Vida campesina en el Magdalena Grande. Fabio Silva Vallejo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Fabio Silva Vallejo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587463484
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en la medida en que combinan las actividades de la pesca y la agricultura para subsistir y solo en casos de extrema penuria trabajan como jornaleros en las fincas ganaderas. Han sido estudiados para la margen izquierda del río Magdalena por Fals Borda (2006) quien, como se anotó, los llama “pueblos anfibios”. En este sentido, las caracterizaciones hechas para la margen izquierda son igualmente válidas para la derecha. Sin embargo, hay una serie de materiales que recogen una base etnográfica con matices parecidos para el Magdalena Grande. Las principales referencias son las de Krogzemis (1967), quien describe la vida diaria, hacia mediados del siglo en la Ciénaga Grande de Santa Marta, como la de pueblos dedicados a la pesca y aislados de los demás por las grandes extensiones de agua de las zonas inundables.

      Tal vez el principal trabajo es el de Mouton y Goldberg (1986), quienes recogen los comienzos del cambio propuesto por los programas del Desarrollo Rural Integrado (DRI), que buscaba hacer pasar a los campesinos de la producción para la subsistencia a la producción mecanizada para el mercado, especialmente con la yuca (manihot sculenta), el sorgo y el maíz para la alimentación de aves. En este análisis crítico se hacen evidentes las dificultades de los campesinos para asumir las actividades empresariales, no solo por la falta de formación técnica, sino también porque en los procesos productivos importaba más la subsistencia de las familias que la acumulación de capital.

      En medio de estas dificultades —que se podrían llamar “técnicas”— aparece la violencia guerrillera y paramilitar, que estigmatizó y victimizó a los campesinos anfibios, siendo señalados como auxiliadores de los grupos paramilitares por las guerrillas y como auxiliadores de las guerrillas por los paramilitares y las fuerzas armadas en sus luchas antisubversivas.

      El caso de estudio de las tierras comunitarias de “la Colorada”, en el corregimiento de Medialuna, jurisdicción del municipio de Pivijay, es esclarecedor de estos procesos de tecnificación del campesinado, habituado a producir para los mercados locales, pero que no había tenido experiencia con los productos comerciales (almidón extraído de la yuca para la industria). Finalmente, el programa del DRI fracasó estruendosamente, no solo por los problemas técnicos, sino especialmente por los problemas políticos que generó el uso de las zonas de pancoger comunitarias, de pastos y los playones, cuando las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta bajaban, ya que empezaron a ser reclamadas por los ganaderos que necesitaban el agua y los pastos para el ganado.

      Estos enfrentamientos tuvieron como combustible los procesos de paramilitarización de estas áreas inundables, abandonadas por las guerrillas hacia el año de 1990, entrando los campesinos del área en un proceso de confinamiento (Avella, 2002) que empieza a ser descrito por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en los trabajos sobre Nueva Venecia, Santa Rita, La Avianca y otras comunidades que están siendo documentadas. Este campesinado anfibio, a pesar de haber sido completamente desplazado, es el que más ha tendido a volver a sus tierras después de la aprobación y puesta en aplicación de la Ley de Víctimas.

      Teniendo en cuenta estos elementos, y para el desarrollo de este trabajo, hemos dividido el territorio en seis subregiones, las cuales —a partir de sus condiciones geográficas y culturales— nos permiten ver el complejo entramado de relaciones que han construido y constituyen al campesinado en la región del Magdalena Grande, en el Caribe colombiano.

      Vida campesina en la Sierra Nevada de Santa Marta

      Mapa 1. Sierra Nevada de Santa Marta y sus municipios

      Fuente: Fundación Pro Sierra (2020).

      Poblamiento

      Colonización de la vertiente noroccidental de la Sierra Nevada de Santa Marta

      El poblamiento del corregimiento de Minca, en la Sierra Nevada de Santa Marta, fue posible gracias a muchas dinámicas que se iniciaron desde la época de la colonia y que se mantienen hasta nuestra época. Este poblamiento va desde que se conformaron las haciendas esclavistas en lo que hoy corresponde al corregimiento de Minca, ubicado a veinte kilómetros del centro histórico Santa Marta, hasta la llegada de campesinos del interior del país, quienes colonizaron en gran parte la Sierra Nevada de Santa Marta. En la época de la colonia la hacienda Minca tuvo un papel importante en la economía regional y transnacional, dada la importancia del cultivo de café: “Entre 1800 y 1818, la familia Oligós Díaz Granados empezó a desarrollar los cafetales de Minca, reconocida como una las primeras haciendas cafetaleras de Colombia” (Viloria, 2019, p. 166).

      Posteriormente, la hacienda Minca es vendida a Joaquín de Mier y Benites, dueño de la hacienda San Pedro Alejandrino: “A partir de 1838, Minca fue propiedad de Don Joaquín de Mier y Benítez, el comerciante más próspero de la provincia de Santa Marta durante gran parte del siglo XIX” (Viloria, 2019, p. 166). Los nuevos propietarios introdujeron el cultivo de caña en la hacienda, haciendo que la economía de la finca se sostuviera con los cultivos de café y caña para la producción de panela, miel y aguardiente, y el café para la exportación y consumo local. Las haciendas Minca y San Pedro Alejandrino se mantenían con mano de obra esclava. Cuando se da la abolición de la esclavitud, en 1851, la mano de obra esclava abandona la finca y los cultivos de café son abandonados; por lo tanto, la producción de café decae, como lo sostiene Eliseo Reclus (1861) en su visita a Minca:

      Desgraciadamente su cafetal no está mejor conservado que el ingenio de San Pedro. Los árboles de café, plantados en quincunces, de tres en tres metros, están cubiertos de musgo; muy pocas frutas mezclan su brillante rojo al verde de las hojas; las yerbas abatidas por el aire, se abren paso a través de la tierra, donde se colocan las bayas para hacer secar las cáscaras. Los obreros parecen también mucho más inclinados a dormir la siesta y a cuidar los campos (p. 69).

      El desespero por no tener mano de obra esclava llevó a Joaquín de Mier a traer mano de obra del extranjero, buscando devolverle a la hacienda Minca la prosperidad que tenía antes de la abolición de la esclavitud. Para realizar esta labor, Joaquín de Mier fue hasta Génova, Italia, a traer la mano de obra (Viloria, 2019). Los extranjeros se instalaron en la hacienda Minca, pero no cumplieron el compromiso de establecerse por completo y a los tres meses de estar instalados se esparcieron por toda la Sierra Nevada de Santa Marta. La mayoría de ellos se ubicaron en el caserío de Fundación, donde hicieron su propia colonia agrícola, convirtiendo a Fundación en el centro agrícola más importante de la Nueva Granada, como lo describe Eliseo Reclus (1861):

      Algún tiempo después de mi partida de Santa Marta, el señor Joaquín Mier hizo llevar de Génova unos cincuenta agricultores, con los cuales esperaba transformar de nuevo a Minca en una floreciente propiedad. Estos italianos pasan en el ferviente más absoluto los tres meses de su compromiso, y enseguida se dispersaron por diferentes puntos, trabajando y desmontando por su propia cuenta; el mayor porte se reunió a inmediaciones de la Ciénaga de Santa Marta, en un pueblo de formación reciente, la Fundación. Allí se han entregado al cultivo del tabaco y de los árboles frutales cerca de cien familias europeas en el espacio de cuatro o cinco años; y bajo el solo impulso del trabajo libre, este punto ha venido a ser el centro agrícola más importante de las costas de la Nueva Granada (pp. 70-71).

      Más adelante, en 1892, la propiedad de la hacienda Minca pasa a manos de José María Leiva, hijo de Manuel Julián de Mier (Viloria, 2019). Dentro del inventario que fue vendido a José María Leiva se encuentran “una extensión de diez caballerías de tierra, de las cuales catorce cabuyas tenían cultivos de café” (Viloria, 2019, p. 166). Los nuevos dueños de la hacienda Minca siguieron explotando el café como su principal producto de comercialización, lo que permitió a José María Leiva invertir en el cultivo y, para el año de 1925, la hacienda Minca tenía 100 mil plantas de café sembradas (Viloria, 2019). Para finales de la década de los años treinta, José María Leiva sustituyó los cultivos de café por el cultivo de caña de azúcar; la información precisa que se tiene es “que en diciembre de 1931 los caficultores