Cuidados básicos del niño sano y del niño enfermo. Roser Casassas. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roser Casassas
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789561425279
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y lo sextuplica entre los seis y nueve, para llegar a la edad adulta a un peso de 280 a 300 grs. En gran parte este aumento de tamaño se debe al crecimiento del ventrículo izquierdo. En los dos primeros años la posición del corazón es más central y su eje más transverso, ocupando la parte media de la cavidad torácica. Entre los tres y los cuatro años la posición del corazón no difiere mayormente a la del adulto.

       Frecuencia cardíaca y presión sanguínea

      Cuanto más pequeño es el tamaño del corazón, más rápida es la frecuencia del latido. Los sonidos cardíacos se auscultan muy fácilmente durante la niñez, son de tono más alto e intenso y de duración más corta que en el adulto.

      La presión de la sangre es muy diferente de un niño a otro, está influenciada por varios factores hereditarios y del entorno, y en estrecha relación con la estatura, peso corporal y sexo. En general, los valores de presión arterial se mantienen bastante estables desde el mes hasta los seis años; a esa edad comienzan a aumentar anualmente hasta la adolescencia, pero este aumento no es constante de año en año; por lo tanto, la presión sanguínea “normal” tiene amplias variaciones.

      Es necesario controlar la presión de los niños con cierta periodicidad con el fin de conocer sus valores normales o pesquisar precozmente cifras que puedan indicar alteraciones. Existen diferentes métodos para controlarla, una forma es a través del uso de ultrasonido “Doppler” que puede ser realizado en menores de cinco años, pero tiene el inconveniente que sólo permite determinar la presión arterial sistólica. El método oscilométrico es representado en la actualidad por el Dynamap®, que mide la presión sistólica, diastólica y la presión media automáticamente y en forma fidedigna.

      Frecuencia cardíaca normal a diferentes edades (Tomado de Meneghello, J. et al. Pediatría Práctica en Diálogos. Ed. Panamericana, 2001)

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      Presión Sanguínea en mmHg a diferentes edades (Tomado de Meneghello, J. et al. Pediatría Práctica en Diálogos. Ed. Panamericana, 2001)

Edad Presión Sistólica Presión Diastólica
0 a 5 años 70-90 40-50
6 a 10 años 90-110 50-70
11 a 14 años 100-120 60-80

       Volumen sanguíneo

      Después del parto hay una disminución del volumen plasmático que se traduce en una mayor concentración de los eritrocitos con un aumento del valor del hematocrito. La velocidad de eritrosedimentación es más elevada en el niño que en el adulto.

      El volumen de sangre en los primeros días varía entre 80 y 110 ml. por Kg de peso, en el niño mayor es de 75 a 90 y en el adulto de 70 a 85 ml. por Kg de peso. El volumen medio de sangre al nacer, es aproximadamente entre 200 y 300 ml., el que se duplica a fines del primer año de vida.

      Cuadro Hemático en el Niño Valores Promedio (Watson, Crecimiento y Desarrollo. 1971)

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       Elementos figurados

      Los órganos hematopoyéticos, responsables de la formación de los elementos figurados, experimentan también cambios durante el proceso de crecimiento y desarrollo. Esto se traduce en una fórmula hemática diferente según la edad.

      El número y tipo de glóbulos blancos o leucocitos se va modificando en el transcurso de la infancia y se hace semejante al adulto en la etapa escolar. Al nacer, el número de leucocitos está elevado y aumenta en las primeras horas de vida, alcanzando su máximo a los siete meses de edad y descendiendo luego lentamente. Al nacer existe un predominio de neutrófilos con relación a los linfocitos. A los quince días esta relación se invierte, siendo los linfocitos y eosinófilos más abundantes durante el primer año de vida; los basófilos en cambio se mantienen constantes durante toda la niñez para descender sólo en la pubertad. Estos cambios dan cuenta de la respuesta continua del sistema inmunológico del niño frente a los estímulos antigénicos.

      Fórmula Leucocitaria porcentual en los primeros años (+ - 10)

Edad Neutrófilos (%) Linfocitos (%)
Recién nacido 60 30
Primer año 30 60
2 a 5 años 40 50
6 a 12 años 50 40

      El sistema digestivo presenta diferencias anatómicas y fisiológicas en relación al adulto. Al nacer, el desarrollo de este sistema aún no se ha completado, proceso que se alcanza con rapidez en los dos primeros años de vida. Estas características determinan el tipo, consistencia, volumen y forma de administrar la alimentación a un niño.

      En la cavidad oral un aspecto relevante es la coordinación de la succión con la deglución, la que ocurre entre las 32 y 34 semanas de gestación; su ausencia en el neonato de término puede indicar una alteración neurológica.

      Una característica importante es la ausencia de dientes y la producción insuficiente de saliva. Las glándulas salivales aumentan notoriamente de tamaño durante los primeros años, especialmente en los seis primeros meses. La amilasa salival tiene más importancia que la pancreática para la digestión de los hidratos de carbono en el lactante hasta los tres meses, edad en que esta última alcanza los niveles de adulto. La saliva es rica en lisozima, la que cumple una importante función en la protección contra infecciones.

      El esófago posee una motilidad menor en el lactante pequeño, la perístalsis secundaria (que se inicia en la parte superior del esófago una vez pasado el bolo alimenticio y progresa hacia el estómago) es débil o ausente en el lactante, esto asociado a una incapacidad funcional relativa del esfínter esofágico, “cardias”, facilita el reflujo gastroesofágico o regurgitación fisiológica en los niños; la madurez de este esfínter se alcanza, generalmente, a fines del primer trimestre de vida, disminuyendo las regurgitaciones fisiológicas alrededor de los 6 meses, mereciendo una profunda evaluación en caso de persistir.

      La ubicación del estómago del niño es más alta y transversal; entre los diez y doce años toma la posición del adulto. La musculatura de sostén del aparato digestivo está poco desarrollada, condición que favorece la distensión abdominal, que se agrava por la tendencia del lactante a deglutir aire durante la alimentación, lo que sumado a la inmadurez del esfínter, junto a posiciones incorrectas, facilita en el lactante el reflujo y los vómitos.

      Proporcionalmente el tamaño del estómago es menor, con una capacidad limitada que determina la necesidad de fraccionar la alimentación; la secreción de jugo gástrico es insuficiente para mantener la acidez adecuada que permita la acción de la pepsina sobre las proteínas (caseína), especialmente si el niño es alimentado con leche artificial. La producción de jugo gástrico, ácido clorhídrico, pepsina y gastrina sérica