C. H. SPURGEON
Estructura: En los versículos uno y dos (12:1-2), David se lamenta delante del Señor por la deslealtad reinante en su época; en los versículos tres y cuatro (12:3-4), anuncia el juicio divino sobre los traidores soberbios; en el versículo cinco (12:5), es Jehová mismo quien hace tronar su ira contra los opresores. Y al escuchar esto, el Músico Principal canta dulcemente en los versículos seis y siete (12:6-7), la fidelidad de Dios y el cuidado que Él tiene de su pueblo; concluyendo el cántico en el lamento de nuevo en el versículo ocho (12:8), al contemplar la abundante maldad que le rodea.4 Aquellas almas santas que moran en Mesec y acampan en las tiendas de Cedar,5 podrán leer y entonar estas estrofas sagradas con sus corazones en completa armonía con su melodía dual que combina el lúgubre lamento con la sublime confianza.6
C. H. SPURGEON
Versión poética:
SALVUM ME FAC DOMINE, QUONIAM DEFECIT SANCTUS
Sálvame ya, Señor, porque en la tierra
de santidad no queda el menor rastro,
y hasta la buena fe de las palabras,
se ha desterrado del comercio humano.
Trabajan con ardor para engañarse
unos a otros con discursos falsos,
su boca como sierpe venenosa
a su prójimo muerde sin reparo.
Otras veces los dardos de sus puntas
salen por labios dulces y enmielados,
y por fin con sus dobles corazones
meditan negro cuando dicen blanco.
Que el Señor los confunda y extermine,
que disipe y destruya a estos falsarios,
que orgullosos están, porque en el arte
de la impostura se imaginan sabios.
Se dicen a sí mismos: la elocuencia
nos acarrea honor, produce aplauso,
nuestra lengua combate por nosotros,
¿y quién podrá contra ella dominarnos?
Pero dice el Señor: seré yo mismo
quien la dominará; ya me levanto,
porque no sean el pobre ni el humilde
víctimas tristes de su infiel engaño.
Yo los libertaré de sus perfidias,
no obstante su saber los pondré a salvo
de su lengua infernal, yo lo aseguro,
pues nadie a mi poder puede estorbarlo.
Las palabras de Dios son verdaderas,
sus discursos más puros y más santos
que la plata que pasa siete veces
por el crisol, y se ha purificado.
Así espero, Señor, que nos defiendas
de sus agudos y punzantes labios,
y ojalá que nos libres para siempre
de esta pérfida raza de malvados.
Pero ¡ay de mí! que veo en todas partes
que estos inicuos nos están rodeando:
adoro tus secretos, pues permites,
que en este mundo se multipliquen tanto.
DEL “SALTERIO POÉTICO ESPAÑOL”, SIGLO XVIII
Vers. 1. Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. [Salva, oh Jehová, porque se acabaron los compasivos; porque han desaparecido los leales de entre los hijos de los hombres. RVR] [Salva, Señor, porque el piadoso deja de ser; porque los fieles desaparecen de entre los hijos de los hombres. LBLA] [¡Salva, oh YHVH, porque se han acabado los piadosos! Porque han desaparecido los leales entre los hijos del hombre. BTX] [Sálvanos, Señor, que ya no hay gente fiel; ya no queda gente sincera en este mundo. NVI] [Sálvanos, Señor, que ha desaparecido el fiel, no queda lealtad entre los seres humanos. BLP] [¡Auxilio, oh Señor, porque los justos desaparecen con rapidez! ¡Los fieles se han esfumado de la tierra! NTV]
Salva, oh Jehová.7 Una oración corta pero dulce, sugerente, adecuada y eficaz; válida para todas las ocasiones y tan útil en las contiendas como la espada de un ángel. Ainsworth8 nos dice que la expresión “Salva”9 tiene un sentido muy amplio en el hebreo y significa también “ayúdame, líbrame, presérvame”, etc. Es por tanto una oración muy completa e instructiva. El salmista ve el peligro extremo en que se encuentra, porque más le vale a un hombre estar rodeado de leones que de mentirosos; se da cuenta de su propia incapacidad para tratar con semejantes hijos de Belial,10 porque “el que quiera tocarlos debe armarse de hierro y de hasta de lanza”;11 y, por tanto, se vuelve hacia el Ayudador todopoderoso, el Señor, que nunca niega la ayuda a sus siervos, y cuyo auxilio suple todas las necesidades. “Salva, oh Jehová”, es un recurso muy útil, una bengala de socorro que podemos lanzar al cielo en todas las situaciones de emergencia, bien sea en el trabajo, en el estudio, ante el dolor y el sufrimiento, en la lucha cotidiana, en la vida o en la muerte. Así como los navíos pequeños pueden navegar en puertos vedados a barcos más grandes que tienen un mayor calado; así también nuestras oraciones breves y peticiones cortas pueden navegar mejor cuando nuestra alma, amarrada por los vientos de la vida y los negocios cotidianos no puede ofrecer devociones más largas, y el arroyo de la gracia parece demasiado bajo en su cauce como para que flote en él una súplica más elaborada.
Porque se acabaron los compasivos.12 La muerte, la partida o la mengua de personas piadosas debería ser en la Iglesia un clarín de aviso que llame a más oración. Dicen que lo primero que hiede del pescado es la cabeza; de igual forma, cuando los fieles piadosos decaen, la comunidad entera se corrompe con rapidez. Aunque debemos ser cautos y no hacer juicios precipitados, pues Elías se equivocó al suponer que él era el único siervo de Dios que quedaba con vida, cuando Dios tenía miles en reserva.13 Los tiempos que vivimos siempre nos parecen los peores y más peligrosos, porque su proximidad nos permite ver fácilmente la maldad en todo su alcance, mientras que los problemas de siglos pasados, al estar más lejos, nos pasan desapercibidos. Y sabemos que en los últimos días “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará”;14 por tanto debemos, cada vez más, olvidarnos de los hombres y dirigirnos al Señor de la Iglesia, por cuya promesa y con cuya ayuda las puertas del infierno no prevalecerán