Luego de recorrer tres días Montevideo, en donde vimos la Casa de Gobierno, el Estadio Centenario y sus playas de arena que dan al Río de la Plata (si, es el mismo río que da a Buenos Aires y acá pueden llegar a aparecer pingüinos empetrolados, o cualquier cosa mutada por el estado del agua, sin mencionar que no tenemos arena, sino tierra).
El paisaje callejero de Montevideo y por general de Uruguay es ver a la gente por la calle tomando mate, con un termo bajo el brazo, pero el nivel de adicción es tal, que es casi como que forma parte del cuerpo el termo y el mate, y a uno, de verlo en tantos lados, el mismo escenario, ¡hasta le parece que es lógico que todos anden así! Quizás pecamos que nosotros nos creemos grandes tomadores de mate, y en realidad, no tenemos nada que hacer al lado de nuestros vecinos charrúas.
También es interesante comer la parrilla Uruguaya, tiene cosas como chotos, chivito o pamplona, que son sinceramente muy ricos e inclusive fueron adoptados por la parrilla Argentina.
Siguiendo viaje hacia el oeste, nos topamos con la casa del artista Páez Bilaró, quien aparte de ser un eximio artista, su hijo fue participe de la odisea del equipo de rugby que quedo varado en la cordillera, que estuvieron setenta y dos días buscando una salida antes de ser rescatados y que para sobrevivir, llegaron a practicar canibalismo. De esa historia estremecedora se desprende la película Viven. La casa de Páez Bilaró es algo fuera de lo común, esta ubicada en Punta Ballena (ahí nomás de Punta del Este) y tiene una estructura con muchísimos volúmenes irregulares, todos blancos, y con arcos, como pudiendo pasar por adentro de ellos, es digno de un dibujo de Escher. Adentro tiene un museo, en donde se pueden apreciar sus obras, obviamente, existen fotos del reencuentro entre padre e hijo luego de la aventura cordillerana, realmente, es escalofriante.
Hay muchas pinturas, que sinceramente mi nivel pictórico se sublima a solamente dos estadios, que es “Me gusta, No me gusta” sin encontrar grises y muchos vericuetos en la determinación. La mayoría de las obras “Me gustaron “ya que hacían un muy buen uso de los colores claros, que en mis momentos de pequeño, cuando en un momento empecé a pintar, era de lo más complicado de hacer.
Siguiendo viaje, con bastante ansiedad, sabíamos que la próxima parada iba a ser Punta del Este, en ese entonces Punta era lo más top, lo mejor que te podía pasar era estar en Punta del Este, muchísimos argentinos tenían casas ahí ostentando su nivel social. Era increíble, a medida que nos acercábamos a las zonas céntricas, más y más autos con chapas argentinas, era casi una sucursal.
Punta del Este me impresionó de entrada, ya sea por los edificios muy imponentes y aparentan ser lujosos, sus casas impresionantes y el ambiente en la calle. En un momento, llegamos en donde se dividen las aguas entre el Río de la Plata y el Océano Atlántico, que curiosamente, las playas respectivas, se llaman “La Mansa “(que da al río) y “La brava “que da al mar. Es bastante curioso como de un lado tenés olas y del otro lado no, me quede sorprendido con ese insólito escenario.
Otro punto curioso es el “Monumento al Ahogado “que, para quienes no lo conocen, les comento que consta de 5 dedos que salen del piso, de considerable tamaño, simulando ser los dedos de una persona que se esta ahogando, en donde la vereda se interpreta como mar. Sinceramente, muy mal gusto para mi, pero bueno, seguramente cobro mucho por hacer eso que a mi no se me ocurrió hacer.
Uruguay duro solamente una semana, pero fue suficiente como para conocer otra cultura, si bien es sospechosamente similar a la nuestra, uno encuentra diferencias, una de la principal, es la moneda, el parque automotor, la gente tomando mate en cualquier lado, la comida y la mención de otras personas, como Artigas que no tenia ni siquiera incorporadas, que luego del viaje si las tuve. Como primer país foráneo y a esa edad para empezar circuitos internacionales, este bien, ha sido un interesante viaje y he visto muy lindas cosas.
Capítulo 3 – Un poco más de grande
Entendiendo un poco el entorno
Vamos a ubicarnos un poco qué me pasó en mi vida para poder entender un poco más el viaje a Bariloche, que es el siguiente a relatar, ya que sin ubicarnos, será imposible entender las situaciones vividas.
El secundario lo hice lo que en ese momento se llamaba, Colegio Nacional Nº 3 Mariano Moreno, ubicado en la calle Rivadavia entre Bulnes y Billinghurst, Capital Federal. El colegio no era una cuna de superdotados, pero estaba muy bien, al ser estatal, me hizo tener roce con gente de cualquier estrato social, creencia religiosa y hasta nacionalidades distintas. En ese entonces era un colegio que se basaba en el “Proyecto 13” que consistía en tener un tutor por curso y aparte, luego de tres años comunes, especialización en algún rubro, las tres opciones eran, Físico-Matemático, Letras o Biológico, yo siempre fui un tipo que, irónicamente, no le gustaban las letras y mucho menos disecar sapos, mis viejos, ambos docentes de Matemática y mi viejo aparte de Física, no parecía haber otra alternativa, me dediqué al Físico-Matemático. Lo interesante de esto, es que uno en cuarto año, tenía un nuevo lote de compañeros, porque no todos seguían la misma especialización que uno, y en cierto aspecto era fuerte, porque es como que ya te estabas acostumbrando a la gente y era mezclar y barajar de nuevo, todo esto era, desde ya en pos del conocimiento que más tarde nos brindaría la especialización.
A nivel personas, en cuarto año, me hice muy amigo de Leo, quién era una persona un poco críptica como bien yo solía ser y me gustaba ese estilo, entonces nos llevábamos bien, hice amistad en forma casi inmediata. Resulta que este muchacho, frecuentaba un club, que no era otro que el Centro Galicia, el que queda en Olivos, sí, cada vez que íbamos en colectivo, demoramos casi una hora o más para llegar a destino, pero sinceramente, valía la pena, existía un grupo enorme de gente y me supe integrar lo más bien.
Entre las personas que estaban ahí, conocí a Lau con quien luego nos llevábamos bien. El éxito del club fue tal, que chicos del colegio se fueron uniendo, como Manu y posteriormente Pancho. Tal es así que en un cumpleaños de Leo, que era apenas diez días antes del viaje a Bariloche, nos sorprendemos con que Manu estaba a pleno a arrumaco con Lau.
Si todo me sale bien, a Bariloche otra vez
Bariloche, es difícil arrancar a explicar lo que significa Bariloche para cada uno, porque es en cierta forma, un terrible punto de inflexión en la vida de un adolescente. Bariloche es sinónimo de descontrol, lujuria, exceso, diversión al extremo, sexo, mucho alcohol, no dormir, comer chocolate, montañas con nieve y fotos con San Bernardos en el Centro Cívico. Pero a su vez quiere decir otras cosas más, que uno las ve con el tiempo, como que para muchos es el primer viaje que hacen sin los padres (no fue mi caso, como habrán visto), te exige ciertas normas de convivencia con tus compañeros de cuarto, te enseña a hacer las primeras negociaciones... “que dejame la pieza un par de horas, que te compro un vino” y lo mejor de todo, es que Bariloche es un lugar increíble, tiene una belleza infinita y no es simple encontrar en otro punto del planeta un lugar como tal.
El proceso de Bariloche, para también fue la primera vez que uno disfruta el viaje en sus tres estados que uno lo puede disfrutar, que son, La Previa, que es todo el proceso de armado y organización del viaje,El Viaje en si, que es la incorporación de emociones en forma tremenda, a uno le pasan mil cosas por segundo, y después La Vuelta, que es en donde a uno, ya le pasó todo y empieza a asimilar todas las cosas que vivió, ya sea, dando los regalos a los demás (si es que alguien los lleva), mirar las fotos, ver el famoso video, ver la foto panorámica en el Cerro Catedral, y lo que para mi es tremendo, que es desarmar el bolso; a medida que lo fui haciendo, cada cosa que sacaba, estaba relacionada con anécdotas.
Yo fui a Bariloche con mucha expectativa, pero como muchas veces defino, uno puede ser espectador o puede ser actor de las situaciones, yo en ese momento de mi vida, era espectador, todas las cosas quería verlas, pero de ahí a generarlas, estaba muy lejos, sobre todo con las bromas más que saladas o con organizar cosas, de lo que sea. El tiempo me fue cambiando y hoy en día me siento un gran actor.
La organización del viaje se la puso al hombro la Pochi, una compañera del secundario con