Te regalo el fin del mundo. José María Villalobos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José María Villalobos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417649586
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el suelo y las nubes sobrepasando sobrenaturalmente la atmósfera, y era visible en el perfil del horizonte desde casi cualquier punto del mismo hemisferio. Como un recordatorio del final y el origen de todo. Como un ente vigilante del que era imposible esconderse.

      —Sean bienvenidos, mis fieles y valiosos generales.

      Klauss, exultante, los recibió con los brazos abiertos.

      —Hoy es un día en el que haremos historia. Pasen y siéntense. Número 10K, exponga los hechos a nuestros importantes invitados.

      El NPC programado con toda la información, un modelo estándar delgaducho, vestido con el uniforme de la corporación y unas lentes redondas que amplificaban dos pequeños ojos negros, se dirigió a Ax y Alice de manera serena y calculada. Klauss se rodeaba solo de los NPC en la cúpula de la torre, evitando así cualquier tentativa de traición por la cercanía de imprevisibles avatares humanos.

      —Esta misma mañana los rebeldes se han hecho fuertes aquí en Nueva Tierra, en la ciudad de Alejandría. Por primera vez se hacen visibles de manera organizada ante los ciudadanos y el Estado. Son por tanto vulnerables. Han anunciado un importante comunicado para dentro de unas horas. Por supuesto, el señor Klauss pretende aprovechar esta osadía para asestar un importante golpe a la insurgencia haciéndoles desaparecer esparciendo el código…

      —Un momento, si se me permite la interrupción.

      Numero 10K miró a Klauss, que asintió con una sonrisa en los labios. Alice continuó.

      —¿Por qué se han hecho visibles? Juegan con ventaja si nos obligan a perseguirlos por todo el universo. ¿Y por qué Alejandría, aquí en Nueva Tierra, en la misma capital del Imperio? Y luego está lo de hacerlos desaparecer esparciendo su código.

      Los presentes sabían que no se daban muertes porque cada avatar abatido reorganizaba su código en el último punto de guardado. Si se trataba de un delincuente, esa reaparición era rastreada por las autoridades, que aprovechaban para apresarlo en una burbuja de reinicio permanente. La chica continuó.

      —No es posible matar literalmente, aunque la cadena perpetua, que supone la suspensión de pensamiento y movimiento, ya es en sí condena lo suficientemente convincente. Además, si fuera posible matar, significaría comprometer las capacidades de Madre para mantener en pie este universo. No lo comprendo.

      Alice reflejaba en su rostro la confusión del momento, sin embargo, Ax expresaba curiosidad.

      —Desconocemos la razón por la que se han hecho visibles y por qué han elegido Alejandría —respondió Número 10K—. Creemos que el comunicado que van a dar con alcance universal, y que se realizará presumiblemente utilizando el faro de la ciudad como emisor, nos dará pistas sobre ello. El señor Klauss ha decidido no atacar antes por si se da en esa información algún elemento que ofrezca aún más ventaja.

      —Gracias, yo me encargo de explicarle el resto a nuestros insignes generales. Esperaba esas dudas que ha expresado porque las respuestas son la principal razón por la que les he convocado aquí personalmente.

      Klauss se levantó de su asiento y, con las manos a la espalda, empezó a pasear alrededor de Ax y Alice, que se mantenían firmes con la mirada al frente en el centro de la sala.

      —Como bien dice, camarada Alice, hasta ahora nos limitábamos a recluir en los BRP a los rebeldes que apresábamos. Al darse una reaparición continua de cada indeseable abatido, se trataba de la mejor opción y de un castigo ejemplar: alimentar para siempre a Madre de forma inconsciente cuando de forma consciente se oponían a ello. Como supondrán, tal ejercicio de justicia poética es algo que me producía un placer enorme. Pero los programadores y diseñadores que hábilmente trabajan para el Estado en la base de esta misma torre han dado con algo mejor, mucho mejor, que derivará en la erradicación de este virus que afecta a nuestra inmaculada sociedad. Número 10K, active el holograma que conecta con la colmena prisión.

      El servicial NPC comenzó a teclear en su antebrazo izquierdo. La imagen tridimensional de una enorme y amenazante construcción ocupó la mitad del despacho. Los dedos de Número 10K se movían ágilmente sobre el interfaz corporal y, a cada pulsación de enter, un zoom cada vez mayor situaba la imagen más y más cerca del objetivo. De los negros muros exteriores a la inmensa estructura interna de pasillos, de ahí a una sala enorme con forma de acantilado abarrotada de burbujas celda. Un pulso más y la imagen se centró en el rostro del avatar que habitaba inconsciente una de ellas en un respawn eterno. La descripción hablaba de Villagewolf, y de cómo había sido arrestado y condenado hacía seis meses por alta traición tras comprobarse su relación con los insurgentes. Ax y Alice observaban expectantes. Número 10K se detuvo y miró a Klauss, que asintió lentamente con una mirada penetrante y llena de malicia. El NPC realizó una pulsación más y el rostro del condenado comenzó a diluirse en el código que lo conformaba. Pequeños riachuelos de datos se movieron sinuosos a la vez que desdibujaban el cuerpo y aumentaban en grosor. De repente, toda esa información que antes había representado a un ser humano fue absorbida por la propia burbuja celda, que disparó por encima de niveles conocidos la capacidad de computación que era capaz de ofrecer un avatar en stand by. Una sonrisa de oreja a oreja llenaba satisfecha la cara de Klauss. Alice era incapaz de reaccionar ante lo que acababa de ver. Ax, tremendamente sorprendido, atinó a decir tartamudeando: «¿E… eso… eso significa lo que estoy pensando? ¿Se trata de, de…?».

      Klauss, henchido de satisfacción, lo miró a los ojos con desasosegante seguridad. Sus labios articularon las dos palabras que ya flotaban en el ambiente y que lo iban a cambiar todo

      —Muerte permanente.

      LA BATALLA DE ALEJANDRÍA

      Cientos de naves de la eArmy cruzaban continentes y océanos rumbo a Alejandría en un flujo incesante. Los eSoldiers que habían custodiado la ciudad a lo largo del último año ya se estaban teletransportando y fueron los primeros en llegar. Como Alice y Klauss, que esperaban a las afueras a bordo del temible Destructor Capital.

      Fundada por Alejandro Magno al oeste del delta del Nilo en el año 331 antes de la Era Común, Alejandría fue, además del eje central del mayor imperio conocido hasta entonces, la capital cultural e intelectual del mundo. Alice había paseado innumerables veces por aquellas calles milenarias. Le gustaba admirar los atardeceres desde lo alto del faro soñando que aquella recreación era real, que de verdad se encontraba en otra época. Sus incontables horas en la biblioteca buceando entre miles de documentos digitalizados solo eran forzosamente interrumpidos por alertas puntuales que la requerían con urgencia. Dejaba entonces con pesar aquel templo de sabiduría para condenar las vidas de quienes gritaban enojados por la libertad en algún remoto lugar. Ese tipo de contradicciones, entre lo que era y lo que estaba obligada a ser, la minaba lentamente por dentro.

      El caso de Klauss era distinto. También se había podido teletransportar hasta Alejandría porque la tenía registrada en su mapa personal, pero su interés tenía que ver más con los logros expansionistas de Alejandro Magno que con el deseo de este de convertir la ciudad en el receptáculo de todo el saber humano. Klauss se veía a sí mismo como digno sucesor del célebre macedonio, y le gustaba comparar el vasto imperio que forjó en el siglo IV a.E.C. con su férreo control sobre todo un universo virtual en los estertores del siglo XXI. Que la sede del Imperio digital, la Torre K-Corp, se encontrara en mitad del océano Pacífico en lugar de en Alejandría, respondía a esa misma conexión espiritual. Klauss vivía el día a día aislado de otros avatares humanos, de cualquier abarrotada población, incluso de sus propios generales. Buscaba eludir así la posibilidad de ser traicionado de cualquier forma posible. El gran error de Alejandro no sería el suyo.

      —Ax está preparando la estrategia de ataque, llegará al destructor en unos minutos y en ese momento comenzaremos a desplegar las tropas —dijo dirigiéndose a Alice.

      —No hace falta esperar —le respondió ella—. La información de la que disponemos sitúa un alto mando de los rebeldes en la biblioteca, y conozco cada rincón de ese lugar. Puedo solicitar una reunión para averiguar qué intenciones