Nota: M = media, DE = desviación estándar.
En la tabla 1.2 se muestran los resultados de las pruebas t de Student que se realizaron con el objetivo de identificar diferencias en cuanto a la percepción del clima emocional y distintas variables de control. Por cuanto hace al género, se obtuvo un valor de t (550) = 2.02, p ≤ .05, donde las mujeres perciben un clima emocional más negativo que los hombres (M = 3.40, DE = 0.91).
TABLA 1.2. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR GÉNERO
Femenino | Masculino | ||
M | M | t | |
(DE) | (DE) | ||
Clima positivo | 2.46 | 2.53 | |
(0.59) | (0.62) | 1.32 | |
Clima negativo | 3.40 | 3.24 | |
(0.91) | (0.90) | 2.02* |
Nota: M = media, DE = desviación estándar,* p ≤ .05.
El nivel educativo (tabla 1.3) también marcó diferencia t (550) = 2.07, p ≤ .05, observando que los participantes con nivel educativo superior (M = 3.42, DE = .88) perciben un clima negativo.
TABLA 1.3. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR ESCOLARIDAD
Básico | Superior | ||
M | M | t | |
(DE) | (DE) | ||
Clima positivo | 2.50 | 2.49 | |
(0.62) | (0.58) | 0.28 | |
Clima negativo | 3.26 | 3.42 | |
(0.92) | (0.88) | 2.07* |
Nota: M = media, DE = desviación estándar*.
El estado civil también presentó diferencia t (550) = 2.25, p ≤ .05, pues los casados (tabla 1.4) perciben un mejor clima que los solteros (M = 2.59, DE = .59).
TABLA 1.4. COMPARACIONES EN LA PERCEPCIÓN DE CLIMA EMOCIONAL POR ESTADO CIVIL
Soltero | Casado | ||
M | M | t | |
(DS) | (DS) | ||
Clima positivo | 2.47 | 2.59 | |
(0.60) | (0.59) | 2.25* | |
Clima negativo | 3.30 | 3.36 | |
(0.95) | (0.85) | 0.75 |
Nota: M = media, DE = desviación estándar*.
DISCUSIÓN
Los análisis estadísticos realizados a la escala de clima emocional de Páez et al. (1997) señalan que el instrumento cuenta con validez y confiabilidad adecuadas en esta muestra de habitantes del estado de México. Los valores de alfa fueron altos para las dos subescalas de clima emocional y aceptable para la escala total.
De los primeros datos obtenidos, se aprecia una tendencia a percibir la balanza de clima socioemocional con un valor negativo y las emociones que predominan son el miedo, el odio y la tristeza.
El miedo se encuentra dentro de la categoría de las emociones básicas, el cual es generado por pensamientos sobre cosas buenas o malas (Elster, 2002). Es una reacción de sobresalto cuando se evalúa una situación como peligrosa y se desea evitar un posible daño. Es de tipo actitudinal al utilizar el término para explicar acciones intencionales o que alguien tiene ciertos deseos o creencias. Su función principal es evitar situaciones peligrosas, tanto desde el punto de vista físico como psicológico (Izard, 1993).
Por otra parte, odio, coraje, enfado o enojo muy violento tienen la función de movilizar la energía necesaria para la acción motora (Izard, 1993). Estos son una emoción fáctica negativa donde existe frustración de deseos, lo que supone la condición de un conocimiento, como plantea Gordon (1987).
La tristeza está caracterizada por un tono sentimental desagradable. El letargo cognitivo y motor característico de esta puede facilitar la búsqueda de sus causas; su expresión puede preparar, a través de la empatía, el apoyo de otros congéneres (Izard, 1993). Dicha emoción está anclada a definiciones culturales que establecen lo bueno y malo, lo correcto o incorrecto, lo digno o indigno; así, su justificación y aprobación como legítima depende de los marcos culturales (Rodríguez, 2008).
Hay que señalar que no existe evidencia empírica sobre el clima emocional y su relación con variables de tipo sociodemográfico como la edad, el sexo y el estado civil. Los resultados obtenidos son inquietantes y sugerentes, en el sentido de que muestran que tanto el hecho de ser mujer como tener un mayor número de años de educación lleva a una percepción más negativa del clima emocional, lo que evidencia que este no solo está influenciado por condiciones inherentes al ser humano como el género sino por situaciones transitorias como el nivel educativo y el estado civil, pero que se relacionan y posibilitan el acceso a ciertas categorías de emoción subjetiva (Fernández–Dols et al, 2007), así como a las reglas de expresión emocional que se aprenden de cada cultura. Se revela entonces la participación de la cultura en la manera como se experimentan las emociones, pues esta brinda las valoraciones positivas o negativas con que son evaluados los sucesos y los comportamientos, los cuales pueden ser vistos como apropiados o no en función de las normas sociales bajo las cuales se rigen las personas, en el entendido de que los sistemas simbólicos utilizados por los individuos al construir el significado son sistemas ya existentes, profundamente arraigados en el lenguaje y la cultura.
Asimismo, los datos revelan la importancia de la adaptación comunicativa y motivacional de hombres y mujeres para la identificación de ciertas emociones, incluso para la percepción del clima emocional social, donde la edad, los antecedentes culturales y las dinámicas socializadoras llevan a procesos diferenciales.
Lo anterior se entiende mejor si consideramos que los roles de género son prescritos culturalmente; así, el papel de ama de casa versus proveedor conduce a motivos sociales distintos, como las necesidades de intimidad, poder y estatus, lo cual explica el hecho de que el estado civil, en particular estar casado, derive en una percepción positiva del clima emocional, variable que podría quedar insertada en las necesidades socioemocionales como el apego y apoyo social que normalmente se satisfacen en los grupos primarios, como la familia, que son protagonistas y algunas veces determinantes (Blanco & Díaz, 2006).
Esta primera aproximación al por qué el género, la edad y el estado civil marcan diferencia en la percepción del clima emocional, lleva a considerar que en un contexto de violencia e inseguridad las personas evalúan las condiciones del medio y el grado en que estas afectan su bienestar. Dicho proceso implica recuperar los recursos adaptativos para superar las amenazas, los daños u obstáculos identificados, lo que conlleva a la elaboración de estrategias de afrontamiento ante situaciones de violencia.
Finalmente, el conjunto de emociones predominantes en el contexto donde se procesó la información marca un momento en la historia de los entrevistados, o incluso podemos considerarlo como un elemento que define el entorno sociohistórico de los habitantes del estado de México.
Para concluir, y con la reserva y modestia que requiere cualquier interpretación de datos, los obtenidos en este estudio remiten a señalar que la percepción del clima emocional no se enfoca hacia los sentimientos individuales de miedo, enojo y tristeza que se relacionan con una identidad colectiva sino sobre las emociones dominantes en el clima de una sociedad, al menos como se perciben con quienes se convive y / o comparten espacios y experiencias de vida. Pues ciertamente, desde el ámbito personal se puede sentir miedo ante el clima de violencia que se vive directa o indirectamente, pero al mismo tiempo se puede percibir miedo en la atmósfera, o sentir enojo ante una institución por su inacción o ineficiencia ante tal escenario. Este campo afectivo percibido es el que analiza el enfoque del clima emocional al sostener que las emociones tienen funciones interpersonales y sociales y, por consiguiente, se conocen los efectos que determinada(s) emoción(es) dominante(s) puede(n) tener en la conducta colectiva, aunque no sea la emoción que las personas experimenten en lo particular (Techio et al, 2007).
REFERENCIAS
Bart–Tal, D., Rosen, Y. & Nets–Zehngut, R. (2007). Educación para la paz en sociedades implicadas en conflictos prolongados