La persona del terapeuta. Ana María Daskal. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María Daskal
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425392
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elecciones.

      Tanto para quienes se inician en esta carrera profesional como para quienes vienen desarrollándola en el tiempo es muy útil detenerse a visualizar nuestros proyectos y recorridos en términos profesionales. Lo importante son los conceptos implicados en ello: Proceso, cambios (evolución o involución), autoconciencia, experticia, adquisición de habilidades, sensaciones de evolución o de declinación, deseos, etapas, etc.

      Es un muy buen recurso para planear y autoevaluar el propio camino y cambiar rumbos si así uno lo desea: es un ejercicio similar a cuando uno empieza a imaginar la casa que uno querría hacerse, si pudiera; o si la tiene a medio construir, qué cambios es necesario introducirle.Todo esto exige un plan organizado en base a necesidades, deseos y etapa de la vida.Y es muy diferente a dejarse llevar por lo que las oportunidades nos van proponiendo.

       4. POR QUÉ ELEGÍ SER TERAPEUTA

      Había una vez….

      …una joven desorientada y confundida, disociada entre su mundo intelectual brillante y su pobre afectividad y su falta de inteligencia emocional;

      …un joven hijo mayor de un médico exitoso, que no sabía cómo hacer para diferenciarse de su papá;

      …una hija de madre soltera que vivió siempre sola con ella y con la cual construyó una relación de sostén y compañía mutua;

      …una señora que fue siempre muy eficiente en ayudar a los demás, en asistir a amigos y familiares en momentos difíciles, con palabras acertadas y afectividad;

      …un joven interesado en el sufrimiento de ciertos grupos humanos, carenciados y afectados emocionalmente por tales faltas;

      …un grupo de gente curiosa que se reunía a debatir sobre filosofía, el sentido de la vida y el sujeto;

      …gente que quería investigar qué había en el cerebro;

      …otros que querían encontrar explicaciones a las conductas humanas;

      …algunos que querían ayudar a otros a dejar de sufrir;

      …personas que quisieron contribuir al cambio individual, de las parejas, de las familias, de las instituciones, de las comunidades;

      …gente que se sintió Superman o Superwoman;

      …personas que se sintieron artistas o artesanos del alma humana;

      …quienes tuvieron pérdidas tempranas;

      …y otros que tuvieron padre o madre terapeutas.

      Un mosaico de respuestas de este tipo surge cuando se empieza a indagar sobre las motivaciones que cada uno tuvo para elegir estudiar psicología y después especializarse en clínica.

      Trabajar sobre este aspecto de la biografía personal no es frecuente; sin embargo no solo resulta muy entretenido, sino que también conduce inevitablemente a concientizar aspectos de la propia historia que no surgen de otra forma. Este es, al menos, el feedback que fui teniendo a lo largo de muchos años de trabajo con generaciones de jóvenes psicólogos clínicos5, que encontraron que nunca antes se habían detenido a reflexionar sobre el tema pese a ser tan significativo en su vida actual.

      ¿Cómo y cuándo surge por primera vez la aspiración a estudiar psicología en la vida de cada terapeuta? ¿Cuántos psicólogos se autodefinen así desde que eran muy chicos, en función de su rol familiar, de su capacidad para escuchar y contener? ¿Qué depositaciones sociales (no solo familiares) en este rol hacen eco en cada uno para tal elección? ¿Puede ser, por ejemplo, el ser intuitivos, equilibrados, serenos, saludables, involucrados, al mismo tiempo que con grados de sensibilidad y de desinterés económico?

      Ya en los años setenta, y sobre todo en EE.UU., surgieron investigaciones que comenzaron a buscar elementos comunes a la elección de carrera independientes de su enfoque teórico, su etnia, género, religión, y medio cultural, así como otras pusieron el foco en los factores específicos de la elección, teniendo como hipótesis que la elección de tal carrera estaba muy vinculada al género, a estilos de personalidad y a experiencias familiares tempranas, así como a la cultura de cada época.

      En la primera de las investigaciones mencionadas, realizada en las tres más grandes ciudades de EE.UU., Henry, Sims y Spray (cf. Farber et al., 2005) encontraron como datos comunes relevantes de la población estudiada el hecho de que una alta proporción de clínicos eran de origen judío, inmigrantes de Europa Oriental. Correlacionaron este hallazgo con el conocido valor que los judíos le dan a la comprensión intelectual, al intelecto y a la responsabilidad personal. También encontraron una alta proporción de terapeutas nacidos en el extranjero o con uno o ambos padres extranjeros, y donde el ejercicio profesional había sido una vía de ascenso social.

      Sin duda que estos datos están muy correlacionados con la época, ya que muy probablemente los terapeutas de la muestra eran hijos de inmigrantes escapados de la guerra o de las persecuciones políticas y religiosas. De ahí que también se encontrara que los terapeutas habían hecho un proceso importante de diferenciación en materia religiosa y política de sus propios padres.

      Henry y colaboradores sugirieron que otro elemento en común era la vivencia de exclusión o de marginalidad que había llevado a que las personas estudiadas fueran más orientadas a su mundo interno y a la necesidad de sanarse a sí mismos o a otros.

      Más adelante, Roe y Lunneborg, en 1990 (cf. Farber et al., 2005) postularon una relación entre la elección de la carrera y las cualidades de las relaciones parentales tempranas.Así, dividieron en dos grupos a sus investigados: aquellos con orientación hacia las personas y aquellos sin orientación hacia las personas, y definieron tres tipos de cualidades de las relaciones parentales tempranas:

      • Sobreprotectoras, demandantes.

      • Amorosas, libres.

      • Negligentes, rechazantes.

      Si bien no estudiaron en particular a los terapeutas, afirmaron que las carreras de servicio, centradas en el cuidado y atención de otros, se relacionaban con experiencias amorosas y, a veces, de sobreprotección temprana.

      Sin embargo son muchos los terapeutas que encuentran en sus propias carencias infantiles las motivaciones para la elección de la carrera:

      Muchos de quienes elegimos ser terapeutas, lo hacemos con la expectativa esperanzada de que podremos experimentar y ser un agente predominante en relaciones de intimidad sin algunos de los riesgos de dolor y decepción que hemos experimentado… particularmente con nuestras propias familias. (Goldberg, 1986: 785)

      También Alice Miller hipotetizó que los terapeutas crecen generalmente en familias disfuncionales en las que sus necesidades emocionales no han sido satisfechas. Esta idea es sostenida también por otros autores, en la que se considera que los terapeutas buscan llenar con esta profesión su propio vacío emocional:

      Esta intención consciente unida con una necesidad algo menos consciente de ayudarnos y comprendernos a nosotros mismos, a través de los apuros y sufrimientos de otros, puede crear una tenaz gravitación hacia las profesiones de curación, en formas de las que podemos tener poca comprensión cuando ingresamos en el campo. (Goldberg, 1986: 785)

      Maeder (cf. Farber et al., 2005) también sostuvo que las personas que eligen ser psicoterapeutas buscan muchas veces autovalidarse personalmente, ya que su concepto de validación positiva va ligado al de ayudar a los demás. Así, encuentran una ilusión de satisfacción de sus propias necesidades de intimidad, de prestigio, de admiración y agradecimiento, tanto como de ayudarse vicariamente a sí mismos a través de ayudar a los demás.

      Sussman (cf. Farber et al., 2005) enfocó en su trabajo las motivaciones inconscientes de la elección de esta carrera a través de material proyectivo, encontrando diversas necesidades psicológicas tales como sentirse afirmados por otros, el sexo, la agresividad, la necesidad de conexión