Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468538143
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Ethan.

      Aquiles hizo un gesto de sorpresa, porque siempre había pensado que eran solo cuatro horas de vuelo.

      –¿Y tu mujer? –preguntó Aquiles.

      –Decidió quedarse en la tina que hay en la terraza... yo prefiero disfrutar de la naturaleza; teniendo este mar, no me voy a quedar dentro de un recipiente con agua –respondió Ethan.

      –Totalmente de acuerdo –dijo Aquiles.

      –¿Es la primera vez que vienen? –preguntó Ethan.

      –A La Riviera Maya sí, a México hemos venido en otras oportunidades –respondió Aquiles.

      Ethan estaba sorprendido por la fluidez y el dominio que Aquiles tenía del inglés. Aquiles le contó que tanto Marina como él habían estudiado en colegios bilingües y que luego de eso, siempre habían tenido la posibilidad de continuar practicándolo, sea por cuestiones laborales o por viajes de placer que hacían al exterior.

      –El español es un idioma muy complicado –comentó Ethan.

      –Sí, lo es –contestó Aquiles, mordiéndose la lengua y quedándose con las ganas de decirle “Al menos, hacé el esfuerzo de aprender algunas palabras básicas...”

      Continuaron hablando sobre las bellezas del lugar y se contaron sobre las actividades que cada quien desarrollaba en su país. Ethan era Ingeniero civil y Cristie Abogada.

      La conversación fue interrumpida por la llegada de Marina, que se acercaba y saludaba con su habitual amabilidad. Vestía una malla entera blanca y tenía atado en su cintura un pareo con fuertes colores en la gama de rojos y de naranjas. Sobre su cabeza llevaba un sombrero tipo Panamá y sus infaltables lentes de sol.

      Inmediatamente, Ethan se incorporó para cederle la reposera.

      –No, no... quédate, voy a caminar un rato por la orilla –dijo Marina.

      Aquiles, viendo que Ethan no se quedaría solo, ya que Cristie se acercaba, se incorporó para unirse a su mujer en el paseo. Saludaron a Cristie y comenzaron a caminar hacia la orilla, quedando en que más tarde se verían.

      –¿Qué haces vos en slip blanco? –dijo Marina, no como reprendiéndolo, sino que más bien asombrada.

      –Lo compré antes de venir y lo quise estrenar hoy... bajé con la bermuda puesta y me lo saqué para hacer snorkel. Como estaba todo muy tranquilo, me tiré en la reposera a merendar y me quedé así para no mojar la bermuda. Apareció el canadiense y me sacó charla... cuando me incorporé, me dio cosa ponerme la bermuda delante de Cristie –dijo Aquiles.

      –Bien que te marcó de arriba abajo –dijo Marina.

      –No me di cuenta... aunque no me extraña, porque sé que soy irresistible –dijo Aquiles, que, en verdad, sí se había dado cuenta del escaneo que Cristie había hecho sobre su cuerpo.

      Aquiles iba a contarle sobre el comentario que Ethan había hecho sobre su slip cuando se cruzaron, pero prefirió callar.

      Llegaron a la orilla y Marina, quitándose los lentes y parándose frente a Aquiles, pasó sus brazos por sobre sus hombros y le dio un tierno beso.

      –¿Por qué no me despertaste? –preguntó.

      –Porque estaba durmiendo tan plácidamente, que me dio pena molestarte –respondió Aquiles.

      Tomados de la mano, comenzaron a caminar por la orilla, mientras que las pequeñas olas bañaban sus pies. Llegaron hasta un sector de rocas que les impedía continuar sin tener que escalarlas, por lo que decidieron pegar la vuelta.

      Llegaron a la altura de su palapa y se sentaron sobre la arena seca mirando hacia el mar.

      A unos pocos metros, Ethan y Cristie pasaban agarrados de la mano y se introducían en el mar.

      Lucían felices y parecían ser buena gente.

      –Ethan me contó que es ingeniero civil y que ella es abogada –dijo Aquiles.

      –Ah, mirá vos... –dijo Marina.

      –Se quedó sorprendido por mi fluidez hablando en inglés y le dije que él, al menos podría hacer el esfuerzo de aprender a decir hola... mucho ingeniero, mucho primer mundo, pero es un burro... –agregó Aquiles, manteniéndose serio.

      –¡No podés! ¡sos un animal! ¿cómo le vas a decir algo así? –lo recriminó Marina.

      Aquiles comenzó a reír.

      –No... no se lo dije, pero lo pensé y tuve ganas de hacerlo... Estamos en México y tenemos que hablar en inglés... eso me da bronca –dijo Aquiles.

      –Bueno... relájate... peor sería si no pudiésemos comunicarnos –dijo Marina.

      –Es cierto... contestó Aquiles.

      Ethan y Cristie salieron del agua y se dirigieron directo hacia donde Aquiles y Marina estaban sentados.

      –Increíblemente hermosas estas playas –dijo Cristie.

      –Sorprendentes –agregó Ethan.

      –Sí que lo son, realmente una de las playas más lindas del Caribe –contestó Marina, desplegando su impecable inglés y dando por hecho de que ya habían estado en otras playas de la región.

      –¿Es la primera vez que vienen a México? –preguntó Aquiles.

      –Sí, es la primera vez en México –respondió Ethan.

      –Hace algunos años que vacacionamos en Punta Cana, pero este año decidimos cambiar y creo que no nos equivocamos –dijo Cristie.

      Aquiles y Marina les comentaron muy por arriba sobre los lugares que tenían agendados para ir a visitar y que habían alquilado un Jeep para poder moverse independientemente. Sin decírselos, ambos pensaron en la posibilidad de proponerles que se sumaran a excursiones así no las hacían solos.

      Marina sintió la repentina necesidad de comer algo.

      –Muero de hambre –dijo Marina, cambiando repentinamente el curso de la conversación.

      –Vamos hasta el bar de playa que ahí podés picar algo –dijo Aquiles.

      Se despidieron y Aquiles la acompaño hasta el bar, en el que Marina pidió una taza de café con leche y se sirvió el mismo tipo de bocados que había agarrado Aquiles.

      Caminaron hacia su palapa y permanecieron recostados en las reposeras, hasta que el sol desapareció por completo. De vez en cuando, aparecían las cabezas de algunas tortugas que, cerca de la orilla salían para respirar.

      –Podríamos decirles que vengan con nosotros a las excursiones –dijo Marina.

      –Sí, pensé lo mismo, podríamos... lo vamos viendo –dijo Aquiles.

      La noche se fue cerrando. Agarraron sus pertenencias y comenzaron a caminar hacia el puesto de playa en el que Aquiles dejaría el toallón mojado y el equipo de snorkel, pero ya estaba cerrado, por lo que tuvo que cargar con ellos para devolverlos el día siguiente.

      Subieron al sendero de madera y caminaron hacia su cabaña. Ningún ruido artificial, solo los sonidos de la naturaleza; el crujido de la madera, el viento, el agua y la jungla. Hasta ahora, todo lucía perfecto y superaba ampliamente sus expectativas de lo que ambos habían ido a buscar en este nuevo viaje.

      Capítulo 7

      Playa, calentura y un poco de alcohol

      Alejando abrió tímidamente sus ojos y sintió no poder despegarse del colcho. Notó que un hilo de saliva mojaba la comisura derecha de sus labios. Claramente, había caído en un sueño profundo y reparador.

      Sin levantar su cabeza de la almohada, observó el cuerpo de Facundo, que abarcaba casi toda la extensión de la cama.