La persona del terapeuta. Ana María Daskal. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ana María Daskal
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425392
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sostenedor, como lo define Winnicott (cf. Farber et al., 2005) para los pacientes, también pasa a serlo para los terapeutas a través de esa regularidad estructurada,contenedora e íntima del espacio terapéutico. Él consideró también que personas que hubieran atravesado experiencias de dolor emocional significativo estaban en mejores condiciones de empatizar con el sufrimiento de los demás.

      Por otro lado, el interés voyerista, aspectos sádicos que se canalizan a través de hacer sentir a los pacientes débiles o discapacitados, y una autoimagen omnipotente de sanador altruista son ejemplos de aspectos inconscientes que se pueden manifestar en la práctica profesional y coexistir con los aspectos saludables, generosos y confiables de los terapeutas.

      En la literatura clínica (como en la investigación de Orlinsky y Rønnestad (cf. 2005)) son muchos los trabajos que convergen en la dirección de que una gran mayoría de las personas que eligen ser terapeutas han tenido alto sufrimiento emocional en su infancia, que han crecido en medio de familias disfuncionales, donde se han sentido solos, heridos, descuidados y tristes, teniendo que ejercer roles parentales o mediar en conflictos conyugales, con ausencias parentales significativas, o con alguna enfermedad mental presente en la familia (alcoholismo, violencia, depresión).

      Aunque la razón más frecuente y consciente para llegar a ser psicoterapeutas sea el deseo de ayudar a otros, la decisión es bastante más compleja y multideterminada. Los motivos múltiples y entrelazados son en parte inconscientes, impactados a veces por encuentros fortuitos y probablemente no son bien entendidos en el contexto de la carrera de uno. (Norcross y Farber, 2005: 939)

      Se podría considerar que,a través del ser psicoterapeuta, las propias experiencias traumáticas, de dolor y de sanación pueden ser útiles para ayudar a otros con problemas similares, como lo demuestran los abordajes dirigidos a personas con adicciones en manos de ex adictos. La noción de “sanador herido” acerca la figura de los terapeutas a la de los chamanes, cuya capacidad de sanar está precisamente vinculada a la conciencia desarrollada en su sufrimiento personal.

      Los hallazgos de la investigación mencionada sugieren que el sufrimiento temprano de los terapeutas se puede graficar en un continuo que va desde aquellos con experiencias verdaderamente traumáticas hasta los que, sin tenerlas, tuvieron infancias difíciles.

      Sin embargo, no son los únicos factores que explican la elección de esta profesión.

      Michael Hoyt (2005: 983-985), por ejemplo, cuestiona miradas que pueden resultar reduccionistas. Él considera que llegó a ser terapeuta porque “le parece fascinante y divertido”: siempre le pareció que los autos o la electricidad no le interesaban y sí el cómo y por qué la gente hace lo que hace. Para él la terapia “es una especie de práctica espiritual, relacionada esencialmente con el amor”:

      Estoy interesado en ser un expansor, no un contractor. Mi meta es causar algunas consecuencias positivas en la vida de los clientes a través de ayudarlos a construir y a vivir mejores historias, unas que les den más de lo que ellos prefieran. (985)

      En los relatos de otros terapeutas (cf. Mc Cullough, 2005), el sistema de valores familiar daba una importancia central al ayudar a quienes lo necesitan. Dentro de esa mirada estaba implícito el “hacer algo”, no simplemente observar o saber racionalmente hablando.Y el placer unido a hacer el bien y el poder sentirse fuerte y capaz son emociones positivas que la profesión le permitió desarrollar. En palabras de Ellis (2005: 948):

      En realidad llegué a ser psicoterapeuta principalmente porque era muy ansioso en varios aspectos y deseaba resolver mis propios problemas. […] Y antes de usar los métodos con otras personas, los probé en mí mismo activa, directiva, filosófica yemocionalmente. ¡Funcionaron! Y han seguido funcionando con muchos de mis clientes, lectores y asistentes a talleres.A medida que pasan los años, continúo estos experimentos personales y con pautas que descubro en ellos para ayudar a otros. Pero principalmente me ayudo a mí mismo y trato de beneficiar a otros. ¡¡Ambas (y) no una u otra!!

      La curiosidad intelectual, un interés temprano por las humanidades (muchas veces estimulado por las madres), la atracción curiosa por las conductas humanas, personas que fueron modelos muy importantes, el preguntarse a menudo “por qué” hace o pasa esto también se encuentran entre las motivaciones reconocidas por quienes son terapeutas:“La inclinación a lo psicológico tiene en su centro la disposición a reflexionar sobre el significado y motivación de la conducta, los pensamientos y sentimientos en uno mismo y en otros” (Farber et al., 2005: 1029).

      Pienso que la mayoría de mis clientes dirán que soy práctico y personal, que hablo desde el corazón y al corazón. Estoy interesado en los pensamientos, los sentimientos y la conducta; intento prestar atención a lo intrapsíquico tanto como a los aspectos interpersonales. Algunas veces enseño habilidades, como comunicación y relajación; ocasionalmente soy confrontacional e incluso totalmente directivo. Nada funciona todo el tiempo. (Hoyt, 2005: 989)

      El tener una profesión que, al menos idealmente, permite ser libre en los horarios, ajustarlos a las necesidades familiares y poder cambiar de orientación o de especialidad son otras motivaciones que están presentes, sobre todo para las mujeres (cf. Daskal, 1993).

      Múltiples motivaciones (conscientes algunas, inconscientes otras) se entrecruzan con el momento del ciclo vital de cada terapeuta: lo que en cierto momento nos motiva, en otro nos desalienta o nos aburre.Y también la variable experiencia profesional y de vida hace que cada terapeuta vaya transitando distintos enfoques y prácticas y, con ello, también las motivaciones iniciales se vayan transformando. La paciencia, por ejemplo, es de las habilidades terapéuticas que más se modifican a lo largo de la vida y, por lo tanto,“el deseo de ayudar” inicial va a cambiar con la transformación de la paciencia.

      Rara vez oigo a mis colegas quejarse de que sus vidas carecen de sentido. […] Gozamos no solo con el crecimiento de nuestros pacientes sino con su efecto de onda: la influencia saludable que tienen ellos sobre aquellos con quienes están en contacto. Hay un privilegio extraordinario en esto. […] Nosvolvemosexploradores… manoa mano conlospacientes,saboreamos el placer de los grandes descubrimientos: la experiencia del “¡ajá!” cuando fragmentos mentales dispares de repente se juntan y cobran coherencia. En otros momentos somos las parteras que asistimos al nacimiento de algo nuevo, liberador y edificante. Es una alegría ver a los otros abrir las llaves de las propias fuentes de sabiduría. (Yalom, 2002: 272-274)

      Para quienes elegimos el quehacer clínico (y no el laboral, educacional, forense, etc.), el complejo abanico de experiencias que ofrece el ser terapeuta puede ayudar a reparar culpas, vergüenzas, dolores, inseguridades, temores y pérdidas igual que a nuestros pacientes; pero desde nuestra función, nos permite también crear y co-crear salidas y soluciones, reír, conocer diferentes experiencias de vida, formas de pensar y de actuar, escuchar sueños, comprender razones de ciertos padecimientos, adentrarse en los misterios de los seres humanos, desconcertarse, no entender, saber cómo empezar una relación de cercanía y cómo darla por finalizada, tratar con diferentes edades, distintas etapas de la vida, conocer los delirios y sus verdades, acercarse a distintos lenguajes, de a ratos hacer de taxista, a ratos de detective, a ratos de despertador, por momentos de bombero o de obstetra.

      Como lo manifestamos quienes recorrimos muchos kilómetros de este camino (y como lo intuyen quienes hace poco ingresaron a él), ser terapeuta es una actividad fascinante, ardua, exigente, gratificante y frustrante al mismo tiempo; llena de desafíos y riesgos, pero que sin duda nos amplía nuestro propio mundo interno al obligarnos a ponernos en el lugar de quienes son muy distintos a nosotros, o vivieron experiencias que nosotros no vivimos, o hablan lenguajes que no entendemos, o se expresan con símbolos que no captamos, o sufren por razones que desconocemos.

      Si, además, nos sanamos de heridas abiertas haciendo lo que hacemos, ¿qué más se le puede pedir a una profesión que uno eligió?

      Me interesa también señalar que no solamente elegimos una profesión sino también una manera de ejercerla.Y en ello, la propia biografía y nuestra estructura de personalidad influyen mucho.

      Una encuesta aplicada