Vers. 3. Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente. [Arranque Jehová todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente RVR] [Corte el Señor todo labio lisonjero, la lengua que habla con exageración. LBLA] [¡Corte YHVH todo labio lisonjero, y la lengua que habla altanerías! BTX] [El Señor cortará todo labio lisonjero y toda lengua jactanciosa. NVI] [Que el Señor extirpe la palabra aduladora, la lengua que habla con arrogancia. BLP] [Que el Señor les corte esos labios aduladores y silencie sus lenguas jactanciosas. NTV]
Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente.60 ¿No será este versículo una alusión a los terribles castigos que los monarcas orientales solían infligir a los delincuentes? A los condenados por mentir o por traición les cortaban los labios o les arrancaban la lengua. Igual e infinitamente más terribles son los castigos del pecado.
C. H. SPURGEON
Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente. Cuando el Sol de la verdad descubra y disipe con el resplandor de su aurora toda sombra de hipocresía, aquellos que se deleitan engañando a los demás, serán finalmente defraudados.
GEORGE HORNE [1730-1792]
“A Commentary on the Psalms in which Their Literal Or Historical Sense, as They Relate to King David, is Illustrated”, 1825
Vers. 3, 4. Los orgullosos y aduladores serán finalmente destruidos por completo, pero entre tanto, ¡cómo se enojan! Bien los llamó el apóstol “olas furiosas del mar, que arrojan como espuma su propia vergüenza”.61 Los libre-pensadores suelen ser libre-charlatanes, y nunca se sienten más cómodos que criticando el Reino de Dios, otorgándose a sí mismos licencias ilimitadas. Es extraño ver cómo el yugo fácil del Señor62 hiere tan gravosamente los hombros de los soberbios, mientras se atan gustosamente las cadenas Satanás cual si fueran cadenas de honor. Gritan a Dios con jactancia: “¿Quién es señor de nosotros?”; mientras pasan por alto el aullido del maligno que desde el lago infernal les vocifera: «Soy tu señor y dueño, y me servirás fielmente». ¡Ay, pobres necios, su orgullo y gloria serán cortados cual flor marchita!63 Quiera Dios que nuestra alma no se junte con ellos.
También merece la pena observar que el salmista juzga conjuntamente los labios lisonjeros y las lenguas jactanciosas. La razón es clara, comparten un mismo vicio: mientras unos halagan a los demás, la otra se adula a sí misma; pero su mano derecha, en ambos casos, es la mentira. Por regla general cabría pensar que los aduladores son parásitos, tan serviles y mezquinos, que no pueden sentirse orgullosos; pero el sabio te dirá que, si bien todo orgullo es ciertamente mezquindad, en lo más mezquino se da el orgullo más altivo. El caballo del César está más ufano de llevar a César, que el César de montar en él. El felpudo en el que el emperador restriega sus zapatos, se vanagloria diciendo: «Yo limpiaba los zapatos imperiales». Nadie tan déspota con los demás que los segundones, criaturas miserables que se encaraman a cargos de importancia relativa, aferrados a la levita de los grandes. Ciertamente vivimos tiempos malos en los que estos seres nefastos son numerosos como una plaga. No es de extrañar que la justicia de Dios cortando de raíz a seres tan ominosos sea tema de un salmo; pues tanto la tierra como el cielo están hastiados de semejantes provocadores, cuya existencia es un azote para todos los que están a su alrededor. Los hombres no consiguen dominar las lenguas de estos aduladores arrogantes, pero el remedio aplicado por el Señor es tan afilado como seguro, la respuesta incontestable a sus palabras henchidas de vanidad.
C. H. SPURGEON
Vers. 3, 4. El Señor es dueño de nuestros cuerpos, es tanto lo que le pertenece que en realidad son más suyos que nuestros. El apóstol nos dice: “Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.64 Nuestros cuerpos y cada uno de sus miembros: pues si todo el ser le pertenece, ninguna parte queda exenta. Por tanto, los que hablaron jactanciosamente y dijeron con presunción: “nuestros labios son nuestros” (12:4) usurparon lo que pertenecía a Dios; hablaron como sus labios fueran de su propiedad, en lugar de pertenecer al Señor y dueño de todas las cosas, actuaron como si fueran ellos los dueños y pudieran utilizarlos a su antojo.65 Esta actitud provocó a Dios, quién para mostrar el derecho que tenía a disponer de sus labios y lenguas, decidió cortarles los unos y arrancarles las otras.
DAVID CLARKSON [1621-1686]
Vers. 4. A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros? [A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios por nosotros; ¿quién va a ser amo nuestro? RVR] [A los que han dicho: Con nuestra lengua prevaleceremos, nuestros labios nos defienden; ¿quién es señor sobre nosotros? LBLA] [A los que dicen: Haremos poderosa a nuestra lengua, nuestros labios están con nosotros, ¿quién es señor sobre nosotros? BTX] [Que dice: «Venceremos con la lengua; en nuestros labios confiamos. ¿Quién puede dominarnos a nosotros?» NVI] [Que aniquile a quienes dicen: “Con nuestra lengua nos hacemos fuertes, en nuestras palabras confiamos, ¿quién podrá dominarnos?”. BLP] [«Mintamos todo lo que queramos —dicen—. Son nuestros los labios; ¿quién puede detenernos?». NTV]66
A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?67 Así fue: A un lado, doce hombres toscos e ignorantes; en el otro, toda la elocuencia de Grecia y Roma. Desde la época de Tertuliano68 a la de Juliano el Apóstata69 se utilizaron contra la Iglesia de Dios toda clase de argumentos, todo tipo de oratoria, conocimientos e ingenio. Y el resultado, ha sido el mismo que el de la conocida disputa entre el campesino cristiano y el filósofo pagano: El filósofo, que había desafiado a los grandes teólogos reunidos en un sínodo, a que rebatieran sus argumentos y le callaran, fue finalmente avergonzado por la fe sencilla de un campesino, que le dijo: «En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, te ordeno que te calles», y al instante quedó mudo.70 “¿Quién es señor de nosotros?”. “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel?” exclamó Faraón.71.” ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos?.72 “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?”.73
MICHAEL AYGUAN [1340-1416]
citado por JOHN MASON NEALE [1818-1866] y RICHARD FREDERICK LITTLEDALE [1833-1890]
en “Commentary on the Psalms from Primitive and Mediæval Writers”, 1869
Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros? Si queremos mantener una relación con Dios, debemos dejar de afirmar que nos pertenecemos a nosotros mismos74 y considerar a Dios como nuestro Señor y dueño. Pero el orgullo y la autosuficiencia están arraigados en el corazón de todos los seres humanos, que afirman “somos nuestros”, y cuando Dios les reclama su derecho de propiedad responden: “Nuestros labios son nuestros”. De hecho, los impíos, lo mismo pueden afirmar de todo su ser: su cuerpo, sus energías, su tiempo, etc., pueden decir, todo ello es nuestro, nos pertenece: “¿Quién es señor de nosotros?”.
JOHN HOWE [1630-1705]
“The Living Temple or, A designed improvement of that notion, that a good man is the temple of God”, 1702
Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros? De la conducta de los malos debemos aprender tres lecciones, a saber:
1 Que nada de lo que poseemos es realmente nuestro.
2 Que todo lo que Dios nos ha dado debemos emplearlo en su servicio.
3 Que de todo lo que hagamos o digamos tendremos un día que rendir cuentas ante Dios, cuando él nos llame a su presencia.
DAVID DICKSON [1583-1663]
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