A la luz de este hallazgo —a saber, que las jugadas argumentativas que son falaces desde la perspectiva de la teoría de la argumentación son también vistas como no razonables por los usuarios del lenguaje ordinario— podría llamar la atención que, cuando tales jugadas ocurren en el discurso argumentativo, las falacias en muchas ocasiones escapan a la atención de los participantes. Un ejemplo notable de falacia que fácilmente pasa desapercibida es la “variante abusiva” del argumentum ad hominem. Puestos a calificar si casos claros de esta falacia en una situación experimental son o no razonables, los argumentadores ordinarios juzgan, por abrumadora mayoría, que el uso de esta falacia es una jugada muy poco razonable en una discusión (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2009, p. 206). Sin embargo, en el discurso argumentativo de la vida real, esta falacia no es detectada en muchísimos casos. Es menester explicar una discrepancia tan llamativa.
En el artículo “The disguised abusive ad hominem empirically investigated”, Garssen, Meuffels y yo argüimos que en ciertos casos el ad hominem abusivo puede analizarse como un modo de maniobrar estratégico en que esta falacia adopta una apariencia razonable porque imita las reacciones críticas legítimas ante la argumentación de autoridad (Van Eemeren, Garssen y Meuffels, 2012b). Cuando coargumentadores se presentan incorrectamente como expertos en un cierto campo, o pretenden ser dignos de crédito cuando de hecho no lo son, atacarlos personalmente en ese punto es una jugada perfectamente legítima y razonable. Como consecuencia, de ocurrir casos especiales como este, puede no ser inmediatamente claro si un ataque personal deba verse como una crítica razonable o más bien como una jugada ad hominem falaz. En dos experimentos hemos puesto sistemáticamente a prueba la hipótesis de que los ataques ad hominem abusivos son vistos como substancialmente no tan poco razonables cuando se los presenta como si fuesen reacciones críticas a una argumentación de autoridad en que la persona atacada se exhibe incorrectamente como experta. La hipótesis se confirmó en ambos experimentos.20
6. Tomar en cuenta el contexto institucional del discurso argumentativo
El maniobrar estratégico no forma parte de una discusión crítica idealizada, sino de prácticas comunicativas multiformes que se han desarrollado en la realidad argumentativa. Por ello es que en la pragma-dialéctica extendida es necesario dar cuenta cabal del macro-contexto constituido por el ambiente institucional de las prácticas comunicativas en que tiene lugar el discurso argumentativo de que se trate.21 Para ello pusimos nuestro tratamiento del maniobrar estratégico en el discurso argumentativo en relación inmediata con los “tipos de actividad comunicativa” que se han establecido en los diversos dominios comunicativos en respuesta a las exigencias institucionales de cada dominio. Estos tipos de actividad comunicativa han sido convencionalizados de acuerdo con las necesidades del macro-contexto institucional en cuestión (Van Eemeren, 2010, pp. 129-162).22
Es mediante el uso de “géneros” apropiados de actividad comunicativa,23 los cuales van desde la adjudicación y la deliberación hasta la disputa, que los tipos de actividad comunicativa son diseñados con el fin de realizar su razón de ser: el “propósito [point] institucional” que refleja aquella exigencia; para responder a la cual ha surgido el tipo de actividad, por ejemplo, en el caso del debate parlamentario, el que se logre un buen apoyo para una decisión acerca de una propuesta política. Para complicar las cosas, en ciertos tipos de actividad comunicativa, la realización de su propósito institucional puede requerir que se activen juntos varios géneros de actividad comunicativa convencionalizada. Así, en una entrevista política, por ejemplo, encontramos que la deliberación se combina prototípicamente con la diseminación de información, todo ello para poder realizar el propósito institucional de ilustrar al auditorio o a los lectores (Van Eemeren, 2015).
La manera en que los tipos de actividad comunicativa se convencionalizan a fin de realizar su propósito institucional puede ser explícita y estar altamente formalizada mediante reglas constitutivas y regulativas, como es habitual, por ejemplo, en la adjudicación dentro del dominio legal. Por otro lado, la convencionalización puede permanecer en parte implícita y formalizarse en menor grado mediante una suerte de reglas vagas, como suele ser el caso de la deliberación dentro del dominio político. Finalmente, la convencionalización puede llegar a ser del todo informal y reflejarse simplemente en ciertas prácticas establecidas, como es costumbre en el dominio interpersonal cuando dos seres humanos tratan de unirse compartiendo cosas personales.
El siguiente paso que tuvimos que dar fue el de explorar las consecuencias que participar en un tipo comunicativo particular tiene para la conducción del discurso argumentativo.24 El modelo ideal de una discusión crítica puede ser un instrumento para caracterizar las maneras particulares en que, dependiendo de los requerimientos institucionales específicos que deben cumplirse para realizar sus propósitos institucionales, se llena de contenido la dimensión argumentativa dentro de cada tipo de actividad comunicativa. Si tomamos las cuatro etapas de una discusión crítica como punto de partida, podemos identificar cuatro puntos focales que necesitan tomarse en cuenta al caracterizar argumentativamente un tipo de actividad comunicativa. Se trata de contrapartes empíricas para cada una de las cuatro etapas en el marco de un discurso argumentativo contextualizado: la situación inicial, que corresponde a la etapa de confrontación; los puntos de partida, que corresponde a la etapa de apertura; los medios argumentativos y las críticas, que corresponden a la etapa de argumentación; y el resultado, que corresponde a la etapa de conclusión.25 Partir de tal división nos ayuda a determinar de qué manera exacta las etapas constitutivas del proceso de resolver una diferencia de opinión con base en los méritos argumentales se ven representadas en un tipo de actividad comunicativa.
Según el tipo de actividad comunicativa, se imponen restricciones extrínsecas a las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente. Por ello, a la hora de analizar y evaluar el maniobrar estratégico necesitamos tomar en cuenta el propósito institucional y la convencionalización del tipo de actividad comunicativa en que tenga lugar el discurso argumentativo. El propósito institucional y la convencionalización determinan juntos las “precondiciones institucionales” del maniobrar estratégico dentro un tipo de actividad comunicativa particular.26 Dado que una caracterización argumentativa del tipo de actividad comunicativa, en términos de las contrapartes empíricas de una discusión crítica, aclara la manera en que el discurso argumentativo se ha convencionalizado en servicio del propósito institucional del tipo de actividad, esta caracterización proporciona un punto de partida apropiado para rastrear metódicamente las maneras en que las posibilidades que tengamos de maniobrar estratégicamente se ven afectadas por el tipo de actividad comunicativa.
Como lo indica su convencionalización, dentro de un tipo de actividad comunicativa particular hay ciertos modos de maniobrar estratégicamente que se considerarán apropiados —o no apropiados, según sea el caso— para realizar el propósito institucional del tipo de actividad. Para los diversos tipos de actividad comunicativa, el rango de posibilidades de maniobrar estratégicamente puede variar en cada una de las contrapartes empíricas de las etapas de una discusión crítica. En algunos tipos de actividad comunicativa, por ejemplo, a los participantes se les dejará más espacio libre que en otros para que definan la situación inicial de acuerdo con sus propias preferencias. Parecida diversidad podemos encontrar con respecto a hasta dónde podemos elegir los puntos de partida procedimentales y materiales, los medios argumentativos y tipos de crítica, o bien los resultados del intercambio argumentativo. En cada caso particular los tres aspectos del maniobrar estratégico pueden verse afectados por la necesidad de cumplir con las precondiciones institucionales propias del tipo de actividad comunicativa de que se trate (Van Eemeren, 2010: 93-127). Puede haber restricciones bien sobre la elección de tópicos aceptables, bien sobre la adaptación a la demanda del auditorio