Los grandes mitos de Occidente. Ana-Grace Avilés Martínez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana-Grace Avilés Martínez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418649806
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a partir de 1955. Turquía, que es miembro de la OTAN, jamás ha sido considerada parte del Primer Mundo ni de la civilización occidental.

      Tras el final de la Guerra Fría, el mundo occidental pasó a ser el Primer Mundo, pero ahora exclusivamente según criterios económicos y no políticos, se dejó de hablar de Segundo Mundo, mientras que el Tercer Mundo pasó a representar la «idea global de retraso» económico y cultural, así fue como numerosos países pacíficos terminaron por ser considerados «pobres». Actualmente se les denomina países en vías de desarrollo, pues el modelo dominante cuenta seguir con su expansión civilizadora.

      La civilización occidental suele ser definida a partir de la filosofía griega, el Derecho romano, la Religión cristiana, el arte Renacentista, el Pensamiento Ilustrado considerado «moderno»; la democracia liberal, el capitalismo, el socialismo, el individualismo, el Estado de derecho, el Estado de bienestar, los Derechos Humanos, el feminismo... La relación que mantienen todas las categorías anteriores con la noción de occidente muestra cuán complejo es este concepto y cuán necesario es hacer explícito eso que imaginamos cuando vamos a hablar de Occidente. Dicho esto último, se puede afirmar que, el colonialismo, la vocación universalista, la expansión global y la imposición del poder de la civilización occidental, son categorías que definen con mayor pertinencia a esta compleja palabra.

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      Civilización

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      La Real Academia de la Lengua Española define el término «civilización» como el conjunto de cosas que perduran y que son propias a una sociedad humana, costumbres, saberes y artes, por un lado; y por el otro lado, la RAE define la palabra «civilización» como el estadio —de progreso material, social, cultural y político— propio a las sociedades más avanzadas; en esta segunda definición se hace referencia a aquello que ha sido alterado, a lo que no perdura. Interesante paradoja. Civilización es, además, el efecto de civilizar, conviene entonces conocer la definición y la etimología de este verbo.

      Civilizar se define como una elevación del nivel cultural de las sociedades poco adelantadas. La palabra adelanto viene del verbo adelantar que es una acción propia a contextos de competencia. Civilizar significa, además, mejorar la formación y el comportamiento de las personas o grupos sociales; a partir de esta última definición se podría afirmar que el acto de «civilizar» es algo bueno, una acción benéfica, positiva, no adelantemos, sin embargo, conclusiones.

      El término civilizar proviene del adjetivo «civil» y del sufijo flexivo «izar» lo que indica el acto de volver a alguien o a algo «civil». Civil proviene del latín, civīlis, que hace por un lado referencia al ciudadano, perteneciente a la ciudad, además de ser sinónimo de los adjetivos calificativos: sociable, atento y urbano, que no es, ni militar, ni religioso. Civiles son las obras de servicio público, pero también lo son los intereses privados de personas, familias, bienes, contratos, responsabilidades, etc. Se les llama civiles a las autoridades laicas por oposición a las de la Iglesia o a las militares. La séptima definición del diccionario de la RAE rompe con el resto de las definiciones citadas porque, en ese caso, «civil» hace referencia a una persona ruin y mezquina.

      La definición comúnmente utilizada de la palabra «civil» concierne lo relacionado con las ciudades y se le utiliza en general para referirse a personas comunicativas, cordiales, sociables, educadas, afables, correctas, amables, atentas, en oposición a la barbarie que se sobreentiende es la que reina en la vida campesina. Interesante, muy interesante. Para terminar con este análisis del término «civilización», veamos cómo ha sido definida la palabra «ciudad» en el diccionario. Este término que proviene del latín civĭtas, -ātis, hace referencia al conjunto de edificios y calles regidos por un ayuntamiento cuya población, densa y numerosa, se dedica por lo común a actividades no agrícolas. Cuando se habla de ciudad se piensa en todo lo urbano en oposición a lo rural. En la antigüedad, «ciudad» era el título que se les daba a las poblaciones que gozaban de mayores preeminencias que las villas. Una preeminencia es el privilegio, la ventaja o preferencia que goza alguien por mérito especial. Las ciudades y ciudadanos han sido pensados a través de la historia como las merecedoras de ventajas por sus méritos. ¿Cuáles méritos? El de no mantener el trabajo agrícola. No es sorprendente entonces que hayan proliferado en el mundo las ciudades arrasando con todo lo que es la vida rural y campesina.

      Civilizar suena en el imaginario común como un acto de nobleza, todo discurso «respetable» suele contener palabras relacionadas a la ciudad, al ciudadano, a la civilización. La naturaleza, lo rural, han sido, por el contrario, utilizados en general, para hacer referencia a las «barbaridades», de la vida «salvaje» de zonas tribales, de la vida ruda y «violenta» del campesinado, de forma que, parece lógico entonces, que sea preciso civilizarles erradicando lo que quede de rural y de natural en el mundo. He aquí por qué el Planeta está como está en nuestros días. Las palabras tienen un poder inimaginable, por lo tanto, todo ser humano debería pensarlas detenidamente, cuestionarlas, analizarlas y hacer uso de ellas con responsabilidad y en plena consciencia.

      Mito número 1

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      «La superioridad cultural»

      La gran mayoría de jóvenes franceses salen de su país por falta de oportunidades, muchos van a estudiar al extranjero y se instalan ahí. Los jóvenes extranjeros del Sur, por su lado, llegan masivamente a estudiar a Francia, y a otros países del Norte. Muchos buscan quedarse, no porque en sus países no haya posibilidades reales de trabajo, los jóvenes franceses y otros extranjeros que ahí se instalan demuestran lo contrario, sin embargo, la visión colonialista de parte y parte, hace que las puertas que se cierran en el Sur para su gente, se abran para los originarios del Norte. En el Norte, se siguen instalando grandes cantidades de migrantes del Sur, gracias a que el mito de la superioridad se mantiene y es, ese enorme interés de parte de tantos extranjeros, lo que mantiene en vigencia el mito de la superioridad occidental.

      En uno de sus libros publicado a finales de 2013, el reconocido botánico francés, Jean-Marie Pelt escribió sobre su encuentro, a finales de 1960, con un gran chamán Vudú del Togo, en el África. Pierre Berger, especialista de la tribu, fue quien permitió a Jean-Marie Pelt tal encuentro. El chamán aprendió todos los secretos de las plantas gracias a su padre, quien, a su vez, heredó todos esos conocimientos de su abuelo. Cuando el chamán tenía alrededor de cuatro años su padre le