La perspectiva cognitiva hace referencia a un conjunto de teorías psicológicas y neurocognitivas que se ocupan de fenómenos como el pensamiento, el lenguaje, la percepción, la imaginación, el aprendizaje y la memoria. Estas teorías no surgen únicamente como reacción al introspeccionismo de principios del siglo XX, o al conductismo, tendencia que dominó la psicología hasta la segunda mitad del siglo pasado, sino que son también el resultado de una sociedad en la que se dan grandes avances en el campo de la tecnología, como lo demuestra el gran desarrollo en el tratamiento de la información y los avances de la cibernética.
El origen de la perspectiva cognitiva se encuentra quizás en la importancia que adquiere en las sociedades avanzadas el intercambio de símbolos y representaciones cognitivas. De modo que esta perspectiva comenzó a tomar auge a partir de la década de los cincuenta, con el propósito de estudiar la cognición desde el punto de vista del manejo de la información, estableciendo paralelismos entre las funciones del cerebro humano y los conceptos propios de la informática como codificación, almacenamiento, recuperación y ordenación de la información. Estos conceptos también se utilizaron como referentes explicativos de las denominadas ciencias de la información, específicamente la bibliotecología, la archivología y la documentación.
Construcción del concepto de inteligencia investigativa
Teniendo en cuenta elementos de los enfoques teóricos estudiados sobre la inteligencia y los modelos de arquitecturas cognitivas, en los cuales se fundamenta el concepto inteligencia investigativa, es posible definirla como la construcción y desarrollo de competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) que los sujetos aprenden y consolidan para conocer el mundo, acercarse a él con una mirada reflexiva, problematizadora, y generar múltiples lecturas y análisis de sus características configuradoras. Tales competencias también le permiten al ser humano expandir su campo cognitivo y modificar sus estructuras mentales para resolver problemas no solo en los ámbitos académicos, sino también en los cotidianos. La inteligencia investigativa está constituida entonces por el conocimiento y las habilidades específicas que se desprenden de seis componentes medulares: los estilos de aprendizaje, los procesos básicos del pensamiento, los procedimientos u operaciones investigativas propiamente dichas, los estilos de pensamiento, los enfoques epistemológicos y las secuencias operativas para realizar investigaciones.
Se plantea entonces que la inteligencia investigativa implica el conocimiento acerca de la relación y articulación de estos cinco componentes. Además, la inteligencia investigativa también se desarrolla a partir de la sensibilización de las actitudes hacia la investigación, que suponen motivar a los alumnos hacia la búsqueda constante, la exploración y la problematización.
Dimensiones de la inteligencia investigativa
En vista de que para desarrollar la inteligencia investigativa se requiere conocer los estilos de aprendizaje y los procesos de pensamiento que pueden ser transferidos al procesamiento de la información, y por ende a la investigación propiamente dicha, existen diferentes concepciones y tipologías de estilos de aprendizaje, de procesos básicos del pensamiento, de enfoques epistemológicos y de investigación y sus correspondientes métodos y técnicas. En el caso de este estudio, se tienen en cuenta las concepciones y tipologías de estilos de aprendizaje señaladas por Woolkfolk (1996); Villalobos (2003); Cabrera y Fariñas (2005); Rojas, Salas y Jiménez (2006); Navarro (2008); García, Santizo y Alonso (2009); y Rumiche, Díaz y Serrano (2014).
En cuanto a los procesos básicos del pensamiento, se considerarán los planteamientos de Machado (1998) y Amestoy de Sánchez (1998). En relación con los procedimientos u operaciones investigativas específicamente, se considera la propuesta de Hernández-Rojas (2000), reseñados en la tabla 1. En lo que se refiere a los estilos de pensamiento, es pertinente la propuesta de Rivero (2000). Respecto a los enfoques epistemológicos, se tienen en cuenta los señalados por Padrón (2000). Acerca de los enfoques de investigación, se asumen las perspectivas de Hernández, Fernández y Baptista (2003) y Blanco (2012). Por último, en relación con las secuencias operativas para investigar, se toma como base el planteamiento de Camacho (2000) en lo que respecta a los métodos de investigación. En conclusión, la inteligencia investigativa está compuesta por el conocimiento consciente de la relación que existe entre los estilos de pensamiento, enfoques epistemológicos, procesos de pensamiento e investigativos y secuencias operativas para investigar.
Tabla 1. Procesos de pensamiento y operaciones investigativas
Procesos de pensamiento (Machado, 1998) | Seleccionar, ordenar, analizar, sintetizar, vincular,diferenciar, semenjantizar, trasladar, juntar, apartar,transformar, temporalizar, personifi car y expresar |
Procesos de pensamiento (Amestoy de Sánchez, 1998) | Observación, comparación, relación, clasifi caciónsimple, ordenamiento, clasifi cación jerárquica,análisis, síntesis y evaluación. |
Operaciones investigativas (Hernández-Rojas, 2000) | Identifi car, delimitar, taxonomizar, relacionar, metrizar,reducir, simbolizar, aplicar, explicar, generalizar,contrastar, contextualizar, argumentar, teorizar,sistematizar y comprender. |
Fuente: elaboración propia.
Capítulo 1 Los estilos de aprendizaje
Existen diversas visiones y perspectivas para definir los estilos de aprendizaje. Sin embargo, parece que la mayor parte de estas definiciones apuntan a asumir los estilos para aprender como rasgos singulares de cada persona, en cuanto a la percepción y procesamiento de la información, expresados en atributos cognoscitivos y afectivos a partir de los cuales se produce la interacción del sujeto con los estímulos y datos provenientes del mundo exterior. Para Cabrera y Fariñas (2005), la noción de estilos de aprendizaje tiene sus antecedentes etimológicos en el campo de la psicología, y conceptualmente comenzaron a utilizarse en la bibliografía especializada en los años cincuenta del pasado siglo por los llamados psicólogos cognitivistas.
De acuerdo con la visión de estos autores, Herman Witkin fue uno de los primeros investigadores que se interesó por la problemática de los “estilos cognitivos”, como expresión de las formas particulares de los individuos de percibir y procesar la información. Sus estudios y los de otros investigadores fueron considerados fundamentales dentro de las comunidades de educadores, principalmente en países como Estados Unidos, donde ya desde los años cincuenta del siglo XX venía ganando espacio la prevalencia del estudiante como actor fundamental del proceso de enseñanza-aprendizaje, a partir de las transformaciones curriculares generadas en los ámbitos educativos.
Según Woolfolk (1996), los educadores prefieren hablar de estilos de aprendizaje, mientras que los psicólogos denominan estas preferencias estilos cognoscitivos. De acuerdo con esta perspectiva, los estilos de aprendizaje pueden definirse como las maneras preferidas para estudiar y aprender. Tales maneras tienen que ver con la posibilidad de utilizar imágenes en vez de textos, de trabajar solos o con otras personas, de aprender en situaciones estructuradas o no estructuradas. Los estilos de aprendizaje pueden entenderse de diversas formas. Según Alonso y colaboradores (1994), son los rasgos cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven como indicadores relativamente estables. El estilo de aprendizaje caracteriza al estudiante respecto a las condiciones educativas que son más favorecedoras en dicho proceso. De modo que algunas condiciones educativas le serán más favorables que otras. El término estilo de aprendizaje se refiere al hecho de que cada persona utiliza su propio método o estrategias a la hora de aprender. Aunque las estrategias varían según lo que se quiera aprender, cada uno tiende a desarrollar ciertas preferencias