Constatarán en la lectura que no sólo está presente lo que dicen los analistas, sino también las palabras de algunos pacientes. Es decir, casos que fueron publicados a modo de relatos de análisis, “testimonios” que me han permitido deducir cómo terminaban concretamente los análisis. Encontrarán recortes de relatos de pacientes de Freud, de Winnicott, de Lacan; y de testimonios de pase de algunos Analistas de la Escuela (AE) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Fui tomando los casos en función de las preguntas que me surgían. Por ejemplo, Theodor Reik, paciente de Freud, da cuenta de la separación de una posición fantasmática: “ser un asesino de alegrías”. Hilda Doolittle, poetisa norteamericana, comienza el análisis con Freud por el lado de la escritura y sale del análisis por los problemas de la guerra, pero pudo hacer de la escritura la causa de su vida. Margaret Little, paciente de Donald Winnicott, habla de hacer el duelo del objeto, lo que en su caso fue posible gracias a que ubicó lo que llama “la angustia psicótica” en el campo del Otro. Harry Guntrip, también paciente de Donald Winnicott, se pregunta si es posible hacer un análisis completo, y de ahí parte su testimonio.
En “La dirección de la cura” Lacan se refiere al final del análisis por la vía de asumir la falta en ser y la desidentificación con el falo. Pero sabemos que da un paso más, y comienza a hablar del goce. En el ‘67 lanza su Proposición de pase a la Escuela, y llama “momento de pase” clínico al atravesamiento del fantasma: ese momento en la experiencia de un análisis en el que el sujeto logra desprenderse un poco de aquella frase fija, programa de goce, que hace que mire el mundo desde el mismo lugar. Nueva relación con la pulsión, momento de deser, deflación del deseo –apunta Lacan–.
Llegar hasta acá no fue nada sencillo para Lacan, tuvo muchas complicaciones en el camino. Los debates de la época demuestran que con el pase Lacan había lanzado una verdadera bomba. Los analizantes que terminaban sus análisis y su formación se volvían didactas; era una cuestión de acumulación de experiencia. Lacan ahora planteaba que un analista se convierte en tal como resultado de su propio análisis y de poder demostrar haber llegado al final por la vía del pase; e inventa el dispositivo del pase para verificar ese resultado. Se trata de la trasmisión del “pasante” a los “pasadores” y de estos al cartel “jurado”, que decide cada vez si nomina AE al pasante o no. Esto implica un desplazamiento político y de poder: antes el poder estaba en manos de los didactas y ahora pasarían a tenerlo los AE.
Al leer los debates de la época vemos la ola que generó el pase. Muchos notables abandonaron a Lacan a partir de esta Proposición, y recién pudo volver a ponerla en órbita en el 69. Sin embargo, en el 78 habla del fracaso del pase en el Congreso de Deauville: “He querido obtener testimonios, sin embargo no he obtenido ninguno”. Los AE no estuvieron a la altura. Este fracaso lleva a Lacan a la disolución de su propia Escuela en el 80. Este es uno de los nudos de la tesis: la Escuela de la Causa Freudiana (ECF) es la contraexperiencia de la EFP. La ECF se funda sobre ese fracaso.
Los AE se habían mantenido en un “intimismo místico”, se produjo una vuelta a lo privado, sin transmisión. ¿Qué pasaba que no hablaban? Todo quedaba encerrado entre unos pocos. Hay debates de ese entonces publicados en Delenda, o en los llamados “Sábados del pase”, donde se puede encontrar alguna respuesta. El silencio y la no transmisión fueron nodales tanto para el fracaso como para empujar la nueva apuesta.
En el “después” anoto la pregunta acerca de por qué el testimonio se hace público. Hay que poner el ojo en ese momento de fracaso del pase en la Escuela de Lacan y la decisión de Miller de reorientar el pase hacia el deseo de Lacan.
Lacan no habló de la transmisión pública del testimonio a la comunidad analítica, por lo tanto me interrogué acerca de cómo y por qué comenzó. Así, tuve la oportunidad de contactarme con Esthela Solano-Suárez, una de las primeras AE de la ECF, quien me dio una de las pistas al contarme que, cuando terminó su función como AE, Miller le pidió que hiciera un testimonio público. Se iba despejando fuertemente la idea de que el pase estaba hecho para ser transmitido, y no era un sobreagregado a la enseñanza de Lacan: Lacan no es sin el pase. La perspectiva del final que, más avanzada su enseñanza, se suma a la del atravesamiento del fantasma es la identificación al síntoma, con cierta distancia, planteada en el Seminario 23. Y su última versión de pase, que se desprende de su texto “El prefacio del Seminario 11” (5) (1976), es la hystorización del análisis.
Pero es Miller quien logra con su orientación poner en juego la última versión de pase de Lacan. La definición del pase que plantea Miller en sus cursos, más precisamente en “El ser y el Uno”, dictado en 2011, culmina con la noción de “ultrapase”, que se refiere a una nueva satisfacción. (6) Es Miller, junto a la AMP, quien dice: “No hay pase si no hay transmisión”. En el cierre del Congreso de la AMP 2014 plantea que el “acontecimiento de pase tiene que ver con el decir de uno solo y los aplausos del público”. El pase es una hystoria que se cuenta, una verdad mentirosa, un relato ficcional. Retoma la perspectiva de que “el Otro del pase es un espectador”, y no hay pase si no hay ese Otro que aplauda. ¿Cómo pensar la nueva satisfacción alcanzada al final? La satisfacción no es sólo del AE, algo de este orden se juega también en la escena del dispositivo del pase y en el público.
He podido leer algunos casos interesantes que publicaron analizantes de Lacan, de la época de la revuelta. Por ejemplo, el de G. Haddad, que en un planteo casi delirante muestra cómo él quería ser nominado AE para obtener el “bastión de mariscal”, así como él mismo decía de otros, en una búsqueda de reconocimiento; y deja vislumbrar también el impacto que tiene en él la no nominación. O el caso de J. G. Godin, que si bien no hizo el pase su relato está atravesado por el interés de Lacan por el pase y el lugar central que tiene en su enseñanza.
Podrán seguir entonces un recorrido que va desde el “pase relámpago” que plantea Lacan por el lado del atravesamiento del fantasma y que ilumina lo que estaba en las sombras, ese pasaje del analizante a analista; hasta el “pase satisfacción”, articulado al sinthome, en el que se condensa el goce más singular y opaco del parlêtre. Se tratará a esa altura para Lacan de bordear ese no-todo para encontrar ese real para cada uno. Comparto eso que Miller afirma, que Lacan convoca a encontrar nuevos métodos para demostrar ese pasaje de analizante a analista. Por último, encontrarán también testimonios de pase correspondientes a diferentes épocas, desde 1983 hasta la actualidad, de las distintas Escuelas de la AMP.
Luego de escribir esta tesis yo misma me he presentado al dispositivo del pase en la EOL y fui nominada AE en febrero de 2019. Esta investigación está atravesada por mi deseo de saber acerca de los finales y su transmisión, y por mi propia experiencia del final de mi análisis.
El pase sigue dando que hablar, me ha empujado a “tomar la palabra” (título que le he puesto a mi primer testimonio presentado en la EOL el 9 de abril de este año) y a que hoy muchos nos sigamos ocupando de él.
El pase, uno por uno, hace que la Escuela Una exista, cada vez.
1- Miller J.-A., “El pase, ¿hecho o ficción?”, en Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011.
2- Chauvelot D. y Laurent É., “Siracusa, Worcester, y algún otro lugar”, Ornicar?, París, 1977, p. 12-13.
3- Freud S., “Análisis terminable e interminable” (1937), Obras completas, t. 23, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.
4- Lacan J., “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958), Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985.
5- Lacan J., “El prefacio a la edición inglesa del Seminario 11” (1976), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.