de vista complejos sobre el concepto de cultura. En cada caso se informa de la procedencia del artículo y, cuando así lo amerita, se acredita al traductor. Por cierto, el propio Gilberto Giménez ha traducido no pocos de estos artículos escritos originalmente en alemán, francés, inglés e italiano.
Precede a los nueve capítulos mencionados, un extenso texto del propio Gilberto Giménez que constituye el eje central de la obra. En éste, el autor discute con gala de erudición el desarrollo del análisis de la cultura en las ciencias sociales. Se trata de un ensayo complejo y exhaustivo que examina las tradiciones metodológicas y teóricas que han intervenido o intervienen en la reflexión sobre la cultura. Ha escrito un texto que permite al lector adentrarse a una problemática de suyo difícil y en ocasiones confusa, precisamente por la abundancia de definiciones y puntos de vista acerca del concepto de cultura, sin mencionar la cantidad de significados que se le asignan fuera del ámbito académico. Es particularmente interesante el acercamiento crítico que propone Gilberto Giménez en el examen de cada punto de vista. Ello en sí constituye una lección.
Es ampliamente conocido que el primero en ofrecer una definición antropológica del concepto de cultura fue Edward Tylor en 1871. En un párrafo memorable, Tylor resumió así su opinión: “... [la cultura] es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, la costumbre y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre en sociedad”.
La propuesta de Tylor rompió con el esquematismo biológico dominante en aquellos días en las ciencias sociales, y señaló con claridad que la transmisión de la cultura pasaba por las relaciones sociales. Años después, los antropólogos resumieron este punto de vista al afirmar que la cultura era la herencia no biológica del ser humano. En un siglo dominado por el evolucionismo y la biología, la propuesta de Tylor fue innovadora y permitió despojar al concepto de cultura de un significado de élite, aristocrático incluso, que servía a los fines del poder. Los “cultos” eran quienes dictaban las reglas del juego y dominaban el escenario político. Por supuesto, los pueblos no europeos se clasificaron como “incultos”, al lado de las clases bajas, obreros y campesinos. La propuesta de Tylor abrió la posibilidad de concebir la cultura como una capacidad compartida por todos los seres humanos. Tal definición de Tylor permanece en el trasfondo de la posición de no pocos antropólogos contemporáneos.