Desde cabina. Jorge Gutiérrez de Velasco Rodríguez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge Gutiérrez de Velasco Rodríguez
Издательство: Bookwire
Серия: Vos Téknika
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786079878122
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misma actividad la probabilidad de fracaso se incrementa, incluso exponencialmente.

      Históricamente el fracaso ha sido considerado como negativo en el devenir humano: fracasar puede ser considerado nefasto y sumamente rechazado. Según la rae, un fracasado se define como “adj. dicho de una persona: desacreditada a causa de los fracasos padecidos en sus intentos o aspiraciones”, es decir, fracasar es la antesala de la desacreditación y hasta del escarnio público.

      Para otras culturas y entornos, fracasar es sinónimo de valentía, tenacidad, coraje y resiliencia; es del mismo modo sinónimo de madurez, de emprendimiento y de autogestión. Para muchos de nosotros, fracasar ha sido un estigma que, desde el seno familiar, se inculca como algo que debe evitarse a toda costa. En Silicon Valley, una de las capitales mundiales del emprendimiento y desarrollo tecnológico, se aprecia sobremanera el fracaso; un ejemplo de ello es que cuando se analiza la viabilidad de un proyecto para recibir apoyo financiero es auscultado, a detalle, el historial de fracasos del emprendedor que promueve el proyecto, y si existen proyectos que al final se encuentran empatados técnicamente, el ganador es aquel que más fracasos ha tenido en su trayecto emprendedor. Esto significa llevar la apreciación del fracaso a la acción y al crecimiento.

      Fracasar es el alimento de la resiliencia y, sobre todo, es una lección que bien aprendida nos prepara para crecer, para proyectarnos más allá de los propios límites, allanando el camino para emprendimientos de mayor envergadura.

      Reconozco que he fracaso más de lo que podría recordar, pero también he construido más de lo que podría haber imaginado, y no lo hubiera logrado si no hubiera vivido los tropiezos que hoy atesoro y que incluso recuerdo con cierta nostalgia. Me encantaría que muchas personas más vivieran el fracaso desde una óptica más natural, menos aterradora, y sobre todo, más constructivista. Sí, así como la describen Piaget y Vygotski, como un elemento más de un proceso de aprendizaje interactivo, permanente e iterativo, que invite a las personas a construir su conocimiento y experiencias. Seríamos otro país, si atesoráramos el fracaso. ¶

      12 de octubre de 2019

      1 Michael Jordan en Robert Goldman y Stephen Papson (1998). Nike Culture: The Sign of the Swoosh. SAGE Publications, 194 pp.

      Por la universidad

      Volar es despegar y aterrizar, es tener un plan de vuelo, una ruta; es esperar que la capacidad de la tripulación marque la diferencia en el trayecto, siempre buscando lo mejor, aprovechando aquellas relaciones, vuelos, personas, eventos, para construir un legado, una historia que se vuelva símbolo y aspiración.

      Patlani sin fronteras

      Hace algunas décadas, la cantidad de instituciones universitarias con opciones para ofrecer experiencias internacionales era menos diversa y de acceso detonado principalmente por el interés personal de cada estudiante. Hoy en día, sin embargo, las oportunidades que tienen las nuevas generaciones de universitarios y profesionistas son por mucho más amplias, atractivas y por supuesto más competidas, ya que si bien es cierto que las estrategias de internacionalización existen desde hace décadas en las Instituciones de Educación Superior (ies) públicas y privadas, también es cierto que hoy existe un mayor interés por parte de los jóvenes.

      En el caso de México, la política educativa incluye, desde hace varias administraciones federales, la dimensión internacional para la competitividad. En el Plan Sectorial de Educación 2013-2018, de manera implícita y explícita, se encuentran las líneas de acción 2.3.8 y 2.3.9 de la estrategia 2.3: “Continuar el desarrollo de los mecanismos para el aseguramiento de la calidad de los programas e instituciones de educación superior”, correspondiente al Objetivo 2: “Fortalecer la calidad y pertinencia de la educación media superior, superior y formación para el trabajo, a fin de que contribuyan al desarrollo de México”; dichas líneas de acción puntualizan “Apoyar nuevos modelos de cooperación académica para la internacionalización de la educación” y “Promover que más egresados cuenten con capacidades suficientes para ser admitidos en los mejores programas de posgrado de México y el mundo”, respectivamente.

      El impacto de las políticas públicas de nuestro país ha generado resultados interesantes a lo largo de los años, según los últimos resultados de

      Sin embargo, aún falta mucho más por hacer, tanto para las instituciones como para los jóvenes. Hoy los estudiantes universitarios se encuentran ante un escenario repleto de información al alcance de la mano, viven en un mundo cuyas fronteras físicas, políticas y tecnológicas son derrumbadas en un día cualquiera; se desenvuelven en instituciones que aún con limitaciones, ofrecen oportunidades incomparables para extender las alas y alzar el vuelo, en donde la voluntad de sus comunidades es mucho más grande que sus propias limitaciones; ¿dónde se encuentra entonces el gran reto? En los estudiantes mismos, en derribar esas fronteras que se yerguen como murallas en su mente, en deshacerse del listado de excusas o pretextos para no dar el siguiente paso, uno que quizá los acerque al borde del cambio, en donde deberán obligadamente extender sus alas para volar por sí mismos para acostumbrarse a las alturas y volar cada vez más alto, como lo demanda el nuevo concierto mundial… para volar sin fronteras. ¶

      9 de marzo de 2017

      1 Patlani es un vocablo de origen náhuatl con dos acepciones: 1. “volar” y 2. “tomar vuelo”. Siméon, Rémi (1977). Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, redactado según los documentos impresos y manuscritos más auténticos México. Intro. y Trad. de Josefina Oliva de Coll. México: Siglo XXI Editores, 783 pp.

      De la vinculación universitaria y otros demonios

      Tengo la fortuna de haber vivido los últimos veinte años de mi carrera profesional desarrollando actividades de vinculación entre diversos sectores industriales e instituciones de educación superior y debo decir, con humildad, que esta relevante tarea —el gran reto de las Instituciones de Educación Superior (ies)— ha sido en los últimos años muy discutida, presumida y quizá, por qué no decirlo, mal entendida.

      Explico la afirmación anterior con las siguientes premisas. Primero, la vinculación, en una buena cantidad de ocasiones, es interpretada exclusivamente como el establecimiento de relaciones industriales o con la sociedad en general, que permiten acercar a los futuros graduados a las oportunidades laborales mediante prácticas profesionales, estancias u otra actividad académica o preprofesional; en otras ocasiones, por fortuna cada vez más frecuentes, dichas relaciones son utilizadas para identificar necesidades de formación profesional, así como para la creación y