Me limito a mi primera ocurrencia: la presencia de la nodriza en la tragedia griega. Y más en particular, Hipólito, de Eurípides (3), cuya protagonista trágica es Fedra, hija del Rey de Creta. Dejo el argumento al interés del lector. Apunto el resorte de la tragedia; Afrodita, para castigar a Hipólito, hijo de Teseo, por ser casto, hace que Fedra (mujer de Teseo, padre de Hipólito) se enamore locamente de este. La tragedia “versa por completo en el poder de las palabras y sus invencibles contradicciones” (4). La nodriza fuerza el silencio de Fedra con su terrible poder de la súplica, que para los griegos tenía una fuerza coercitiva excepcional, y traiciona el secreto de Fedra ante Hipólito. Las fatídicas palabras que instila acarrean la aniquilación de Hipólito, precipitan la muerte de Fedra, quien se ahorca después del falso testimonio con el que acusa a Hipólito. La potencia aniquilante de la irrecusable “verdad escrita” cae sobre Teseo, que tendrá la suerte de saber, por el favor de la diosa Artemis, la cruel verdad de lo sucedido.
Dije que el párrafo me parece una clave, y sin duda, clave freudiana. No olvidemos que este Seminario empieza diciendo: se goza. Los tres ensayos de Freud sobre la teoría sexual y la adición de 1923 están presentes. ¿Dónde empiezan los discursos sobre el amor? Sólo pueden empezar “en la nodriza, madre además como por azar”. Dice Freud: “La madre atiende al niño con sentimientos que provienen de su propia vida sexual” (5). Su caricia es su erótica y su retórica. La nodriza son las palabras cuya materialidad fónica trama lo visto y oído freudiano (6). ¿Qué trazas hicieron surco e inscribieron los signos del goce en una lalangue? ¿Qué goces labraron la densidad de la letra?
UN NUEVO AMOR
“Mi decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje no pertenece al campo de la lingüística”, es una puerta abierta sobre una frase repetida: que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha. Algo se olvida, algo se dice, otra cosa se escucha; el decir se juzga por las consecuencias de lo dicho, “pero lo que se hace de lo dicho queda abierto, pues puede hacerse de él un montón de cosas”; algo hará cada uno después con los dichos, como se hace “con unos muebles a partir del momento, por ejemplo, en que se ha padecido un sitio o un bombardeo” (24).
¿Por qué de inmediato Lacan salta al texto de Rimbaud, A una razón, donde insiste la repetición poética de un versículo: le nouvel amour? (25). “Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos y comienza la nueva armonía (…) Tu cabeza se vuelve: ¡el nuevo amor! Tu cabeza gira, ¡el nuevo amor!” “En este texto el amor es signo, escandido como tal, de que se cambia de razón, y el poeta se dirige a esa razón. Se cambia de razón, es decir, de discurso”. Lo que no es signo de amor es el goce del Otro, el del Otro sexo y el del cuerpo que lo simboliza. “¿El amor estriba en que lo que aparece no es nada más que signo?” (26). El signo ¿no es lo que da inequívocamente sentido? Se ilumina cuando al año siguiente, en Les non dupes errent, Lacan habla de los “semas” (7) que encarnan la ex-sistencia de lalangue. “El sema es lo que da sentido”, aporta el goce fálico que cosquillea en los cuerpos en la medida que no hay relación sexual. Si el ser hablante tiene algún acceso a otro ser hablante es por el bullir de los semas en los que ambos habitan; tampoco con la pareja sexual hay otra relación que la que permiten los signos que bullen en lalengua.
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