El componente inteligencia investigativa incluye como dimensiones los estilos de aprendizaje, los estilos de pensamiento, los enfoques epistemológicos, sus secuencias operativas derivadas y los métodos y técnicas de investigación compatibles con cada enfoque y estilo de pensamiento (figura 2). Para lograr el desarrollo de la investigación formativa hay que asumir como punto de partida el estudio sistemático de la relación que debe existir entre cada una de estas dimensiones, de modo que se pueda dar el salto cualitativo de la visión mecanicista y acrítica de la enseñanza de la metodología de la investigación a una visión mucho más significativa, que conecte los métodos y técnicas de investigación con los enfoques epistemológicos y sus correlatos en el conocimiento acerca de cada estilo de aprendizaje y de pensamiento.
Figura 2. Componentes de la inteligencia investigativa
Fuente: elaboración propia.
El componente formación teórica está constituido por dimensiones entendidas bajo la forma de perspectivas a partir de las cuales se abordan los problemas-temas-fenómenos-procesos-objetos-sujetos de investigación en los estudios de información documental. La formación teórica aporta el arsenal conceptual que requieren los estudiantes para explicar, descubrir, interpretar y comprender la realidad donde se ubican tales problemas, sobre la base de un andamiaje que permitirá realizar ejercicios deductivos, mediante los cuales se operen tales perspectivas teóricas con el objeto de sistematizar y organizar el proceso investigativo dentro de determinados modelos de representación de la realidad, a partir de los principios y conceptos señalados en las teorías predominantes en el contexto de los estudios de información documental. Tales perspectivas teóricas son la bibliotecológica, la archivística, la documentalista, la informacionalista y la cognoscitiva (figura 3).
Figura 3. Perspectivas teóricas de los estudios de información documental
Fuente: elaboración propia.
El componente competencias infocomunicativas alude al dominio estratégico del conjunto de saberes y de prácticas para potenciar los procesos investigativos que van desde la detección de un tema, la búsqueda y localización de fuentes y recursos de información, la organización y evaluación de tales fuentes y recursos, con base en criterios de actualidad, rigurosidad, vigencia y pertinencia, hasta la comunicación efectiva y ético-legal de los resultados obtenidos en las investigaciones. Las competencias infocomunicativas abarcan desde el acceso a la información, su evaluación, hasta el uso y comunicación, siguiendo pautas formales de organización y redacción (figura 4).
Figura 4. Competencias infocomunicativas
Fuente: elaboración propia.
El aprendizaje y la inteligencia han sido objeto de estudio de la psicología, principalmente de la psicología cognitiva, disciplina relacionada con las explicaciones sobre los procesos cognitivos que operan en la mente humana. Estos estudios no son tan recientes como parecen, ya que, según Gardner (1988), los griegos debatían sobre los vehículos de la inteligencia humana y las vías que hacían posible la producción del conocimiento.
Existen diversas teorías sobre el aprendizaje, las cuales no serán profundizadas en este libro, dado que no es su propósito. Interesa más bien trabajar el concepto aprendizaje orientado hacia la producción de nuevos conocimientos, lo cual es una tarea que implica “saber investigar”. De esta forma, la inteligencia investigativa se concibe a su vez como la construcción y desarrollo de conocimientos, habilidades y actitudes hacia el conocimiento y la investigación, es decir, el conjunto de saberes, procesos, intereses y motivaciones que los sujetos aprenden y desarrollan para conocer el mundo y acercarse a este con una mirada reflexiva, problematizadora, y generar múltiples lecturas y análisis de sus características configuradoras (Pirela y Ocando, 2002).
Este concepto de inteligencia investigativa hunde sus raíces en la perspectiva que asoma Gardner (2001), según la cual la inteligencia era entendida por los griegos como el ideal de persona dotada de agilidad física, criterio racional y una conducta virtuosa; mientras que para los romanos el ideal de ser humano estaba dado por el arrojo varonil y los seguidores del islam honraban al guerrero santo. Durante los últimos siglos, y sobre todo en las sociedades occidentales, se ha extendido el ideal de la persona inteligente de acuerdo con variaciones de las épocas y contextos socioculturales. Tradicionalmente se ha entendido que la persona inteligente es aquella que domina el lenguaje y la matemática. Puede decirse que hoy la persona inteligente es aquella que sabe “investigar” en el sentido más amplio del término, es decir, que sabe buscar, procesar y utilizar la información para convertirla en conocimiento y en acción, y lo hace mediante el uso efectivo de las tecnologías de información y comunicación (TIC).
Una de las definiciones de inteligencia que dentro del enfoque cognitivo se trabaja con mucha fuerza, y que se ubica en la perspectiva en la que se basa este libro, es la que aporta Páez (1992), según la cual para explicar la inteligencia es necesario utilizar el recurso de la pirámide, de cuatro niveles, en la que el primer nivel corresponde a los datos, el segundo a la información, el tercero al conocimiento y el cuarto a la inteligencia (figura 5). Lo que permite ascender en cada uno de los niveles es el valor que le agrega el sujeto a los elementos precedentes de la pirámide. Por tanto, para llegar al cuarto nivel de la pirámide, la inteligencia, se requiere la aplicación de operaciones de pensamiento para agregar valor a la información.
Figura 5. Pirámide explicativa de la inteligencia investigativa
Fuente: Páez (1992).
De acuerdo con la visión del autor, el dato corresponde a una noción de información como materia, es decir, registros icónicos, simbólicos, fonémicos y sígnicos, mediante los cuales se representan hechos, conceptos o instrucciones. Cuando se habla del segundo nivel de la pirámide, se habla de información, en cuanto significado, esto es, materia informacional relacionada o estructurada de manera potencialmente significativa. El conocimiento se considera el tercer nivel de la pirámide, que alude a la información como comprensión, es decir, estructuras informacionales que al integrarse a sistemas de relacionamiento simbólico logran un nivel de mayor permanencia. Por último, la inteligencia es conceptualizada como oportunidad, estructuras de conocimiento que siendo contextualmente relevantes garantizan una intervención ventajosa de la realidad.
Según esta concepción, lo importante es conocer y desarrollar los procedimientos de agregación de valor a la información para ascender en los niveles de la pirámide, hasta alcanzar el último nivel, que plantea el uso de la información en la resolución de problemas y el desarrollo individual y colectivo. Esta concepción cognitiva de la inteligencia es similar a la de Baralt-Torrijos (1993) y Acurero (1998), que señala que el concepto tiene que ver con la diferencia entre doxa y episteme. Lo que estos dos autores afirman es que existe una diferencia entre tener información y poseer o llegar a construir conocimiento e inteligencia. Estas últimas categorías son resultado de un proceso mediante el cual el sujeto compara la información nueva, con la que maneja previamente y construye el conocimiento, mediante procesos de comparación, contraste y articulación.
Junto con la perspectiva informativa y cognitiva se encuentra el enfoque de la neurociencia cognitiva, que propone una definición de inteligencia asociada con procesos cognitivos complejos o conocidos también con el nombre de procesos cognitivos de alto nivel, gracias a los cuales los sujetos pueden tomar decisiones y resolver problemas. Dentro de esta