Te regalo el fin del mundo. José María Villalobos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José María Villalobos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417649586
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par de minutos el anciano observaba extrañado, esperando que ocurriera algo en aquella película. De repente apareció su nieto y cogió un mando negro que estaba bajo la televisión. Para el anciano era un objeto sin sentido en el que posiblemente ni había reparado. El niño empezó a interactuar nerviosamente con los botones y joysticks y, como por arte de magia, empezó a darse la acción en pantalla. El protagonista subió a un coche y el encuadre de la cámara cambió para seguir de cerca una loca persecución. Hasta ese momento, los parámetros mentales del anciano asimilaban que la acción en una televisión debía darse de forma automática al ser algo ya rodado, ya grabado, pero es que aquello no era una película. Desconocía lo que era un videojuego, y no podía imaginar que existiera algo así: historias que necesitaran de alguien que les diera vida desde fuera de la pantalla.

      Tras unos minutos en los que todo fue asombro, el abuelo y su nieto volvieron a emprender juntos el paseo. Cuando llevaban andados unos metros, el anciano se giró para ver una vez más aquel extraño milagro. En la enorme televisión, de nuevo, el protagonista de aquella historia se mantenía de pie, quieto, esperando un nuevo dueño de sus acciones.

      Cuando las grandes corporaciones se unieron bajo el mando de K-Corp para anunciar una migración masiva a un universo digital mientras nuestro mundo se venía abajo, yo me acordé de esa anécdota. Fui consciente de que los ancianos serían excluidos del Éxodo. Sus mentes no estaban preparadas, y se iba a soltar todo ese lastre antes de partir.

      No te equivocabas cuando has apreciado que pertenecía a vuestras filas. El ver cómo se cumplían los peores presagios, presenciar tanta muerte y sufrimiento antes del Gran Apagón hizo que aterrizara en la realidad virtual con mi mente ya enferma de dolor. Como soldado de elite cumplí con mi deber mientras pude, pero llegó un momento en el que me rebelé ante mis superiores. Simplemente no podía soportarlo más. Ojalá lo hubiera hecho antes. Tal vez podría haber salvado vidas, tal vez…

      —Sabe que no podía hacer nada.

      Alice lo interrumpió posicionándose de forma clara. Comprendía y se sentía comprendida. No estaba sola en su angustia interior.

      —En este universo sí que puede conseguir mucho. Salvará tantas vidas ahora como se perdieron entonces. No se culpe por algo de lo que no es responsable.

      Calló entonces, sorprendida y a la vez aliviada por expresar en público por primera vez lo que hacía mucho anidaba en sus pensamientos.

      Alexander la miró en silencio con rostro triste, como haciendo ver que sus palabras no quitaban ni un gramo de peso sobre sus hombros. Alice continuó.

      —Sobre la historia que me ha contado… Aquel anciano era su abuelo y usted era ese niño, ¿verdad? Que modificara su aspecto para parecer mucho mayor es como una forma de dar valor y mostrar respeto hacia aquello, hacia todos esos ancianos que no están aquí con nosotros porque fueron abandonados a su suerte.

      Alexander alzó la vista a las estrellas y suspiró.

      —Es hora de intentar cambiar el mundo.

      Se adelantó y se dirigió al estrado, donde ya todos los ojos de esta nueva tierra y de todas las demás tierras habitadas se encontraban atentos.

      ****

      —Queridos ciudadanos, hermanos todos. Habitantes de Nueva Tierra, de los lejanos sistemas y planetas a lo largo de este fecundo universo. Desde Alejandría, la gran ciudad que una vez fue referente y faro de la humanidad, os hago llegar las nuevas de nuestro futuro. No dentro de mucho, llegará la hora de volver a casa.

      Un enorme murmullo creció entre los asistentes. Posiblemente, en todos los rincones del universo, ese mismo murmullo se iría propagando conforme fuera llegando la retransmisión. Alice miró a Risco, que asintió reforzando las palabras que acababa de oír. Alexander continuó.

      —Los científicos que abandonaron el régimen que nos aprisiona llevan varios años trabajando muy duro por la libertad junto a nosotros. Con sus conocimientos y el estudio de la valiosa información que trajeron consigo, podemos afirmar que es absolutamente cierto que la Tierra, nuestro maltratado planeta, se está recuperando y será pronto habitable nuevo. Tras mi intervención, se harán visibles en las redes neuronales los datos que corroboran esta información.

      El murmullo se transformó en griterío, que chocaba de forma excitada con los esfuerzos de otros por mantener la calma y el silencio para que el discurso pudiera continuar.

      —El CdC lo sabe, pero no quiere renunciar al inmenso poder que ha amasado en todo este tiempo. De la misma manera que apagaron la realidad, ¡es hora de exigirles entre todos que la enciendan de nuevo! ¡Se acabó vivir bajo la opresión! ¡Preparemos de forma pacífica durante los próximos años la vuelta a casa! ¡Hay todo un mundo que reconstruir! ¡La Tierra nos espera!

      Los gritos de júbilo eran ya incontrolables. Alice no daba crédito, el CdC había mantenido lo contrario hasta entonces, que la tierra estaba muerta. ¿Sería cierto todo aquello? ¿Cederían ante la evidencia y el clamor popular? ¿Se acabó la guerra con los rebeldes? ¿Era el fin del sufrimiento? Y rio asombrada, sintiendo dentro de sí algo parecido a la olvidada felicidad. Alexander, en el estrado, se encaminaba hacia el final de su discurso.

       Pido a los más altos mandatarios del CdC, con el señor Klauss a la cabeza, que rompan sus cadenas sobre la población y que comiencen los preparativos para nuestra vuelta. El pueblo perdonará los errores y recibirá con júbilo ese gesto. Una vez en la Tier…

      De repente un pitido intenso cortó de raíz la retransmisión. Todo el mundo se encorvó llevándose las manos a los oídos.

      —Alice, Alice, Alice…

      Un eléctrico escalofrío recorrió la espalda de Alice al escuchar tras de sí la voz de Klauss. Automáticamente materializó el arma en su mano y se volvió para encañonar a su inesperado interlocutor. Tras ella solo estaba Risco, sorprendido, y el soldado que los había acompañado todo ese tiempo. Este habló de nuevo con la voz de Klauss.

      —Te he estado observando atentamente desde que pusiste el pie en la ciudad. Y qué gran día, Alice. Tengo en un mismo lugar al máximo líder de la Rebelión y al mayor traidor que ha dado nuestras filas. ¿Se puede pedir más?

      —Klauss, yo, yo… —Alice balbuceaba—. Puede que me veas como una traidora pero, por favor, escúchame, si los datos son correctos, nuestro hogar nos espera para ser reconstruido. Esto que nos rodea no deja de ser una ilusión, tu poder es una ilusión. Klauss, por fav…

      —¡Cállate! —el soldado continuó—: he aguantado demasiado tiempo tus dudas. Si has llegado intacta hasta el día de hoy no es por ser la mejor soldado que tengo, es que gracias a tenerte a ti tenía también a Ax, del que nunca entendí el afecto que te profesaba. Pero él ha visto y escuchado lo mismo que yo, y si antes era fiel a la causa, ahora lo es más que nunca. Ya no nos haces falta, Alice. ¿Verdad, Ax? —La voz del soldado cambió—. Alice, cómo has podido. No puedo creer lo que has hecho, tirar por tierra todo por lo que hemos luchado, todos los ideales, los principios que mantienen en pie nuestro mundo.

      —Ax, no, no, no, por favor, escúchame, no lo entiendes…

      —Adiós, Alice. —El soldado desenfundó su arma, se apuntó en la sien y apretó el gatillo. Su cabeza se deshizo en infinidad de brillantes píxeles mientras el cuerpo se desplomaba y desaparecía lentamente.

      —Un NPC, no era un avatar, todo este tiempo nos ha estado espiando un NPC. ¿Cómo he podido ser tan tonta?

      Risco movía nervioso su blaster cañón en todas direcciones esperando que la trampa se cerrara del todo sobre ellos. Alice miraba fijamente al suelo, intentando sopesar esos segundos en los que su vida había cambiado por completo. «Ax…», musitó.

      Un ruido sordo, subsónico, como cuando una bomba detona bajo el agua, los atravesó con su onda expansiva. Todos se tambalearon un momento. Alice miró la gran avenida abarrotada por miles de avatares y se horrorizó por lo que, temía, acababa de pasar.

      —¡Hay