La muchacha que amaba Europa. Joan Quintana i Cases. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Joan Quintana i Cases
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418411618
Скачать книгу
pareció tomarse un tiempo para reflexionar, pero al final accedió.

      —Pregunta, pues.

      — ¿Vives solo o con alguien?

      —Vivo solo, pero algunas veces tengo visitas —dijo con un tono picaresco en la voz.

      Ella hizo como si no lo hubiera percibido.

      —Ahora, yo. ¿Cómo es que nunca te has preocupado por saber más de tu familia?

      Ilhem se molestó por la escueta respuesta y por su rapidez en retomar el tema que ella quería evitar.

      — ¿Y Vives en Marraquech haciendo de taxista?

      —Sí, vivo aquí y trabajo como taxista —respondió con una sonrisa—. Cuando sepas algo de tu familia lo podemos cotejar con lo que creo puedo saber yo.

      — ¿Y qué crees que puedes saber tú de mis padres? —preguntó sorprendida.

      —Tú infórmate. Pregunta a tu abuela por ellos y cuando sepas algo, algo de verdad, me llamas y hablamos.

      —Pero ¿qué? —balbuceó Ilhem—. ¿Qué diablos tienen que ver mis padres con esto? ¿Por qué no acabamos de hablar? ¿Por qué no me has dicho nada de ti?

      Pero Hasan ya se había levantado para pagar la consumición e irse, no sin despedirse con la mano.

      —Recuerda, ¡cuando sepas algo me llamas! —y desapareció dejándola boquiabierta.

      Ilhem se quedó allí plantada, sola. Fue para hablar de cómo salir de Marruecos pero Hasan sólo estaba interesado en su familia. ¿Por qué? ¿Quiénes eran sus padres? ¿Qué tenían de especial para que un taxista se interesara tanto por ellos? ¿Quién era él? ¿Era algo más que taxista?

      La curiosidad por sus padres nunca había sido tan acuciante como ahora. ¿Qué podían estar haciendo para enviarles tanto dinero? Salió a la carrera de Dar Mimounn, cogió un taxi y se fue directa a casa para hablar con su abuela, estaba decidida a interrogarla hasta saber toda la verdad. Y esta vez no pararía hasta despejar sus dudas.

      Pero llegó demasiado enojada para hablar con ella, así que fue a su habitación a ordenar sus dudas y no salió hasta media hora después, dispuesta a averiguar todo lo que necesitaba saber sobre su familia. Fue tranquilamente a la cocina y se sentó al lado de su abuela, que se encontraba remendando unos trapos.

      —Mamá, necesito saberlo todo —le dijo gravemente.

      — ¿De qué estás hablando? —la miró con expresión de sorpresa.

      —De mis padres.

      — No hay nada que saber, Ilhem. Cuando vengan tus padres te lo explicarán todo.

      Ilhem percibió un deje inquieto en la frase.

      —Mamá, te quiero mucho, eres toda mi vida, pero por una vez deseo que me respondas con sinceridad y franqueza. Tengo veintitrés años, una licenciatura, hablo cuatro lenguas, y creo que no soy tonta, ¿no? O sea que, haz el favor de dejar de jugar conmigo y respóndeme con la verdad, sin más engaños. ¿Dónde están mis padres? ¿Qué hacen? ¿Tienen problemas y por eso no pueden regresar? ¿Por qué no vienen a buscarme? … El dinero con el que vivimos, ¿de dónde sale?

      Soltó las preguntas seguidas, sin respirar y para no dar tiempo a la mujer a pensar unas respuestas coherentes pero inventadas.

      —No sé…, no puedo…, no creo… —balbuceó su abuela sin mucha convicción.

      —Quiero que me des respuestas de una vez. No más evasivas y responde, por favor, a mis demandas.

      La mujer vio que estaba absolutamente dispuesta a saber la verdad y comprendió que esta vez no habría escapatoria. Sin embargo, ya tenía preparadas las respuestas, siempre había sabido que tarde o temprano tendría que responder a su curiosidad.

      —Ilhem, en el momento en que te responda nada volverá a ser igual. Pero, por favor, escucha con atención y después tú misma decide. Ven, siéntate a mi lado y perdóname de antemano por lo que te voy a contar.

      Empezó a hablar con voz monótona, como si recitara un guion aprendido muchos años antes y repetido una y otra vez, para no ser olvidado.

      Ilhem reconoció ese nombre. Había leído, en algún periódico francés de la universidad, la historia más o menos novelada de su desaparición y posterior supuesto asesinato por los servicios secretos marroquíes y franceses, sin llegar a saber nunca exactamente qué pasó. Secreto de Estado, se dijo. ¡Y eso que sucedió en Francia!

      Iba a interrumpirla, pero ella no la dejó hablar con un gesto.

      Ilhem escuchaba sin atreverse a abrir boca y se preguntaba mentalmente qué tenía que ver ella con todo aquello.

      La abuela paró un momento, suspiró y continuó con la historia:

      —Tus padres, Ilhem, pertenecían al UNFP. Eran amigos de Ben Barka y, cuando éste se exilió en París, les dijo que lo siguieran. Pero ellos prefirieron permanecer aquí y afrontar los riesgos de una disidencia muy peligrosa.

      Casi no respiraba escuchando todo lo que le estaba contando. Empezó a darse cuenta de lo que podía significar para ella y tuvo que morderse la lengua.

      — Tuvieron que esconderse durante un tiempo, hasta que naciste tú.

      La mujer tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no podía dejar de hablar, necesitaba sacarse el peso de más de veinte años de obligado silencio.

      —Fueron buscados por los servicios secretos, que los acusaban de alta traición. Por eso venían poco a verte. Como consejero del rey Mohamed V en el exilio y hombre de su máxima confianza, tu padre abrió una cuenta en un banco suizo en la que se depositó una gran cantidad de dinero por si el monarca tuviera que volver a exiliarse. En aquella época no se podía saber cómo podrían evolucionar los acontecimientos. Al morir Mohamed V, tu padre dispuso que mensualmente se nos transfiriera una determinada cantidad de dinero. Sin embargo, era tanta la cuantía, que los intereses crecieron hasta exceder el envío mensual. Actualmente, no sé exactamente cuánto hay. Pero me parece que es una suma considerable, suficiente para vivir unos cuantos años más. A partir de ahora, serás tú la que deba administrarlo.

      Ilhem no pudo aguantar más y preguntó dónde estaban sus padres.

      — Dímelo, mamá, ¿están muertos? Por Dios, mamá, ¿dónde están ahora mis padres?

      La mujer empezó a llorar desconsoladamente, con la cara entre las manos y sacudiendo las espaldas a cada sollozo. Se daba cuenta de que la pregunta no tenía una buena respuesta y se preparó para lo peor.

      6. Se conoce como “Años de plomo” a un periodo de la historia de Marruecos caracterizado por la práctica desaparición de las garantías del Estado de Derecho, desembocando