Jesús. Samuel Fernández Eyzaguirre. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Samuel Fernández Eyzaguirre
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561426146
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de los 40 ó 50, e incluso algunos afirman que este documento, como colección de dichos, tomó su primera forma estable en tiempos del ministerio público de Jesús, puesto que no alude a la muerte y resurrección38. Esto significaría que ya en tiempos de la actividad terrena de Jesús, sus discípulos comenzaron a recordar y a transmitir oralmente sus dichos como ayuda a sus labores misioneras.

       d. El evangelio de Juan

      El evangelio de San Juan contiene la cristología más elaborada del Nuevo Testamento. A diferencia de los sinópticos, que transmiten sentencias y parábolas más bien breves y en los que la identidad de Jesús se revela gradualmente, el evangelio de San Juan contiene amplios discursos de Jesús, cuya identidad es explícita para los discípulos desde el primer capítulo.

      El evangelio de Juan ha sido menos utilizado para la reconstrucción histórica de Jesús, pues su versión final se puede datar entre el año 90 y el 100. Actualmente es aceptado por los estudiosos que Juan contiene una tradición histórica muy antigua, independiente de los sinópticos (la fuente de los signos, discursos, relato de la pasión, etc.). De este modo, aún si la redacción final del texto es tardía (década de los años 90), contiene mucho material antiguo que ha sido introducido y reelaborado a la luz de la reflexión eclesial de la comunidad de Juan.

       e. Formación de los Evangelios

      El Concilio Vaticano II, en 1965, en la Constitución dogmática Dei Verbum, n. 19, sobre la revelación, enfrentó el tema de la formación de los evangelios:

       La santa Madre Iglesia firme y constantemente ha mantenido y mantiene que los cuatro Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, transmiten fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo (cf. Hech 1,1-2). Los Apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que Él había dicho y hecho, con aquel mayor conocimiento de que ellos gozaban, ilustrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o desarrollándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo, en fin, la forma de anuncio, de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes ‘desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra’ para que conozcamos ‘la verdad’ de las palabras que nos enseñan (cf. Lc 1,2-4).

      De acuerdo con el texto magisterial, habría que distinguir tres etapas en la configuración de los evangelios:

      a) Las acciones y enseñanzas de Jesús

      b) La predicación de los apóstoles

      c) La redacción de los evangelios

      Los autores de los evangelios, entonces, se valieron de testimonios orales y fuentes escritas. Luego, seleccionaron, reagruparon, sintetizaron, combinaron y las desarrollaron de acuerdo con la situación de sus comunidades. El género literario de estos relatos no es el de la cronología, sino el del anuncio (kerigma), porque la intención original de estos textos no fue ofrecer material a los historiadores, sino suscitar y alimentar la fe de los oyentes.

      En un interesante estudio, R. Bauckham39, insiste en la cercanía entre los escritos evangélicos y los testigos directos de Jesús. Al tiempo de escribirse los evangelios, quienes gozaban de la mayor autoridad en la transmisión de los hechos y palabras del Señor eran los discípulos de Jesús o quienes habían escuchado directamente a los apóstoles40. Por ello, según un obispo del siglo I-II, en aquel tiempo, se prefería el testimonio oral que el libro escrito. Entiéndase bien: lo que se consideraba superior a los libros no era la tradición oral, sino el testimonio oral, es decir, el contacto directo, de primera mano, con quienes fueron testigos oculares de Jesús o con los discípulos de ellos. Naturalmente, para que se perpetúe el testimonio oral, es necesario ponerlo por escrito. Es precisamente lo que hacen los evangelistas.

      No debemos imaginar, entonces, que la tradición acerca de Jesús se propagaba por medio de anónimas comunidades que relataban, creaban y modificaban dicha tradición, sino mediante testigos concretos, con nombre, que enseñaban públicamente, que gozaban de autoridad en las comunidades y que, eventualmente, podían ser consultados. Es muy razonable pensar que durante el período de la redacción de los evangelios, varios seguidores directos de Jesús y muchos testigos directos de la predicación de los apóstoles estuvieran vivos. El prólogo de Lucas, iluminado por otros textos antiguos, confirma que el referente fundamental para la composición de los evangelios no fueron tradiciones anónimas elaboradas en diversas comunidades, sino discípulos concretos, con nombre, que habían seguido a Jesús o que habían escuchado a los apóstoles. De este modo, es necesario tomar en serio las palabras iniciales de Lucas, cuando afirma que su evangelio se basa en los que «desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra» (Lc 1,2). Es decir, en aquellos que conocieron a Jesús, desde el comienzo, y que luego se dedicaron a propagar su testimonio por el ministerio de la Palabra41.

      Luego, la tradición de Jesús no pasó de boca en boca a través de muchas comunidades colectivas y anónimas antes de ser puesta por escrito en los evangelios, sino que inicialmente fue transmitida por testigos oculares, concretos y con nombre, que habían seguido a Jesús mismo, y luego fue puesta por escrito sobre la base de los testigos directos. En definitiva, hay una relación mucho más estrecha entre los testigos oculares de Jesús y los redactores de los evangelios. Esta relación está constituida por vínculos concretos con personas específicas. Dada la fecha de composición de los evangelios, la cantidad de eslabones en esta cadena es mínimo, ya que al menos los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas fueron redactados cuando aún estaban vivos algunos discípulos de Jesús.

      Por otra parte, es necesario valorar los evangelios de acuerdo con su propio propósito. No debemos pedirles que sean lo que no pretenden ser: no son libros de ciencia ni una colección de datos históricos. El propósito de los evangelios no es elaborar una cronología de los hechos o proporcionar datos para el historiador moderno, sino proclamar la revelación de Dios en Jesús de Nazaret. Y como la revelación se ha dado en la historia, la proclamación tiene forma de narración, porque se anuncia que, en Jesús, Dios ha actuado en la historia.

      La actividad propia del historiador antiguo consistía primero en investigar, sobre la base de testigos, y luego componer una narración razonada, para lo cual debía seleccionar, combinar y reordenar el material adquirido en la investigación. Es lo que hicieron los evangelistas. El resultado de este seleccionar, reagrupar, sintetizar, desarrollar y combinar el material recogido no es una figura menos exacta de la persona de Jesús. De este modo, un cuadro, por ejemplo, de Claude Monet es capaz de expresar muchísimo más de la realidad que una simple fotografía. La fotografía es más precisa para describir la figura exterior de un rostro, pero es incapaz de expresar la interioridad y el drama vital con tanta hondura e intensidad como lo hace la obra de arte.

      La pintura, entonces, nos ofrece una imagen mucho más profunda y completa, y que nos permite conocer mejor la realidad de una persona que lo que podría lograrse a través de una simple fotografía. De un modo semejante, los evangelios expresan muchísimo más de Jesús que lo que manifestaría una cronología ordenada de la materialidad de las actividades y palabras de Jesús (y por ello son más fieles que una cronología). Así, los evangelios se parecen más a una obra de arte que a una seca descripción cronológica.

       f. Ejemplos de la cuestión sinóptica

      Algunas comparaciones permiten familiarizarse con la manera en que los estudiosos distinguen las fuentes evangélicas.

Mt 9,11-13 Mc 2,16-17 Lc 5,30-32
11 Al verlo los fariseos decían

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