—No soy un hada, pero puedo hacer algo que les gustará, un juego como lo hacen las hadas.
—Quiero verlo —dijo la niña.
—¿Cómo te llamas, preciosa? —preguntó Lida a la niña.
—Eme —respondió la niña.
—Ahora, Eme, dime, ¿te gustan los perros?
—Mucho —dijo la niña.
—A mí también —añadió Bran.
Lida, que se encontraba junto al arroyo, se inclinó sobre el agua, unió sus manos, pronunció algo en un lenguaje incomprensible para los niños, y sopló a través de ellas. Entonces, el agua del arroyo pareció detenerse. O retroceder. Se formó una especie de ondulación. Y, de pronto, surgió una ola con la forma de un perro que corrió sobre la superficie hasta que de un salto se sumergió otra vez en las aguas.
Los niños quedaron asombrados.
—Es usted la reina de las hadas —gritó la niña, y tomó las manos de Lida—. Sí que lo es, lo es.
—¿Cómo lo hizo? —preguntó Nut.
—Ha sido increíble —exclamó Bran.
—¿Quieren saber cómo lo hice? —preguntó Lida y los niños dijeron que sí al unísono—. Creo que les contaré una historia, pero mientras lo hago, debemos comer las bayas y recostarnos en el piso de hierba. No hay nada mejor que eso —al decirlo, Eme se tendió de inmediato. Lida la siguió y sacó de quién sabe dónde un listón.
—¿Te gusta, Eme? —preguntó a la niña. Era un listón dorado, que brillaba como el cabello de la propia Lida.
—Es muy bonito.
Lida hizo que Eme se sentara y empezó a peinar su cabello. Los chicos se sentaron junto a ellas y dejaron en el centro la canasta de bayas. Lida alargó la mano y tomó una.
—Están deliciosas —dijo, y siguió peinando a la niña, trenzando su cabello con el listón.
—Sí que lo están —confirmó Bran.
—Las hemos recogido hace un momento —dijo Nut.
—Pues están deliciosas. Y ahora díganme, ¿les gustan las historias de la oscuridad?
Los niños se sintieron desconcertados por la pregunta, pero Nut dijo:
—Me gustan todas las historias. Mi abuelo nos ha contado muchas historias.
—Y papá también —agregó Bran.
—A mí también me gustan todas las historias —dijo Eme.
—Así me gusta —dijo Lida—, así me gusta, chicos, ahora cierren sus ojos y escuchen mi voz.
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