Vivir viajando. Diego Varela. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Diego Varela
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789878707617
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concéntricas, lo que es el downtown de Londres, es Zona 1 + Zona 2; ahí está el 90% de Londres. El resto, son zonas más residenciales e inclusive llega hasta Heathrow, que es Zona 6. Entonces uno saca la Oyster Card, que sirve para el Tube y para los Double Deckers y dependiendo del tipo de pase que uno haya puesto, la tarjeta es válida. Existen miles de modelos, pero el que le sirve al turista es por ejemplo, Semanal Zona 1 + Zona 2, que sale mucho más económico que pagar cada tramo individual y puede moverse libremente por esas dos Zonas. Ahora, si te pasaste de Zona, estás listo. La organización del Tube es una obra maestra de la ingeniería, la coordinación entre todos los tramos y aparte la cobertura que hay en toda la ciudad hace simple todo el traslado.

      Londres no es sólo una ciudad que visité muchas veces, sino que también viví ahí - por poco tiempo - pero suficiente como para conocerla un poco más en profundidad.

      Nos quedaba París en el tintero. Había mucha expectativa, principalmente, porque coincidía con el Mundial 1998 que se estaba desarrollando en Francia y me agarró como algo así de adentro mío que quería ir a ver todos los partidos. Solamente coincidía con el primero, contra Japón. Meses antes de llegar, la venta de boletos era muy anárquica (lo sigue siendo, bajo mi gusto). Desde Buenos Aires a las 4 de la mañana, estuve alrededor de 40 minutos esperando que me atiendan por teléfono desde la FIFA para conseguir mi entrada contra Japón. Me atienden y me dicen que ya estaba sold out. No lo podía creer, solamente me quedaba ir por la reventa.

      Rose tenía contacto con el hotel donde nos íbamos a alojar. Hablamos con el conserje llamado Mustafa, un Argelino que se moría de ganas de ir a la cancha y empezó a llamar por teléfono a todos lados para ver si conseguía las entradas. Yo estaba desbocado esperando la buena nueva. Lo único que se conseguía era reventa y a más de 1.000 usd. Totalmente fuera de mi presupuesto. Encima el partido contra Japón era en Toulouse y eso hacía que aparte había que movilizarse. Lo peor era que después del partido, nos volvíamos a Buenos Aires. Tampoco había chance para enganchar otro partido. El partido contra Jamaica ya lo desde Buenos Aires.

      No pude ir a la cancha. Tuve que esperar 16 años para cumplir ese sueño de ver un partido de Mundial en el estadio. Vi el partido desde el hotel, recuerdo el gol de Batistuta para decretar el 1-0 definitivo, gritando por los pasillos del hotel totalmente enardecido. La pasión muchas veces se manifiesta de formas que no podemos controlar.

      París nos encantó. Conocí una sola pareja a la cual no le gustó París y prometí no seguir ningún tipo de consejo turístico de ellos. Mi realidad estaba tan lejos de la de ellos que sentía que era la discusión entre carnívoros y veganos.

      Si alguien me pregunta, qué fueron las 3 cosas que más te llamaron la atención de París, no dudo en enumerar las siguientes:

      La imponencia de la Torre Eiffel. Es sencillamente maravillosa, uno puede estar horas y horas viéndola y uno no se cansa. En 1998, la Torre tenía una cuenta regresiva hasta el año 2000. Faltaban alrededor de 560 días para ello.Tirarse en el pasto a comer o a simplemente descansar mirando la Torre Eiffel, me generaba una paz mental que sólo puedo conseguir prendiendo fuego para un hogar o para un asado, o cuando eventualmente salía a correr. La gente se mata por subir de día, subir de noche, se agolpa para sacarse la selfie o la típica foto sosteniendo la Torre ... cada uno invierte el tiempo como quiere, pero si hay algo que aprendí viajando, es que los recuerdos que cuentan, son los que uno se lleva consigo. Las fotos, van y vienen, hoy en día inclusive las podemos bajar de Internet. La sensación de paz de mirar la Torre Eiffel, se va al féretro conmigo.

      La vista desde arriba del Arco de Triunfo. Al Arco llegan 11 calles distintas, las cuales se cortan en una rotonda en cuyo centro está el Arco. La vista 360 de París de ahí es asombrosa. No dudaría recomendar subir al Arco de Triunfo, como así no recomendé entrar a la Estatua de la Libertad en New York. Es todo cuestión de gustos y qué lo mueve a cada uno.

      La tumba de Napoleón. El mausoleo es imponente, el hecho que los restos están un nivel menos de dónde se puede ver hace que uno se tenga que asomar por un balcón y hacer cierta reverencia hacia Napoleón.

      Un punto que me parece clave que aplica perfectamente a París, es que uno no tiene que ser esclavo del tiempo y estar en cada lugar el tiempo que lo amerite. Un gran tema de Radiohead en OK Computer habla de eso, el tema es obviamente The Tourist. A veces el hecho de querer más estampillas en el pasaporte nos hace perder de vista lo reconfortante que es apreciar y disfrutar de las cosas que no sabemos si las vamos a volver a ver.

       Capítulo 5 – Viajando solo

      Yo: Quiero un pasaje de Miami a Amsterdam

      Asatej: Tengo uno directo, pero sale alrededor de 1200 usd más que el siguiente. Miami - Charlotte - New York - Reykjavik - Amsterdam.

      Yo: Damelo, siempre quise hacer 180 escalas.

      Épocas en donde uno cuida el mango. En esos momentos, Asatej era el gran vendedor de turismo al menos en Argentina. El modelo de negocio de Asatej, básicamente era ponerte gente que había viajado a atenderte y empezar a hablarte de los lugares, recomendando cosas, destinos, opciones para que vos, con el fervor de tener al tipo adelante, compres pasajes en ese momento. Internet seguía sin estar desarrollado como lo conocemos hoy en día y la atención de Asatej era sumamente valiosa dependiendo quién te atendía, yo ya tenía identificado quién sabía y quién no, o bien quién podía estar a la altura de mis preguntas, que generalmente eran bastante excéntricas.

      Era un momento emocional mio bastante raro, recién separado, últimos momentos de la convertibilidad en la Argentina que hacía que los viajes sean un poco más fáciles (aunque luego el país estaba hecho pedazos por ese nivel de mentira cambiaria) y con algunos ahorros pidiendo a gritos que los gaste en viajes.

      Era definitivamente un viaje de búsqueda. No quiero decir búsqueda espiritual porque me parece demasiado cursi a la hora de escribirlo, pero cuando volví, volví mejor persona, más madura y con ganas de emprender nuevos desafíos personales y profesionales.

      El primer punto de anclaje iba a ser Barranquilla, en Colombia. Había conocido gente y me estaban esperando ahí. Le tengo un gran cariño a Colombia, es un país muy castigado y rotulado por la droga, pero la gente que me encontré ahí es una maravilla, viven de buen humor, tienen una cocina exquisita (una brutalidad de calorías, pero rica en fin), amantes del fútbol y grandes bebedores de alcohol. Siempre fui espantoso bailando, pero cada vez que iba a Colombia se repetía el escenario de gente diciéndome que baile vallenato, un estilo típico de ahí. Soy tan pero tan malo bailando, que prefería pasar como viejo regañadientes antes de pasar vergüenza. Los colombianos saben bailar, todos, sin excepción, son como los Brasileros, que escuchan una pandereta y están moviéndose de manera increíble. Decididamente no es lo mío.

      Mi estadía en Barranquilla fue breve, conseguí mi casaca del Junior de Barranquilla (el equipo de fútbol local) y pasé también por el estadio, una estructura que conocía de verlo por TV de seguir tantas veces la Copa Libertadores. Ahora veía ese monstruo en persona.

      Ir a las canchas de fútbol, se convirtió en cierta forma, una costumbre mía, donde podía, iba, y si había cotejo, mejor. No fui a muchas, pero siempre tuve la intención de hacerlo.

      Mi próximo destino, era Miami. Mi primera vez en Estados Unidos. Tomé la decisión de ir, porque en ese momento, Argentina no necesitaba visado para visitar el país. Aproveché y fui a visitar a un amigo que se acababa de mudar ahí.

      Estados Unidos era un país del cual prejuzgue de manera recurrente, siempre diciendo que los gringos eran mala gente, que no tenían ni idea dónde estaba Argentina, que eran unos egocéntricos, que se creían los dueños del mundo y todos los agravios que consideren. Iba a ir a visitar a mi amigo Adrián que si no fuera porque no había visado requerido, no iba ni loco. No estaba dispuesto a sucumbir ante un proceso de visado.

      Juzgué y prejuzgue durante tanto tiempo que hoy lo pongo en perspectiva de cómo uno, por la creencia popular, habla sin saber y que de la única