Vivir viajando. Diego Varela. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Diego Varela
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789878707617
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excursión que hicimos, fue hacia Rió Tercero, en donde una lancha nos llevó a recorrer toda la zona, la verdad que era muy linda, y hacía bastante frío, eso había sido en Agosto y realmente el frío se sentía.

      Una noche, se hizo el típico fogón, a la orilla del rió, el fogón era increíblemente grande y lo habían preparado unos coordinadores, en su momento nos encontramos haciendo apuestas de cuántotiempo iba a estar prendido dicho fuego, algunos ingenuos, consideraban que unos brutos troncos de árbol casi enteros, en una hora se iban a apagar y otros arriesgados decían que toda la noche iba a estar prendido. Fue un lindo momento para compartir de noche, a la mañana siguiente, no dimos puntada sin hilo, y nos fuimos a ver el fogón, a ver si estaba prendido o que, y nos encontramos con que había habido una terrible helada, el fuego apagado y un perro congelado al borde del río, demás está decir que el perro estaba muerto. No nos pareció un espectáculo para ver mucho tiempo, así que nos fuimos inmediatamente.

      A la vuelta, pasamos por Calamuchita, había un muy lindo río, con mucho caudal y rocas, en donde hicimos una pequeña parada y disfrutamos un poco del ruido del agua, que tan placentero me parece hoy en día.

      El viaje a Embalse Río Tercero, vino de upa, no tenía todas las comodidades que muchos hubiéramos querido que tenga, pero fue un buen momento para hacer sociales con todos los demás. Algunas personas se vieron sometidos a crisis por no encontrarse que el hotel no era como la madre acostumbraba a tenerlos pero de a poco se fueron curtiendo. Río Tercero es un muy lindo lugar y tiene paisajes increíbles, es altamente recomendable, pero creo que se disfrutaría mucho más, siendo más grande, en donde la búsqueda es decididamente otra.

      Ahora se venía el posta, esto era Diciembre y era el viaje con el cual primero nos habíamos emocionado, con el que habíamos planificado y con el que inicialmente contábamos. El grupo de alumnos esta vez era bastante más íntimo, éramos solamente doce chicos, más los padres de otro que también, venía con nosotros.

      Llegó el día de la salida, nos subimos a un micro que hacían un total de tres con distintos estudiantes de distintos colegios, viajamos de noche, para llegar, cenar de últimas e irnos a dormir para aprovechar el día siguiente al máximo.

      El viaje tuvo un condimento que jamás nos hubiéramos esperado, habíamos hecho bastantes kilómetros ya, y sentimos que el colectivo zigzaguea y a continuación una colisión. El colectivo se detiene en banquina repentinamente y nosotros nos mirábamos unos a los otros sin entender bien qué era lo que estaba pasando. Muchos momentos de incertidumbre hasta que finalmente nos anuncian que habíamos atropellado a una persona que venía deambulando con una bicicleta en la ruta. Para nuestro asombro, no nos aterramos sino que queríamos ver directamente los pedazos de tipo hecho trizas luego que el colectivo lo aplaste espantosamente. De los tres micros, el primero pudo frenar, el segundo los esquivó y la tercera es la vencida, nos lo llevamos puesto de souvenir. Recuerdo uno de los comentarios más ácidos que podría haber escuchado hasta ese momento en mi vida, un pibe callado, salta y dice... “bueno muchachos, no hace tres horas que estamos viajando y ya tenemos una más que interesante anécdota para contar”. Luego de cómo un par de horas, vino otro micro al rescate, fuimos a comer a la ruta, y vimos de frente el micro colisionado, daba impresión que una mole así te lleve puesta, tal como fue nuestro caso.

      Llegamos y al día siguiente recorrimos el complejo de bungalows sitos en la localidad de Aguas Verdes de Chapadmalal, en donde nos estábamos alojando, nada que ver con la calidad de los hoteles de Río Tercero, sin desmerecer el viaje de upa, pero sinceramente, daba ganas quedarse y dormir ahí. La comida era de otra calidad, la limpieza era muy superior, la ambientación y la estructura era súper moderna, mucho verde y ruidos a pájaros, no nos podíamos quejar. Esa misma mañana casi por decisión unánime armamos un muñeco en representación de aquel desconocido que fue arrollado, un muñeco que estaba constituido por una almohada a modo de torso, toallas y toallones a modo de brazos y piernas respectivamente, un pulóver bordeau puesto sobre la almohada, y un jean negro cuyo relleno eran los toallones. La cabeza la habíamos armado con una botella de gaseosa descartable, le habíamos puesto anteojos, creo que una bufanda para que no se vean tantos detalles, y una gorra. Ese muñeco, lo bautizamos, irónicamente “El Difunto” y fue nuestra mascota todo el viaje, pero a niveles insólitos, íbamos a jugar al fútbol y lo llevábamos por todos lados y lo sentábamos en las tribunas, o también hacíamos giras por todo el complejo gritando “oh oh ooooh ¡este es el difunto!”

      Una anécdota de color, los chicos tenía por costumbre “almacenar” al difunto en las noches en un placard, a simple modo de colgarlo de una percha, a la mañana fuimos a la playa, y cuando volvemos, vemos a la señora que había hecho la limpieza, con unos tintes de tez blanca (técnicamente hablando, estaba más pálida que un palmito), con signos taquicárdicos y un poco exasperada. Nos intercepta en nuestro trayecto, y clama con cierta angustia: “Chicos, por Dios, la próxima vez que guarden el muñeco ese ahí en el placard, avísenme, ¡me llevé un susto de novela!” ¡Nosotros no podíamos contener la carcajada sabiendo semejante cosa!

      El viaje a Chapadmalal, fue muy tranquilo, durante el día íbamos a la playa, o a caminar por ahí, después realizamos alguna actividad, como fútbol, fútbol o fútbol, y descansar, era más un viaje de placer que otra cosa. Desde ya que lo más fuerte que me quedó en mi memoria es el incidente con la persona que atropellamos y de la forma que sobrellevamos, con el tiempo nos dijeron que podríamos haber quedado traumados en algún aspecto si nosotros no canalizamos el accidente haciendo el muñeco y otras tantas cosas, la cuestión es que hoy en día me causa mucha gracia recordarlo y la gente que es receptora de este cuento, no lo puede creer. El complejo de bungalows de Chapadmalal era muy lindo y ahí entendimos también que se puede tener vacaciones en lugares más decentes que los de Río Tercero, claro, para nosotros esto era todo muy nuevo.

      En el año 1989, con Mariano - compañero de Primaria y Secundaria, surge la posibilidad de ir a Uruguay una semana, él con su madre (Mabel) y Carlos (pareja de Mabel), estaban yendo hacia ahí y me dada la amistad y para que Mariano no se aburra en forma terminal, decidieron invitarme, cosa que yo acepte sin titubear ni siquiera un segundo. Primera salida del país, y como no era con mis viejos, me tuvieron que firmar un permiso de Patria Potestad para poder egresar del país con ellos. Por otro lado, iba a ser un viaje emocionante, porque íbamos a ir en Buquebús, y atravesar el Río de la Plata en un ferry era algo que no todos los días pensaba que iba a hacer.

      El viaje era extremadamente lento, yo casi me podía imaginar que nadando llegaba más rápido, a pesar que mis dotes como nadador dejan bastante que desear. Luego de casi 3 horas arriba del súper barco, llegamos a Colonia del Sacramento, que claramente no es una ciudad para chicos de 15/16 años. Recorrimos todo con bastante poco interés ya que lo único que había eran ruinas, que, hoy en día, apreciaría mucho ver, pero en ese momento, el mensaje a mi cerebro no era otro que “Pero me como un viaje eterno en barco, para ver esto que está todo hecho bolsa. Dios mío.”

      Aprovechamos el ferry para cargar el Peugeot 504 bordeau de Carlos, con el cual recorrimos toda la extensión Uruguaya. Recuerdo que paramos casi en primera instancia en Piriápolis, ciudad a la que mis tíos me pudrieron de mencionar, yo no me esperaba encontrar una sucursal uruguaya de Disney, pero si, tenia bastante inquietud de saber de que se trataba la tan mentada ciudad. Me encontré con que la ciudad daba al río, que tenia lindas playas de arena y que tenía como un cerro, la verdad, hasta me pareció pintoresco, pero no logre entender cómo la gente tiene adicción a Piriápolis.

      Seguimos recorriendo con el Peugeot las sinuosas rutas de Uruguay, y llegamos a Montevideo, de entrada me pareció una ciudad súper vieja, pero vieja en el sentido que por ejemplo, uno va al barrio de Retiro, Capital Federal, y ve monstruosos edificios vidriados de muchísimos pisos, si bien son de ultima generación, siempre hubo edificios de veinte pisos o mas. En Montevideo el edificio más alto, tenía catorce pisos. ¡Catorce! No era nada, hasta casi las iglesias eran más altas. Ese tipo de detalles me daban que pensar que era vieja. Llegamos y empezamos a recorrer un poco, y me di cuenta lo importante que es Artigas para ese país, todo, absolutamente todo,