Por este motivo, las entrevistas semiestructuradas se utilizaron como un elemento que permitió dejar hablar al campesino. El “saber escuchar” es un ejercicio que media el proceso investigativo, puesto que son los saberes de los campesinos y su representación sobre el mundo los elementos de interés para los investigadores y la investigación. En ese sentido, durante este capítulo se presentan elementos como origen-poblamiento, saberes locales y modos de vida, producción económica, conflictos sociales y afectaciones medioambientales.
En el capítulo seis se exponen las experiencias y los recorridos junto a comunidades campesinas en el departamento del Magdalena, específicamente en dos zonas que delimitamos como subregiones, comprendiendo esta delimitación geográfica no como una línea de división o frontera, sino como áreas culturales dinamizadas por el ambiente natural y por relaciones sociales históricas mediadas por el trazado de caminos en el departamento. Es así que esta etnografía busca acercarnos a una metodología para los estudios sobre el campesino en estas dos zonas del Magdalena.
En este capítulo es recurrente encontrar una narración en la que prima la voz del entrevistado y no la voz del antropólogo como la autoridad intelectual que posee el conocimiento (situación recurrente en la Academia); por ende, se encontrarán frases que quizá no se encuentren en los diccionarios de la Real Academia de la Lengua Española o en nuestro vocabulario cotidiano, pero que nos brindarán un acercamiento a comprender el significado del territorio. Por este motivo, la investigación puede no simplemente acercarnos a un público académico o interesado en estos asuntos, sino también permitirle al protagonista de estos relatos (como lo es el campesino) leer (aunque en muchas ocasiones las realidades de los territorios no han permitido a muchos campesinos el acceso a la educación, por lo que no poseen la habilidad de leer, pero con esfuerzo sus hijos sí) sus conceptos y conocimientos desde el territorio.
Para acercarse a las comunidades campesinas en la subregión Sur del Magdalena hay que comprender el territorio desde los referentes culturales y económicos, como pobladores de la Depresión Momposina o el Sur del Magdalena, por lo que es recomendable acercarse a los antecedentes y a las investigaciones sociológicas que relatan contextos similares en la Historia doble de la costa (Fals, 1979) e Historia de la cuestión agraria en Colombia (Fals, 1975), por Orlando Fals Borda, los cuales son documentos recomendados para ilustrarnos sobre historia, cultura y política de la identidad campesina regional.
El recorrido inició por el principal foco en la economía de la región: el Banco, conocida por ser llamada “Ciudad Imperio de la Cumbia” (un referente a la danza que surgió por todo el río Magdalena y que puede evidenciarse como un ejemplo del mestizaje cultural y la diversidad de esta geografía). Así mismo, este lugar representa el último momento en el trabajo campesino, como es el momento de retribución y transformación en valor monetario, con la comercialización con el mayorista (la persona que se encarga de la compra de los productos agrícolas en grandes cantidades y a precios bajos) o en los graneros (los lugares de compra y venta de víveres en los centros poblados) para, finalmente, llegar a tiendas y supermercados.
Por su parte, la zona Centro del Magdalena se caracteriza por sus paisajes de llanuras y montañas (El Difícil) y por la influencia del río Magdalena (Plato, donde la ausencia de precipitaciones y tierra polvorienta es una constante). Por ello, el acercamiento al campesino estuvo mediado por las constantes referencias al trabajo ganadero, el cual posee diferencias sustanciales en la economía, territorio, cultura y política, que permiten resaltar las dificultades y la escasa población que se dedica a trabajar la tierra. Al recorrer esta región encontramos zonas rurales distantes de las cabeceras municipales en las que fue necesario brindar explicaciones y usar la identidad de estudiante universitario para poder acceder, pues existían personas en motocicletas que manifestaban brindar seguridad en los territorios.
En el capítulo siete se realizó una aproximación a las realidades de las comunidades campesinas que viven en los alrededores de la Ciénaga Grande de Santa Marta. Los recorridos fueron realizados por el investigador principal y un asistente. En promedio, debido a las distancias a recorrer y los medios de transporte disponibles en esta subregión en particular (mototaxi, lancha, carromoto, ferry, etc.), además de la dificultad de desplazamiento en un sistema cenagoso, cada recorrido se completaba en cuatro días con sus noches. Se realizaron en total cuatro salidas de campo. La primera, del 21 al 24 de diciembre de 2016, en la que se recorrieron los municipios de Sitionuevo, Remolino, Salamina, Piñón y Pivijay; la segunda, del 6 al 9 de enero de 2017, en la que se recorrieron los caseríos Varela, Orihueca y Prado Sevilla, en los municipios de Ciénaga y Zona Bananera; la tercera, del 3 al 6 de febrero de 2017, en la que se visitaron los caseríos de Sevillano, La Mira y Candelaria, en los municipios de Ciénaga y Zona Bananera; y la cuarta, del 24 a 26 de marzo de 2017, en la que se recorrieron los municipios de Aracataca y Zona Bananera.
Se llevaron dos diarios de campo, uno por cada microrregión, y se realizaron en total 30 entrevistas, cada una de las cuales fue conducida por el investigador, mientras que el asistente sistematizaba de acuerdo a las dimensiones establecidas. Durante todos los recorridos se llevó registro fotográfico de los diferentes aspectos de la cotidianidad campesina y se recopiló material audiovisual producido por las comunidades. A partir de los insumos recogidos, se organizó la estructura del documento de tal manera que correspondiera a las dimensiones de la vida campesina —que se habían usado en la recolección de información primaria— y a los principales hallazgos.
En el capítulo ocho nos trasladamos a las veredas Puerto Mosquito y Don Jaca, pertenecientes al área rural del distrito de Santa Marta, Magdalena. Nos propusimos conocer y describir el pasado reciente del poblamiento campesino, los conflictos sociales y ambientales, la economía familiar y los rasgos identitarios de la cultura en veredas tan cercanas a la jurisdicción urbana.
Los recorridos fueron realizados en jornadas de mañana y tarde, visitando a cada familia campesina para entrevistarla sobre las diferentes transformaciones del territorio. Por medio de los relatos reconocimos la importancia de localizar las primeras familias que habían llegado a las veredas como portadoras vitales de la memoria, los cambios y las nuevas relaciones campesinas. Nos fue crucial ubicar aquellos lugares más importantes para visitar y describir (donde estaba situada la memoria) para cada familia que visitamos, así como preguntar sobre otras familias que pudieran enriquecer los relatos fundacionales del pueblo y la historia de sus vidas. Los relatos evidencian los testigos y hechos violentos en las veredas, la llegada de nuevos campesinos desplazados de otras regiones y la conformación de una región diversa con habitantes procedentes de municipios golpeados por el conflicto armado interno que consiguieron opciones de trabajo en áreas periféricas de la ciudad.
Entendimos que para etnografiar la vida campesina se debían tener en cuenta las otras formas económicas que se implementan en las veredas y que impactan directamente en la agricultura familiar. En la vereda el Mosquito fue importante observar las relaciones que se construían con estaderos, billares, balnearios turísticos y reservas naturales en las márgenes del río Gaira; mototaxistas y taxistas que transitaban constantemente por la carretera principal; miembros ette-ennaka del resguardo Naara Kajmanta, y operarios de la planta de tratamiento de agua de Gaira, dueños de galpones de pollo y hornos artesanales de carbón. Tales sectores económicos y poblacionales mantienen una relación diferente con la tierra, presentando tensiones en la ecología, propiedad, vocación del suelo e inseguridad, así como poco interés en la producción de alimentos y en la transmisión de saberes que le permita producir la tierra a las siguientes generaciones campesinas.
En Don Jaca fue importante observar los periodos en los que la población se siente identificada con la parte alta de la montaña y sobre la parte baja cerca al mar Caribe. En el primer periodo se desempeña la vocación campesina en la producción de alimentos como el plátano, la ahuyama, el ají, el repollo, la col, el cilantro, el cebollín, el tomate, la naranja, la yuca, la malanga, la papaya y el café, así como en la cría de gallinas y cerdo; este periodo es diferente a los momentos de vocación pesquera con relación cercana a la navegación y pesca a mar abierto, la venta de comida en restaurantes y la prestación de servicios turísticos para los huéspedes de los hoteles cercanos a la zona marítima. Tanto a la parte alta como a la parte baja les afecta el puerto carbonífero