Aquiles y su tigre encadenado. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468538143
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en su cara.

      –¿Qué hora es? –preguntó.

      –Ni idea –respondió Alejandro, que luego de incorporarse, cerró nuevamente los ojos y se dejó caer de espaldas sobre el colchón.

      A pesar de estar aún medio dormido, Facundo no pudo evitar la tentación de clavar su mirada en el paquete de Alejandro, que se marcaba notoriamente y que llenaba por completo la sunga que tenía puesta.

      Agarró su celular de la mesita de luz y sorprendido, observó que ya eran las cuatro. Tenía dos mensajes de Tomás y se dio cuenta de que, verdaderamente, se había desmayado del cansancio, ya que ni siquiera había escuchado el aviso. En el primero, enviado a las dos y media, le decía que los estaban esperando abajo; en el segundo, enviado a las tres menos cuarto le decía que se iban a la playa.

      Alejandro estiró el brazo para agarrar su celular y vio que tenía dos mensajes enviados por Marcelo, que decían exactamente lo mismo.

      –Estos tres ya están en la playa –dijo Facundo.

      –Eso parece –contestó Alejandro, en medio de un bostezo.

      Facundo se levantó y se dirigió al baño para orinar y para lavarse la cara. Regresó a su cama, se puso una bermuda blanca y una playera color borravino.

      Alejando se incorporó y también se dirigió al baño para orinar y para lavarse la cara. Regresó hacia su cama y se puso la misma bermuda de la mañana y una playera blanca.

      –¿Vamos? –dijo Alejandro.

      –Vamos.... –respondió Facundo.

      Ambos agarraron viseras y mochilas, se calzaron sus ojotas y salieron rumbo a la playa.

      El día continuaba espectacular, no se divisaba ni una nube y la temperatura rondaba los 30 ºC. Cruzaron el boulevard y bajaron a la playa en busca de sus amigos.

      Lasgarotas que habían conocido a la mañana, estaba tiradas sobre la arena y cerca de ellas estaban las mochilas de sus tres amigos.

      Seguramente les habían pedido que se las cuidaran para poder irse tranquilos al mar.

      –Boa tarde –saludó Facundo

      –Boa tarde –respondieron en conjunto el grupo de mujeres.

      Alejandro cruzó la mirada con la morocha de ojos celestes, que le regaló una amplia sonrisa. Aunque sintió un poco de vergüenza, no dudo en devolverle la sonrisa, luciendo su impecable y prolija dentadura blanca.

      Ambos dejaron las mochilas y las ojotas al lado de las pertenencias de sus amigos.

      Alejandro se quitó la sudadera, captando inmediatamente la atención del grupo de mujeres. Venciendo sus prejuicios y tomando valor, sabiéndose poseedor de un físico privilegiado y trabajado, se quitó la bermuda para quedar en sunga, dejando al descubierto toda su humanidad.

      A pesar de considerarse una persona con mentalidad abierta, era la primera vez en la que se encontraba en una playa vistiendo solo una sunga.

      Facundo, a quien generalmente no se le escapaba nada, observó como el grupo de garotas,en medio de sonrisas picaronas, escaneaban descaradamente el físico de Alejandro, y se percató de como la morocha de ojos claros, parecía haber quedado hipnotizada por su amigo.

      Como lo había hecho Alejandro, se quitó la ropa para quedar en sunga y ambos se fueron hacia el mar en busca de sus amigos.

      El grupo de mujeres, entre sonrisas y cuchicheos, observaron su retirada con sumo placer.

      Llegaron a la orilla y vieron que sus amigos estaban unos cuantos metros adentro del mar detrás de la rompiente. El agua se sentía templada, por lo que ingresaron sin titubear, se sumergieron en la primera ola que los alcanzó y nadaron hacia allí.

      –Qué pasó que no venían –preguntó Tomás.

      –Nos quedamos dormidos –respondió Alejandro.

      Alfredo, a modo de chiste, estuvo tentado por preguntar si realmente se habían quedado dormidos o si se habían quedado haciendo otra cosa, pero se mordió la lengua como para no crear un momento tenso; no por Alejandro, que seguramente lo tomaría en broma, sino porque pensó que a Facundo podría molestarse o incluso podría enojarse ante el comentario.

      Permanecieron como una hora dentro del agua, nadando de un lado hacia el otro, barrenando las olas o tirándose de cabeza en ellas. El día no podía ser mejor y no daban ganas de salir del agua.

      Eran casi las seis y el sol comenzaba a perderse tras los edificios del otro lado del boulevard. Salieron del agua y permanecieron en la orilla, tal como lo habían hecho a la mañana. Los cinco en sungas y luciendo lomos.

      El grupo de brasileñas comenzó a caminar hacia el mar, e ingresaron para refrescarse luego de una tarde de haber estado rostizándose bajo los rayos del sol.

      Las cuatro vestían diminutas mallas de dos piezas. La parte del corpiño, apenas les tapaban los pezones y los bikinis se perdían en medio de sus pomposos glúteos.

      Las chicas sonrieron al cruzar al grupo de muchachos y continuaron su camino para ingresar al mar.

      –Me muero –dijo Alfredo, que no quitaba la vista de los cuatro culos que avanzaban prácticamente desnudos.

      –Están tremendas estas garotas –dijo Tomás.

      –¡Las tetas de la de rulos están increíbles! –agregó Marcelo.

      –Se llama Edna –dijo Alfredo.

      –Y la morocha de ojos celestes que es una Diosa se llama Brunna –agregó Tomás.

      –Ah... veo que no perdieron el tiempo –comentó Alejandro.

      –Se hace lo que se puede –agregó Marcelo.

      –Y las otras dos se llaman Márcia y Vera –dijo Alfredo.

      –¿Vieron? Uds. dos con vergüenza de usar sunga y estas garotas andan prácticamente en bolas y no tienen ningún tipo de pudor en mostrar sus cuerpos tal cual son –dijo Facundo, dirigiéndose a Marcelo y a Alejandro.

      –Boludo... menos mal que esta contiene bien, porque tengo la chota estrangulada y con ganas de salir –dijo Marcelo.

      Todos rieron.

      –Yo me voy de nuevo al agua a ver si puedo hacer un poco de sociales –dijo Alejandro, ingresando al mar y sin esperar respuesta por parte de sus amigos.

      Alejando se acercó al grupo de mujeres y comenzó a entablar una conversación en “portuñol.” Inmediatamente, tal como había sucedido más temprano cuando se saludaron en la playa, sintió que con Brunna existía una onda especial.

      –Está hermosa el agua –dijo Brunna.

      –El agua está hermosa y vos también –contestó Alejandro, sin poder dar crédito a lo que acababa de decir.

      Brunna sonrió con un gesto de timidez y se sumergió bajo la primera ola que apareció.

      Alejandro tenía claro que solo buscaba diversión y pasarlo bien. El viaje era entre amigos y si se daba la oportunidad de que alguno de ellos tuviese sexo con alguien, obviamente que lo harían, pero solo eso. El compromiso del grupo era pasarlo juntos y que nadie se involucrase con alguna persona al punto de alejarse y terminar pasando las vacaciones por su cuenta.

      Alejandro comenzó a nadar, internándose un poco más profundo y luego continuó haciéndolo paralelo a la costa.

      Al regresar, vio que el grupo de amigas estaban en la orilla conversando con sus amigos, con la excepción de Brunna, que permanecía dentro del agua disfrutando de las olas.

      –¿Salimos? –dijo Brunna, como si ya fuesen amigos.

      –Sí, salgamos –contestó Alejandro.

      Facundo, que