La muchacha que amaba Europa. Joan Quintana i Cases. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Joan Quintana i Cases
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788418411618
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y tener una entrevista con la psicóloga. Salió contenta de la empresa pero un poco desanimada por el hecho de que la quisieran para trabajar en el mismo Tánger, ya se había montado mentalmente la idea de que la precisaban para ser trasladada a Alemania.

      Fue directamente a un hotel en la Avenida du Mohamed V y tomó una habitación. Mientras se duchaba pensó en la entrevista del día siguiente y que solo este hecho ya era de por sí importante, de momento había pasado el primer filtro. Como tenía la tarde libre, decidió hacer algo de turismo por Tánger. Subió por la avenida y, delante del imponente Hotel Rembrandt, giró hacia la Avenida Pasteur. Se paró en el mirador de Sour de Maagazine, conocido como la pared de los perezosos, para admirar la espléndida vista del Estrecho de Gibraltar y las montañas de España. Estuvo un rato allí, quieta, maravillada de ver por primera vez ante sus ojos su amada Europa. Le parecía que nadando podría llegar hasta ella, pero sabía muy bien que por buena nadadora que se considerara le sería imposible atravesar a nado aquel ancho brazo de mar. Las terribles corrientes, los grandes buques y los cambios bruscos de tiempo le harían imposible la travesía.

      Bajó por la calle de la Libertad y entró en el Hotel Al-Minzah. Se sentó en un sillón del bar junto a una mesa y esperó al camarero, mientras intentaba calmar un poco los nervios por la osadía de entrar sola en un sitio de semejante lujo. Pidió un zumo natural de naranja y se quedó absorta escuchando la música que provenía del piano situado en el centro de la sala.

      Sin embargo, al ir al lavabo le pareció notar que alguien la miraba con insistencia. Al girar la cabeza disimuladamente, le pareció ver a Hasan escondido en un rincón oscuro del bar. Pero lo desechó por imposible, ¿cómo iba estar también él en Tánger? ¿La habría seguido?, pero ¿cómo podría saber que tenía esta entrevista de trabajo? Parecía todo muy extraño, así que se levantó y fue directamente al rincón.

      Hasan estaba sentado en un sillón escondido en la penumbra, tomando un whisky con hielo. Cuando la vio delante de él, pareció un poco turbado pero reaccionó con rapidez.

      — ¡Ilhem, qué sorpresa! ¿Qué haces tú aquí? Qué alegría verte.

      —¿Y tú? Lo mismo te podría preguntar —respondió ella con otra pregunta, se sentó sin esperar invitación y llamó al camarero para que le trajera otro zumo de naranja.

      —He traído un cliente, tengo varios usuarios de taxi, ejecutivos extranjeros que quieren que se les lleve a cualquier sitio y así no tienen que preocuparse por alquilar un coche y conducir ellos mismos. La conducción en Marruecos no es muy ortodoxa, que digamos, y es peligrosa si no eres de aquí.

      —Ya. ¿Y te hospedas en el Al-Minzah o es casualidad habernos encontrado aquí? Empiezo a creer que me has seguido —le soltó de sopetón para ver su reacción.

      Su conversación se desarrollaba en francés, como debía ser la de la clase media en un ambiente público.

      —¿Yo? ¿Por qué tendría que seguirte si no podía saber que estabas aquí? Me alegro que nos hayamos encontrado.

      Se levantó y le dio un beso en la mejilla como si fuera lo más natural.

      —Dime, ¿qué haces tú también aquí?

      —He tenido una entrevista de trabajo en la zona franca y mañana tengo un psicotécnico. Volveré a casa por la tarde y ¿tú, cuándo vuelves?

      —No sé, estoy pendiente del cliente pero es posible que también sea mañana. Por cierto, estoy libre esta noche, ¿quieres que cenemos juntos?

      La pregunta la descolocó, no se esperaba encontrar tanta familiaridad en el comportamiento de Hasan y pensó que veía espías por todos lados. Pero quedó alerta, era demasiada casualidad que se encontraran en Tánger a pesar de que él lo viera como lo más normal del mundo. De normal no tenía nada, se dijo.

      —De acuerdo. Pero cada uno se paga lo suyo, si no, no hay trato. No conozco nada de Tánger. Di tú el restaurante.

      —¿En qué hotel estás? Podemos ir por allí para no coger el coche.

      —Estoy en el Tanjah Flandría, ¿lo conoces?

      —Lo conozco, sí, como lo conoce todo Tánger. Es el hotel que tiene la discoteca con más chicas de ésas que te interesaban —respondió Hasan—. ¿Por qué has ido a este hotel? ¿Acaso lo sabías?

      Ilhem se sonrojo al oír sus palabras. Por un momento sintió vergüenza al recordar cómo se conocieron.

      —No tenía ni idea. El hotel es céntrico y está bien de precio.

      —Entonces iremos a la Casa de España, se come bien y se puede beber vino.

      — ¿Pero te dejan entrar si no eres español? —pregunto ella.

      —No te preocupes, a nosotros sí nos dejaran entrar. Conozco al portero, no hay problema.

      Estuvieron hablando hasta casi las siete y al salir fueron paseando hasta el hotel. Hasan estaba en el hotel Rembrandt, en la misma calle pero más cerca de la Casa de España. Se despidieron y quedaron a las ocho y media en la recepción del hotel de Hasan para ir a cenar.

      Subió a su habitación, se duchó, maquilló y se puso ropa informal, no quería ir demasiado arreglada a cenar con Hasan, pero quería causar una buena impresión. Le quedaba un rato para la cena y aprovechó para llamar a su abuela y explicarle la entrevista, pero inesperadamente decidió no comentarle nada del encuentro con Hasan.

      Ya había anochecido cuando subió andando hasta el hotel Rembrandt. Entró en el hall y esperó a que Hasan bajara de la habitación. Pero cuál fue su sorpresa cuando lo vio entrar por la puerta principal.

      — ¿No has ido a tu habitación? —le preguntó un poco extrañada.

      —Sí, pero los hombres acabamos mucho antes que las mujeres y he ido a la Casa de España para reservar una mesa. Está justo aquí al lado.

      Salieron y caminaron los cien metros que separaban al hotel del restaurante. Tras saludar al portero, subieron al piso donde se encontraba el comedor y se sentaron a la barra del bar.

      —¿Quieres una cerveza? —le preguntó él.

      Ilhem asintió con la cabeza.

      —Dos Wastainer, Saïd, por favor.

      Ilhem percibió la educación de Hasan. En Marruecos no era normal pedir las cosas por favor y menos aún a un camarero marroquí.

      — ¿Dónde has crecido, aquí o en París, con tus padres?

      Hasan se sorprendió por su pregunta y tardó unos segundos en responder.

      —En París, ¿por qué?

      —Por tu educación, pides las cosas por favor y no es normal aquí.

      Hasan pensó que era muy observadora y que tendría que vigilar mucho todo lo que dijera. No habían acabado de tomar el aperitivo que les habían servido cuando el camarero les dijo que tenían la mesa preparada. Miraron sin prisa la carta y pidieron una ensalada para dos, calamares a la romana, pescado a la plancha, una botella de agua y otra de vino.

      —Eres muy observadora, ¿eh? Te fijas en todo. Tengo la costumbre de pedir las cosas por favor, creo que es lo correcto, ¿no?

      —Sí, pero aquí nadie lo pide así. No es normal. En Marruecos la educación brilla por su ausencia. Lo mismo que el feminismo y el respeto a la mujer. ¿Por qué crees que me quiero ir de este país?

      La cena fue alternando momentos de silencio con conversación. Hasan le había advertido de que no hablara de política ni criticara nada del gobierno. Allí iban muchos policías de paisano a tomar alcohol.