La muchacha que amaba Europa. Joan Quintana i Cases. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Joan Quintana i Cases
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418411618
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lo sé mamá. Trabajo tal vez sí, pero de marido ni hablar. Voy a pensar unos días y cuando me decida, hablaremos. De momento voy a salir a que me dé un poco el aire.

      Se vistió y salió a la calle cuando el sol ya estaba alto y hacía calor. El hijab y la chilaba le molestaban pero eran mejor éstos que llevar vestidos de corte occidental. Más con su aspecto, así llamaba mucho menos la atención. Entró en un salón de té, donde varios hombres se giraron al advertir que entraba una mujer sola. Sin embargo, pronto se olvidaron de ella, vestida con la ropa tradicional no se diferenciaba de cualquier buena musulmana. Tras pedir un zumo de naranja natural, no pudo evitar pensar de nuevo en la noche anterior, en lo que habían hablado y en lo que no habían dicho.

      Pensó sobre todo en cómo repercutiría en sus planes la solución de Hasan, que aún no sabía cuál era, pero pensaba que no sería algo fácil. Lo poco hablado en la disco no le auguraba ninguna simplicidad. Le daba vueltas y más vueltas en su cabeza, sin llegar a aclararse. Por ello decidió que debía hablar con él de nuevo y dejar las cosas claras cuanto antes, al menos saber lo mínimo para poder decidir algo. Pagó la consumición y salió en busca de una cabina. No quería llamarlo desde su domicilio, así podía charlar con intimidad. Tras un par de tonos, oyó su voz.

      —Hasan, ¿eres tú? Soy Ilhem, ayer por la noche estuvimos en el Marrakech. ¿Te acuerdas?

      — ¿Cómo no voy a acordarme con lo bien que nos lo pasamos? ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

      Pensó por un instante que tal vez se había precipitado al llamarlo a la mañana siguiente, pero ya estaba hecho, carraspeó un poco y dijo:

      —Muy bien, gracias. Me gustaría que nos viéramos. Quisiera hablar contigo. Reconozco que disfrutamos de la velada, pero, en fin, no hablamos de nada importante.

      —Bien —le contestó sin titubear—. ¿Esta tarde te va bien?

      —Perfecto. ¿Dónde? —preguntó sorprendida por la rapidez de la respuesta.

      — ¿Conoces el salón de té Dar Mimounn? Se encuentra en el zoco. Es un poco difícil de encontrar si no sabes dónde está.

      —Sí, no es problema. He estado con amigas varias veces.

      —Bien, entonces a las cuatro, ¿de acuerdo?

      —Estupendo. Hasta las cuatro entonces.

      Estaba nerviosa por toda la conversación, pero no podía imaginarse lo que acabaría siendo aquella reunión. Fue directamente a casa y le dijo a su abuela que por la tarde saldría de nuevo a pasear para aclararse las ideas.

      A las cuatro menos diez se encontraba en la puerta del salón de té, esperándole, al no encontrarlo dentro del local. Lo vio llegar con sus gafas de sol, ropa informal y deportivas. Advirtió que todo era de marca y que le daba un aire interesante que no había notado cuando le conoció.

      Empezaron hablando de cosas intrascendentes. Ilhem no se decidía aún por empezar a tocar el tema que más le interesaba. Sin embargo, Hasan siempre llevaba la conversación hacia el mismo tema, su familia, aunque sin darle importancia al asunto. Pero, a medida que la conversación fue trascurriendo, esta insistencia hacia sus padres alertó a Ilhem.

      —Oye, ¿y por qué te interesan tanto mis padres? Hemos venido aquí para hablar de otro tema, no sobre mi familia —dijo algo molesta.

      —No te exaltes, es sólo para conocernos mejor. Sólo sabes de mí que soy taxista y yo, que has acabado la carrera. Pero, en realidad no sabemos nada el uno del otro.

      La repuesta no le acabó de convencer y se mantuvo vigilante.

      — ¿Y los tuyos, por qué no me hablas de tus padres?

      —No quiero aburrirte, son de lo más corrientes —respondió con una evasiva.

      — ¿Pero viven aquí, en otra ciudad, o en el extranjero? —insistió Ilhem.

      —Viven en París, ¿ya estás satisfecha?

      — ¿Y a ti no te gustaría vivir en París? La reunión familiar lo facilita.

      —Puedo ir siempre que quiera, lo sé, pero mi trabajo está aquí.

      Se lo quedó mirando pensando en que ser taxista en Marraquech no era un trabajo de demasiada responsabilidad. Además, también podría hacerlo en París. No obstante, se abstuvo de añadir nada más al respecto, no quería oír más mentiras. Después de un silencio un poco incómodo, inquirió de sopetón.

      —Bien, dime, ¿qué tengo que hacer para irme de aquí?

      Hasan se sobresaltó al oír una pregunta tan directa. En realidad, no pensaba en que ella volviera a tocar el tema de la discoteca tan pronto.

      — ¡Ah! ¿Pero estás decidida a irte?

      — ¿Para qué crees que hemos quedado aquí? ¿Para jugar a las cartas? Necesito saber de qué se trata, si no, no puedo pensar en cómo resolverlo.

      —Claro, pero no te precipites. Antes debemos conocernos mejor. No puedo hablar de mis contactos con la primera que conozco.

      Empezaron a hablar sobre ellos mismos, pero poco podía contar de su familia. Aparte de su abuela, al resto no la conocía. Por no saber, no sabía ni dónde estaban sus padres ni si vivían juntos o separados. Creía que estaban en el extranjero. ¿Por qué, si no, no se veían? Que ella supiera no tenía hermanos, ni hermanas, ni tíos, ni otros parientes, nadie en absoluto.

      —Y… ¿no te extraña que en un país tan gregario como el nuestro, en que las familias siempre viven juntas y se ayudan unas a otras, tú no tengas a nadie más? ¿Me engañas, o es que no quieres que sepa nada de ti? —al final Hasan había vuelto a la conversación que buscaba en un principio.

      Ilhem pensó en las dudas que siempre la habían acompañado. ¿Por qué estaban solas, ella y su abuela? En todos los años de su vida de adulta, una de sus redundantes obsesiones era el hecho de no saber nada de sus padres. La realidad era que su abuela nunca le había respondido con claridad sus constantes preguntas sobre la falta de contacto con sus progenitores Y el dinero que recibían.

      ¿Cuál era el motivo de la falta de respuestas a sus demandas? ¿Qué ocultaba la aparente falta de interés de su abuela en las cuestiones relativas a su familia? ¿Había algún extraño motivo para ocultar su origen? Todos estos interrogantes se amontonaban en su mente desde hacía mucho tiempo.

      Era verdad que hasta el momento había tenido suficiente con su abuela, pero ahora, después del interrogatorio de Hasan, ya que es lo que le parecía la conversación, estaba decidida a hablar con su abuela. Le costara lo que costara, sabría la verdad sobre lo que parecía un oculto segmento de su existencia.

      —No, es verdad. No sé nada de mi familia. Cada vez que quiero hablar de mis padres, mi madre, bueno, en realidad es mi abuela aunque la llame “mamá”, me responde con evasivas.

      — ¿No tienes más familiares?

      —No, mi abuela es quien me ha criado y me cuida.

      — ¿Y el dinero, de dónde lo obtenéis?

      —No lo sé. Dice que lo envía mi padre, pero no sé desde dónde, cuándo ni cuánto. Vivimos bien. Que yo sepa, no tenemos problemas económicos.

      — ¿Y no te gustaría saber más de todo esto? —preguntó Hasan extrañado.

      Tantas preguntas sin respuesta la empezaron a incomodar. En realidad, no sabía nada, no sólo de su familia, sino tampoco de ella misma. Su carta de identidad le decía todo lo necesario, ¿pero, era cierto? De repente le sobrevino, cual explosión, la idea de que tal vez toda su vida fuera una farsa. Sintió un escalofrío y quiso apartar todas estas cuestiones de su cabeza.

      — ¿Por qué te intereso tanto? ¿Qué tengo yo de especial? Creía que ambos teníamos que conocernos mejor. ¿Por qué no hablamos un poco de ti? Solamente me interpelas a mí. ¿Para ti no hay preguntas? Quiero saber cosas de ti, quid pro quo.

      —Vaya,