Los grandes mitos de Occidente. Ana-Grace Avilés Martínez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana-Grace Avilés Martínez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788418649806
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pueblos y naciones, esperando encontrar la sabiduría de la que les habían hablado. Se instalan primero en las capitales, en las grandes ciudades; luego, si pueden, viajan a los países y a las naciones famosas, reconocidas como superiores. Las tierras europeas son el destino predilecto de muchos migrantes que buscan contagiarse de los conocimientos profundos, de los grandes valores y de la supuesta sabiduría de los países avanzados. Después del inevitable choque cultural, algunas personas logran descubrir la quimera, lo que puede ayudar a romper los mitos, Los Grandes Mitos de Occidente.

      La historia fue escrita desde Europa para el resto del mundo, la historia del mundo fue escrita y difundida desde aquel punto de vista. Si queremos reparar las heridas, necesitamos construir una nueva memoria, viva, abierta, que dé lugar a cada una de nuestras verdades, a cada una de nuestras historias. Revisar el pasado nos permite descubrir la historia, descubrir nuestras historias y saber quiénes somos, solo entonces nos será posible entrar en otra era, escribir otra Historia. Hay algo más qué decir, sin embargo, es algo sumamente importante. Al escribir el pasado, Occidente transformó la historia, no solo de los otros, también transformó la vida de los suyos; la narración eurocéntrica de la memoria mundial no solo ignoró y menospreció cada una de las historias de los otros pueblos del mundo, esa historia escrita y transcrita por los poderosos de Europa ocultó, ignoró y aún sigue menospreciando, la historia de la gran mayoría de sus poblaciones ancestrales colmadas de gente con raíces rurales, artesanos y campesinos europeos que, desde siempre, han compartido —con el resto de campesinos y artesanos del mundo— los mismos tratos de discriminación, de humillación, de explotación y de olvido.

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      Mito número 5

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      «Sin dominación imperial, los pueblos colonizados hubiesen permanecido en el caos»

      Estrategias de conquista: corrupción y racismo

      El plan del general Rosas consistió en exterminar primero a todos los aborígenes que vivían en aislamiento. Habiendo arrinconado a los que quedaron, pensó atacarles durante el verano. Esta operación supuso durar tres años. Darwin imaginó que Rosas había elegido atacar en verano porque en esa estación no queda agua en las planicies reduciendo al máximo los espacios donde pudiesen refugiarse los aborígenes. Huir hacia el Río Negro, donde podrían esconderse en las vastas tierras que desconocen los conquistadores, era imposible por el contrato que habían firmado estos con los indios Tehuelches. Aquella guerra se llevó a cabo principalmente en contra de los aborígenes cercanos a las cordilleras, puesto que muchas tribus aborígenes en las costas este del continente, lucharon del lado del general Rosas. El general Rosas, escribe Darwin, siempre instala en primera fila a sus aliados indígenas, les vuelve carne de cañón con el fin de que las pérdidas sean siempre suyas, consciente de que, en el futuro, los aborígenes aliados podrán volverse sus enemigos. Rosas pagó caro cada nómada eliminado tratando de cruzar del lado Sur del río; si los tehuelches fracasaban, ellos mismos eran exterminados. Esta estrategia macabra es análoga a los métodos —desde siempre empleados— en contra, inclusive, de los mismos partidarios de los Gobiernos totalitarios, cuando sometidos, bajo el miedo tenaz a ser violentados, física o mentalmente, demuestran ser capaces de cualquier acto atroz. El estudio de Stanley Milgram explica el proceso de sumisión a la autoridad, latente en todo ser social, educado a la sumisión y a la obediencia, subyugado a la violencia mental o física, temeroso del rechazo colectivo, temeroso del ridículo.

      Tres siglos antes, durante su expedición para conquistar el Imperio azteca, Cortés había usado la misma estrategia: atacó primero a los tlaxcaltecas, que eran enemigos de los aztecas; después de haberles atacado, se alió a ellos. Cortés escribió en una carta al rey de España, Carlos I, diciendo que, al observar los conflictos entre las tribus, había sentido un enorme placer. Los tlaxcaltecas le parecieron tan fieles a su contrato que supuso sería fácil someterles. Yo recordaba, escribió Cortés, esas palabras evangélicas que dicen que dos reinos divididos serán destruidos. Cortés negoció con unos y otros, tlaxcaltecas y aztecas, asegurándoles su amistad y agradeciendo en secreto sus enemistades.