Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468538143
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a la cabaña y ambos se quitaron la ropa húmeda. Marina se puso un solero blanco y Aquiles otra bermuda de baño.

      Comenzaron a desempacar y a guardar la ropa en estantes, en cajones y en perchas.

      –Guardá el dinero, los pasaportes y los celulares en la caja fuerte –dijo Marina.

      –A sus órdenes capitán –respondió Aquiles, respetando el compromiso que habían tomado de que no utilizarían los teléfonos durante su estadía en ese lugar y que, por una cuestión de seguridad y para hacer uso del GPS, solo los utilizarían cuando fuesen a visitar los lugares que tenían planificados.

      –Tenemos que organizar bien cuando vamos a hacer los recorridos planeados –dijo Aquiles.

      Habían viajado con la idea de visitar algunos puntos claves que resultaban imperdibles y más, para ellos que disfrutaban de la aventura.

      Chichén–Itzá, con su mítica Pirámide de Kukulkán, destino por excelencia en La Riviera Maya, era lo que les quedaba más alejado. Cerca de la ciudad Maya, se encontraba la ciudad colonial de Valladolid. En el mismo trayecto, el cenote Ik’kil, al que Aquiles no iba a dejar de ir. Un poco más cerca, la zona arqueológica de Cobá, con su pirámide Nohoch Mul.

      Apenas un poco más al norte de donde se alojaban, estaba la zona arqueológica de Tulum, única ciudadela Maya construida sobre el mar, con su mítico castillo en la cima del acantilado.

      Otra de las excursiones que tenían en mente y que se las había recomendado especialmente Adrián e Inés, era el parque natural de Xel–Ha, que poseía varias actividades para realizar, entre las que se encontraba la posibilidad de nadar con delfines, cosa que Aquiles no pensaba perderse.

      Sabían que la excursión a Chichén–Itzá y a todo lo que quedaba cerca o dentro de esa ruta, les tomaría un día entero, lo mismo que la visita a Xel–Ha y que la visita a Tulum, solo les tomaría medio día.

      Dependiendo del clima y de las ganas, decidirían si harían alguna visita a los destinos próximos a Cancún, o si los dejarían para otro viaje. Con la idea de no tener que atarse a horarios ni a días preestablecido, es que habían decidido alquilar un vehículo como para manejarse de manera independiente y, en todo caso, ir decidiendo sobre la marcha que hacer. Lo concreto, era que, el ultimo día, irían a Playa del Carmen, donde devolverían el Jeep y embarcarían en un Ferry para trasladarse a Cozumel, donde permanecerían la segunda semana de sus vacaciones.

      –Ahora terminemos con esto y vayamos a almorzar que muero de hambre –dijo Marina.

      Aquiles agarró una remera sin mangas color celeste, ojotas blancas y ambos salieron rumbo hacia uno de los restaurantes para saciar sus apetitos.

      Capítulo 3

      Al ritmo de Brasil

      La festiva ciudad de Rio de Janeiro recibía a Alejandro y a su grupo de amigos con un día espectacularmente soleado y tórrido, típico de esas latitudes.

      El verano había estallado con todo su esplendor y las calles de Copacabana estaban pobladas de turistas que transitaban de un lado hacia el otro, bajo los calcinantes rayos del sol de enero.

      Finalmente, habían viajado cinco amigos y el grupo se hospedaría en un hotel urbano frente a la playa en esa zona de Rio. Todos tenían entre 35 y 40 años, algo más, algo menos; todos solteros menos Axel, que si bien estaba libre, se había separado hacía unos dos años, pero aún estaba legalmente casado.

      Tenían reservadas dos habitaciones. Tres de ellos compartirían una triple, mientras que los otros dos se alojarían en una dobles con camas individuales.

      Descendieron de taxi que lo había transportado desde el aeropuerto al que habían arribado en un vuelo directo desde el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires.

      Durante el viaje, habían acordado que las ubicaciones para dormir se determinarían por sorteo sacando papelitos, por lo que ya en el lobby del hotel y previo a registrarse, procedieron a realizar el sorteo.

      –Bueno... hay cinco papeles; en tres de ellos dice triple y en los otros dos dice doble, cada uno saca un papel y al que le toca le toca –dijo Tomás, el más serio del grupo.

      Marcelo fue el primero y su papel decía “Triple”; lo siguió Facundo, que sacó un papel que decía “Doble...” Si bien todos eran amigos y más allá de que compartieran o no ciertos gustos o preferencias, sea sobre pasatiempos, deportes, sexo, o lo que fuese y que nadie cuestionaba nada del otro, se percibía en el aire una especie de picardía y de tensión, al haber quedado definido en el segundo papel que Facundo, el abiertamente bisexual del grupo, dormiría en una habitación doble con alguno de los otros cuatro.

      Fue el turno de Alfredo, que sacó el tercer papel que decía “Triple.”

      Solo restaban dos papeles, por lo que quedaría definido entre Marcelo y Alejandro quien dormiría en el cuarto con Facundo y quien con los otros dos.

      Alejandro agarró el cuarto papel que decía “Doble,” por lo que las ubicaciones habían quedado designadas. Facundo y Alejandro en un cuarto, Tomás, Marcelo y Alfredo en el otro.

      A Alejandro poco le preocupaba la situación, ya que, después de todo, y si bien su primera experiencia virtual y luego cuerpo a cuerpo con un hombre ya la había tenido, fue Facundo el que, sin saberlo lo había empujado a la adicción de los video chats con hombres aquella noche de borrachera entre amigos en su departamento, en la que había descargado esa aplicación en su computadora.

      Ese era un secreto que Alejandro, a pesar de su mentalidad abierta, no compartía con su grupo de amigos y que, extrañamente, o más bien, porque no le había quedado otra, se lo

      había contado a Aquiles.

      Los cinco se acercaron al mostrador, se registraron y en pocos minutos estaban tomando el ascensor para dirigirse a sus respectivos cuartos.

      Cada quien ingresó a sus respectivas habitaciones quedando en que, en una hora, se encontraría en el lobby para comenzar con las actividades playeras.

      –¿Preferís alguna cama en especial? –preguntó Alejandro.

      –No, me da igual –respondió Facundo.

      Alejando depositó su bolso sobre la cama más próxima al balcón y Facundo hizo lo propio en la otra cama.

      Abrieron los bolsos y comenzaron a buscar ropa para cambiarse.

      Facundo caminó hacia el balcón, mientras que se quitaba la camisa para quedar en cuero. Su físico era armonioso y estaba tonificado en el punto justo, sin ningún tipo de exageración.

      Piel blanca, pelo castaño oscuro y vellos que le cubrían su pecho, sus brazos y sus piernas.

      –¡Espectacular vista! –exclamó Facundo.

      –¡Tremenda! –respondió Alejandro, mientras salía al balcón.

      Permanecieron unos segundos callados, recorriendo con la vista la extensión de la bahía.

      Regresaron al interior y mientras Alejandro se dirigía hacia el baño, Facundo comenzó a desempacar, dejando tendidas sobre su cama una colección de sungas de diversos diseños y colores que venía coleccionando a lo largo de sus frecuentes viajes a Brasil, fundamentalmente, de las épocas en las que el tipo de cambio resultaba favorable para hacer “shopping”; algunas eran tipo slip y otras de pierna corta.

      Alejandro regresó y vio que Facundo, con total naturalidad, estaba parado frente a un espejo completamente desnudo, probándose y decidiendo con que sunga estrenaría la temporada.

      –Ah bueno... viniste preparado para un desfile –exclamó Alejandro.

      –Y traje solo la mitad de las que tengo –respondió Facundo.

      Alejandro se acercó a su cama y comenzó a buscar shorts