Pablo Turner
Director nacional de Latin Link Perú
Prólogo
Este libro se publica en un momento desafiante para la iglesia. La pérdida de confianza en las instituciones históricas, una cultura consumista en la que se trata la práctica religiosa como una opción de entretenimiento, una gama de terapias que compiten —espirituales y religiosas— y una creciente ignorancia acerca de la fe cristiana, todo se combina para crear un nuevo desafío misionero sustancial.
En respuesta, la forma de la iglesia está cambiando. Nos encontramos en un nuevo contexto y estamos explorando nuevos acercamientos. Es un momento crucial de oportunidad. Cualquier respuesta adecuada incluirá una imaginación renovada, una visión clara y la movilización del pueblo de Dios. Pero, en Dios, todo esto depende de un factor supremo: la calidad del liderazgo. Una iglesia que no invierte en el desarrollo de líderes es incapaz de responder a una cultura cambiante.
Como resultado de la terrible declinación en el número de jóvenes en la iglesia durante las décadas de 1980 y 1990, ¡el ministerio de jóvenes estaba desafiado a actualizarse o morir! El punto hasta donde ha podido florecer nuevamente, es el punto hasta el cual ha podido cambiar; no en el sentido de adaptar el evangelio, sino de restablecer el contacto con el mundo cotidiano de los jóvenes. El cambio más significativo en la práctica del ministerio juvenil ha sido el siguiente: dejamos de proveer programas para educar y entretener a los jóvenes, y comenzamos a prepararlos para tomar responsabilidades por su propio ministerio. Los resultados han sido impresionantes.
Ya no es adecuado enseñar a la generación emergente a hacer lo que nosotros, sus líderes, hicimos. Necesitamos entrenarlos a pensar, actuar y liderar de maneras que no hubiéramos imaginado.
Por eso me deleito en recomendar el libro de James Lawrence. Mucho de este material surge de su experiencia en el desarrollo de líderes jóvenes en el Programa de Liderazgo Arrow, el mejor curso de su tipo que conozco. Valoro el énfasis en la seguridad en Dios, así como su carácter y competencia. Este libro ayudará a la iglesia a identificar, entrenar y promover a los líderes que necesitamos.
Obispo Graham Cray
Prefacio
En 2004 se publicó por primera vez Líderes en crecimiento, y mi travesía en el liderazgo continúa. He aprendido mucho en los años que han transcurrido. Algo de este aprendizaje se ha realizado en el estudio, a través de la lectura de libros y visitas a sitios en Internet; otra parte la he adquirido involucrándome con otros líderes en sesiones de entrenamiento; pero la mayor parte la he obtenido en el frente, liderando junto con mis colegas. Estoy muy agradecido a todos aquellos que moldean mi manera de pensar y me alientan en el desarrollo personal. Agradezco a Naomi Starkey y a brf por pedirme que actualice Líderes en crecimiento. Agregar nuevos recursos, cambiar ciertas secciones y renovar las notas fue una manera provechosa de reflexionar sobre estos últimos años.
Existen nuevos desafíos que enfrentan hoy aquellos que están en el liderazgo de la iglesia (por ejemplo, el aumento de las múltiples responsabilidades de la parroquia), pero los principios delineados en Líderes en crecimiento parecen soportar la prueba del tiempo. Lo evidente es el mayor número de recursos disponibles hoy en día: más libros, más conferencias, más sitios en Internet, más cursos. Pero “más” no significa necesariamente mejor liderazgo. El mayor desafío es vivir en forma práctica lo que estamos aprendiendo; no simplemente estar más informados, sino crecer en nuestro liderazgo.
Creo que mis más recientes experiencias han profundizado en mí muchas convicciones.
» La sabiduría es el centro de un buen liderazgo. El liderazgo no es tan importante cuando todo es claro y fácil. Usted necesita liderazgo cuando las cosas son difíciles, complejas y poco claras. Entonces los líderes necesitan sabiduría para discernir el mejor camino que se debe seguir. Afortunadamente la tradición judeocristiana ofrece mucha sabiduría a aquellos que están preparados para extraer sus recursos. Ármese de valor y pídale sabiduría a Dios.
» La valentía es la columna vertebral de un buen liderazgo. Los líderes regularmente se enfrentan a situaciones duras. Sin valentía caerán en cada una. La valentía se desarrolla con el tiempo a través de decisiones diarias para encarar cosas difíciles sin evitar el camino potencialmente doloroso. La valentía es necesaria y puede madurar. Decida enfrentar cosas difíciles y comience hoy.
» La disciplina es el cimiento de un buen liderazgo. A medida que avanzo en edad, más cuenta me doy de que el dominio propio, una buena disciplina a la antigua, es elemental para la coherencia y la solidaridad en el liderazgo. Si bien no son muy populares o fáciles, son fundamentales para un liderazgo sano y útil la disciplina en el discernimiento del llamado de Dios, la disciplina en el desarrollo del carácter como el de Cristo, la disciplina en el crecimiento de las habilidades del liderazgo y, sobre todo, la disciplina en la vida espiritual. Ejercite el dominio propio e implore a Dios por la gracia para ser una persona disciplinada.
» El agradecimiento es el combustible para un buen liderazgo. Hay peligros inherentes para aquellos que están en el liderazgo, los cuales incluyen el cinismo, un espíritu crítico, una actitud sentenciosa, el desánimo y el agotamiento. El mandato de Pablo de no desanimarnos (2Co 4.1) o de no nos cansemos de hacer el bien (Gá 6.9) es un recordatorio útil. Mi impresión es que la gratitud es vital para mantenernos en un buen lugar a lo largo del recorrido como líderes: agradecer a Dios por todo lo que nos ha dado y continúa dándonos; agradecer a las personas por su amor y cuidado, por su paciencia y sufrimiento, por su servicio y ayuda; agradecer a aquellos más cercanos, a quienes soportan nuestras caídas y debilidades, se llevan la peor parte de nuestras frustraciones y nos alientan a seguir adelante. Haga una disciplina diaria del ser agradecido.
» El conocimiento de uno mismo es el núcleo de un buen liderazgo. En el mundo empresarial lo llamarían “inteligencia emocional”. Yo me inclino a pensar en esto como una conciencia saludable de uno mismo. Se necesita un líder que sepa cómo la gente responde a lo que él está haciendo; un líder suficientemente flexible para adaptar su acercamiento con el fin de que llegue a todas las personas; un líder que comprende sus propias fortalezas, carencias, limitaciones, debilidades y defectos, y cuyo conocimiento de sí mismo se arraiga en el conocimiento de Dios. Tómese tiempo para detenerse, reflexionar y conocerse a sí mismo.
Estos cinco aspectos: la sabiduría, la valentía, la disciplina, el agradecimiento y el conocimiento de uno mismo, nos servirán mucho mientras buscamos crecer como líderes. Oro para que Dios lo fortalezca en este objetivo y Él sea parte en su formación a fin de que usted llegue a ser un líder más semejante a Cristo.
Introducción
Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.
— Juan 15.5
Durante los años anteriores a aquellos en los que escribí este libro, cuatro situaciones alimentaron mi preocupación acerca del liderazgo en la iglesia. Primero, mi propia travesía como líder. No recuerdo exactamente cuándo comenzó, pero durante mi adolescencia me hallaba liderando a un grupo de jóvenes en casa, completamente sin preparación y sin ninguna idea de lo que estaba haciendo. Ansiaba que las personas se hicieran cristianas y, como no había muchos adolescentes cristianos en la iglesia, comencé a asistir a ella, lo cual parecía algo sensato. Luego, un par de maestros de escuela, quienes eran también cristianos, comenzaron a orientarme; fui ordenado cuando tenía 24 años de edad. Amaba ser ministro en una iglesia local; cometí muchos errores y aprendí mucho. A los 30 años me uní a cpas1 como un evangelista y no pude estar más feliz. Durante los siguientes diez años experimentaría los altibajos del liderazgo, y las principales luchas se relacionaban con aquello que necesitaba