Quizás el concepto más importante descrito por Freud es el inconsciente, el cual alude a un mundo ajeno a la consciencia que influye sobre nuestras percepciones, pensamientos y conductas. Según Wolf y Schwart (1962, en Kaplan y Sadock, 1996), la función del analista de grupo es guiar a sus pacientes hacia una ampliación de conciencia por medio de técnicas que permitan acceder al inconsciente, tales como interpretación de los sueños, asociación libre, análisis de la resistencia, transferencia y contratransferencia.
Del concepto de inconsciente se derivan también los mecanismos de defensa, es decir, “procesos intrapsíquicos inconscientes que aportan alivio frente a los conflictos emocionales y la ansiedad” (Kaplan y Sadock, 1996, p. 73).
La concepción psicoanalítica básicamente señala que los síntomas, tanto en adultos como en niños, se comprenden en el contexto de la personalidad, esto es, en un contexto relacional. En el niño, los contextos relacionales más relevantes son la familia y la escuela, en cuyo seno éste crece, se diferencia y va adquiriendo autonomía. Por otro lado se plantea que en las relaciones terapéuticas, y en las relaciones en general, se reviven y reeditan los conflictos vividos en etapas más primitivas de la relación familiar, cuando la conciencia aún no está plenamente desarrollada, y son el fundamento de las fantasías inconscientes que siguen influyendo en la forma de procesar experiencias posteriores. Podemos decir entonces que toda experiencia es vivida en parte como una relación nueva, referida a la situación actual y realista, y en parte como una experiencia subjetiva ligada a fantasías inconscientes que tienen que ver con relaciones primitivas tanto o más que con las figuras actuales. Se espera entonces que la interpretación de la transferencia y las fantasías infantiles ayude a la diferenciación entre la experiencia pasada y la actual y de este modo promueva el proceso de crecimiento ajustado a la realidad actual. Según Anzieu (2004), la interpretación consiste en entregar una comunicación que devele algo que no está siendo percibido por la persona, por ejemplo: “me parece que te enojaste porque te cuesta mucho aceptar cuando pierdes”.
En su libro Psicoterapia de grupo con niños. Una experiencia de psicoterapia psicoanalítica aplicada a la enuresis, Corominas, Farré, Martínez y Camps (1996), plantean que es difícil hacer una clasificación de los distintos tipos de psicoterapias grupales que se realizan con niños, ya que lo más frecuente es que se empleen técnicas derivadas de distintas orientaciones. Más allá de esta consideración, señalan que un criterio para diferenciar si la técnica utilizada es o no psicoanalítica, radica en si se interpretan o no las fantasías inconscientes que se expresan a través de las distintas manifestaciones grupales y transferenciales. Señalan también que la base del trabajo grupal tiene que ver con aplicar al grupo los conceptos de multiplicidad de la mente y de psiquismo estratificado, constituido por el ello, el yo y el súper yo.
En relación al concepto de multiplicidad de la mente, los estudios de Bion (1990) han sido relevantes en la comprensión de la dinámica grupal. Este autor plantea que partes del self pueden proyectarse fuera y personificarse como objetos enteros en el curso de la dinámica grupal. Añade que consciente o inconscientemente los terapeutas analíticos y, también los que no lo son, aplican este concepto tanto en grupos de adultos como de niños.
Otro concepto utilizado en los grupos de orientación psicoanalítica es el de identificación proyectiva de Melanie Klein, para interpretar la personificación de los aspectos que aparecen en la sesión encarnada en los niños del grupo. De este modo, el grupo aparece como un espacio facilitador en el que se puede trabajar los aspectos no integrados de la personalidad de cada integrante.
Por su parte, Folch y Esteve (1992) señalan que el trabajo del analista en los grupos consiste en intervenir a través de la interpretación en dos direcciones que se cruzan; por una parte, las manifestaciones individuales de los miembros del grupo en función de un pensamiento múltiple grupal, y por otra, las manifestaciones tanto verbales como no verbales de los participantes como la expresión de los objetos internos y partes del self que se escenifican en la sesión grupal.
La técnica de la interpretación se realiza en los grupos de niños de diversos modos según el tipo de transferencia que se desarrolla en un momento dado. Se han clasificado (Kaplan y Sadock, 1996) en:
• Interpretaciones transferenciales en relación al grupo tomado como objeto.
• Interpretaciones transferenciales grupales en relación al terapeuta.
• Interpretaciones transferenciales individuales en relación al grupo o al terapeuta o a ambos.
La base conceptual de los grupos de niños es semejante a la que sustenta la terapia de los adultos, pero la técnica para trabajar se adapta a las características y edad de los participantes. En los niños se trabaja sobre la base de juegos, dibujos, sueños y otras actividades propias de taller. El grupo de niños está más dispuesto a la actuación que a la manifestación directa de sus conflictos y el desafío será convertir el grupo en un espacio apto para recibir las interpretaciones que permitan llegar a síntesis integradoras del grupo y de sus miembros.
Así como en el psicoanálisis de adultos se utiliza la asociación libre a través del lenguaje, en niños la actividad lúdica es el medio principal para acceder al inconsciente. A través del juego el niño elabora sus ansiedades y es entonces una actividad muy apropiada para observar los conflictos que sufre. Se puede apreciar también las dificultades de algunos niños que no juegan. La instancia de jugar con otros niños, compartiendo todos ellos la atención del mismo terapeuta o de la misma pareja terapéutica, facilitará que surjan sus conflictos intrapsíquicos y sus conductas/acciones/actividades destructivas y capacidades reparatorias. La experiencia repetida de entendimiento y cohesión del grupo será positiva para su evolución (Corominas et. al, 1996).
Otro aspecto que ha sido señalado es la consideración del grupo como una madre continente, un lugar que puede encuadrar y acercar las pulsiones opuestas y los sentimientos contradictorios (Resnik, 1987). El grupo contiene y sostiene las experiencias y sentimientos de sus integrantes.
La psicoterapia grupal ofrecería ventajas en relación al análisis individual, ya que el grupo puede evitar actuaciones al facilitar que el niño proyecte su ansiedad o su agresión en los otros miembros. Así, el conflicto intrapsíquico se puede convertir en conflicto o desavenencias grupales. El terapeuta puede evitar el acting out y conseguir la comunicación entre las partes disociadas del self haciendo dialogar a los diferentes miembros del grupo.
Corominas et al. (1996) plantean que el valor terapéutico del grupo, que lleva a sus miembros a la curación, reside en la posibilidad de introyectar la función integradora del terapeuta, o del grupo. Cada uno de los participantes realiza en el grupo una doble función, la de inducir fantasías en otros miembros del grupo y la de ser portavoz de fantasías que provocan los demás.
A continuación se presentan ciertas formas de intervención en la terapia psicoanalítica, extraídas de Kaplan y Sadock (1996), que con modificaciones adecuadas a las etapas del desarrollo de los niños se aplican en distintos momentos de la terapia grupal:
• Análisis de la transferencia: Se ve favorecida en terapia de grupo pues unos miembros pueden ayudar a otros a observar en ellos conductas repetidas y a comprender las transferencias que, si bien son un fenómeno de aquí y ahora, sus raíces de hunden en conflictos inconscientes del pasado.
• Análisis de los juegos: A través del juego, espontáneamente, el niño expresa todas sus ideas, pensamientos, recuerdos, emociones e imágenes tal como se le presenten, aunque el material aparente no tener coherencia.
• Observación de los mecanismos de defensa: La experiencia de psicoterapia de grupos ofrece la posibilidad de enfrentar de forma activa a los pacientes con sus defensas. Esto se ve facilitado