La educación está a cargo del ministerio del sector, en el cual existe un directorio nacional que desarrolla los objetivos, contenidos y métodos para la educación inicial, primaria y secundaria. También se encarga de la evaluación de los resultados del proceso enseñanza-aprendizaje. Cada provincia tiene un departamento de educación y cultura que se articula con el gobierno central. La gestión local reside en las municipalidades, que tienen un rol crucial en el proyecto educativo. Los niños asisten al colegio más cercano a su casa, en una sociedad con leves diferencias que permiten su estabilidad democrática.
A nivel escolar, debido a su calidad, la gran mayoría de los estudiantes asisten a colegios públicos, los que son administrados por fundaciones dependientes de las municipalidades. Solo el 8% participa de instituciones privadas, las que reciben el mismo aporte económico que las instituciones públicas. Los aportes económicos dependen en un 57% del Estado y en un 43% del nivel municipal.
La formación universitaria, si bien es gratuita, está restringida a los mejores, en especial en las carreras más selectivas, y hay una cultura de gran confianza y cooperación que está a cargo de los docentes.
Las políticas educacionales son de Estado, con características que debiéramos analizar. En primer término son de largo plazo, algunas de ellas con 40 años de evolución. Segundo, se basan en los niveles locales y hay una gran autonomía en la toma de decisiones (a nivel escolar, los directores y profesores son los responsables del currículo). Tercero, la equidad es un tema crucial, con un gran esfuerzo para mitigar las diferencias socioeconómicas del origen familiar; hay apoyo y acompañamiento, con excelentes políticas de inclusión. Además, los alumnos estudian de manera atractiva y creativa, se esfuerzan con gran sentido de responsabilidad. Ellos saben que el camino del aprendizaje es duro, que la sociedad del conocimiento va a ser exigente.
En Finlandia la formación universitaria, si bien es gratuita, está restringida a los mejores, en especial en las carreras más selectivas. Y por último, quizás lo más difícil de incorporar, hay una cultura de gran confianza y cooperación que está a cargo de los docentes.
El profesionalismo de los profesores es clave. Se define como su rol autónomo la autorregulación, el desarrollo de valores y códigos de ética, la empatía y sentido del bien común. Esto hace que se realicen más actividades y menos evaluaciones, más trabajo comprometido con menos rankings. Así, las cifras muestran que el 62% de los profesores se siente responsable de la preparación del currículo, el 70% sabe que son ellos los que deben evaluar el aprendizaje de sus alumnos y solo la minoría siente presión de sus directivos o de los padres para realizar bien su trabajo. La responsabilidad, la pasión por desarrollar su trabajo y el amor por su vocación y profesión son las claves.
En Finlandia, la principal razón que explica desde hace años el éxito educacional de sus estudiantes es la calidad de sus profesores. Los esfuerzos se enfocaron en atraer a los mejores estudiantes (el 5% superior de la promoción escolar) y en enseñarles en facultades de educación de gran nivel y con investigación de frontera. Entendieron que debían implementar los mecanismos para reconocer en el docente un profesional que desarrolla una carrera con un perfeccionamiento continuo. Darles confianza e independencia para implementar el currículo, demostrar respeto por los profesores (algo que cada uno puede iniciar en su propia realidad familiar) y reconocerlos con el prestigio social y remuneraciones acorde con su importancia parece ser el camino.
Este ejemplo es una gran lección para nuestras universidades: la enseñanza basada en la investigación como meta de la formación del docente. Debemos enseñar con exigencia y confianza a nuestros estudiantes de pedagogía para que en el futuro se las transmitan a los niños y niñas de Chile. El futuro se construye entre todos, basado en la confianza y la responsabilidad. Este debiera ser el rumbo de nuestra educación.
Publicado en el diario El Mercurio el 11 de mayo de 2014.
Sistemas nacionales de educación superior
Esta semana se ha conocido el resultado de una nueva versión del ranking realizado por Universitas 21, red internacional de universidades. El objetivo de esta medición, efectuada por la Universidad de Melbourne, es evaluar la calidad de los sistemas de educación superior de los diferentes países.
El estudio incluyó a 50 naciones, con cuatro países de Latinoamérica: Argentina, Brasil, México y Chile. De manera específica, el estudio midió cuatro áreas: recursos (inversión en educación superior e investigación); entorno (diversidad de las instituciones, transparencia, participación de la mujer); conectividad (número de estudiantes internacionales, información en la web), cada una con un 20% de ponderación, y el área de resultados (número de artículos científicos, matrícula de educación superior y empleabilidad), con un 40% de ponderación. Para elaborar el ranking se utilizó la información de la OCDE, Unesco, de los ministerios de Educación, y de SCImago.
Este año, los resultados reiteraron el liderazgo de Estados Unidos, seguido por Suecia y Canadá. Entre los países latinoamericanos, Chile está en el lugar 33, arriba de Brasil (38), Argentina (41) y México (46).
Si consideramos la evolución del ranking global desde el 2012, nuestro país ha ascendido cuatro puestos (37 al 33), destacando el avance en las áreas de recursos y entorno. Sin embargo, es preocupante constatar que en conectividad y resultados de investigación hay un estancamiento, y en algunas áreas incluso un deterioro.
Entre los países latinoamericanos, Chile está en el lugar 33, arriba de Brasil (38), Argentina (41) y México (46).
Los desafíos debieran incluir una mayor internacionalización de nuestra educación superior. Además, se debe profundizar en una investigación y creación de conocimiento madura y reflexiva, en todas las áreas del saber. Contar con un mayor número de investigadores y un incremento de la inversión de recursos para la creación de nuevo conocimiento es una tarea pendiente.
El estímulo y apoyo al arte, la cultura, las humanidades, la ciencia y la tecnología es lo que nos conducirá a tener el sistema de educación superior que nuestro país requiere y merece. Esta es una forma de avanzar en la calidad de la educación, elemento que debe ser el inspirador de nuestra reforma educacional.
Carta publicada en el diario El Mercurio el 15 de mayo de 2014.
La reforma de la educación superior
El Ministerio de Educación ha programado para este segundo semestre la discusión de los proyectos de ley de la reforma de educación superior.
La prioridad de esta reforma se debe centrar en aumentar la calidad del aporte que entregan nuestras instituciones en beneficio de los estudiantes y del país. Este esfuerzo distingue la diversidad del sistema, en que coexisten instituciones complejas y completas, de calidad internacional, con otras que desarrollan una labor docente de gran importancia. Así, en todo el sistema se debe cumplir con los mínimos estándares de calidad que han sido predefinidos. Es prioritario realizar un cambio estructural en los programas de pregrado; mejorar las tasas de egreso y titulación; dar mayor estímulo a la internacionalización y movilidad académica; expandir los fondos de investigación, y fortalecer los programas de doctorado, junto con implementar fondos para proyectos de excelencia, con una preocupación especial por el desarrollo regional. El foco se debe centrar en la formación de los estudiantes, en la investigación y en el vínculo con las comunidades, pilares fundamentales de la labor universitaria.
Es prioritario realizar un cambio estructural en los programas de pregrado; mejorar las tasas de egreso y titulación; dar mayor estímulo a la internacionalización y movilidad académica; expandir los fondos de investigación, y fortalecer los programas de doctorado, junto con implementar fondos para proyectos de excelencia,