Te regalo el fin del mundo. José María Villalobos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José María Villalobos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417649586
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de la armada? ¡Sois renegados, furtivos del SEO, traidores, eso es!

      Ella parece no escuchar. Concentrada, recorre lentamente con el escáner el cuerpo de Roy. Su atenta mirada anhela la luz verde que justifique el riesgo que están corriendo. Mientras, Risco no deja de moverse nervioso de un lado a otro del salón a la vez que mantiene su mirada clavada en la escena.

      ¡Bep!

      El escáner suelta una señal que ilumina en tonos verdosos el hasta ese momento serio semblante de Alice. La chica se gira y sonríe con los ojos bien abiertos a su compañero, que ha parado en seco su frenético bucle.

      —Es él, Risco, lloraría ahora mismo si pudiera.

      EL GRAN APAGÓN DE LA REALIDAD

      El doctor Nolan comprobó por última vez el sellado de puertas y ventanas. Las luces de neón, que respondieron tímidas a la oscuridad iluminando de forma tenue la estancia, fueron ya el único y último enlace con la realidad palpable. «Una triste despedida para toda una vida de investigación y sacrificio» pensó. Fuera, en las calles, los gritos y la muerte martilleaban casi inaudibles los muros blindados del edificio. A pesar de su edad, él había gozado de privilegio. Su capital importancia en la gestación de Nueva Génesis le había asegurado una plaza en el viaje que estaba por venir. En un proyecto que prometía una vida inédita en un universo expansivo con un tiempo indeterminado por delante, no cabía introducir ancianos entre sus filas. Las pruebas, además, habían demostrado la incapacidad de adaptación de las personas de avanzada edad a la RVP, la Realidad Virtual Permanente. Aunque la capacidad de procesamiento de Madre aseguraba, gracias a las potentes CPU individuales que suponía cada cerebro humano conectado, que la representación digital sería prácticamente idéntica a la palpable, en los experimentos previos a la desconexión general muchos sujetos habían entrado en coma a los pocos días. Era el sutil pero determinante problema de vivir en un mundo donde los rostros eran una copia sintética solo casi exacta a la real. Tampoco iniciarían el viaje los niños. Hacía ya una década que no se daban nacimientos. El ser humano quedó estéril bajo el desmedido bombardeo solar y, aunque no hubiera sido así, quién querría traer inocentes criaturas a este mundo en ruinas condenado a muerte.

      No existían dudas sobre la capacidad de adaptación del resto de la población. Hacía décadas que se vivía con naturalidad en el entorno digital. La red era el lugar en el que quedar con los amigos para charlar, comer, ver películas o escuchar música, todo ello sin salir del salón de casa, vistiendo las blancas paredes con entornos de realidad aumentada que simulaban bares, restaurantes, salas de cine y de conciertos. En el exterior, los transeúntes veían el mundo a través de lentes de contacto RA y de pantallas que miraban sin descanso. Gran idea aquella de aplicar a los celulares externos e inSkin la tecnología anticolisión de los coches autónomos.

      Estaba claro que, una vez inservible nuestro planeta, se vendería el Éxodo hacia Nueva Génesis como un salto evolutivo además de como una necesidad para la supervivencia. El Homo digitalis al encuentro de su nuevo hogar en una tierra prometida virtual diseñada a medida. No había discusión posible desde una maquinaria transmedia que se dedicó a bombardear durante años las nuevas consignas sin descanso. El proceso de cambio se aceptó con claridad… hasta que se supo que no había otra vía para mantener la vida en la Tierra, que los ancianos quedarían fuera, que los países más subdesarrollados serían excluidos, que los habitantes de esa realidad virtual deberían ceder más de la mitad de su existencia diaria para mantener en funcionamiento el nuevo universo, el nuevo orden. Para entonces ya no había vuelta atrás.

      Todos estos pensamientos desbordaban con fuerza la cabeza de un doctor Nolan ya embutido en su traje de animación virtual. La cápsula para la desconexión frente a él, el pequeño frasco con biobots en su mano… Y la mirada perdida en el doloroso pasado inmediato.

      El eco de una explosión lo hizo por fin reaccionar. Fuera, el caos seguía rugiendo. Nolan miró a su alrededor por última vez. El hogar que ya no era hogar se había tornado insoportable desde que, de formas muy diferentes, perdió a su mujer y a su hija. En una casa vacía de amor y llena de soledad irrespirable, la fragmentada foto familiar le empujaba en su tristeza a seguir adelante con el viaje. «Todavía existe una leve ilusión de recuperar esperanzas y lazos perdidos» se dijo a sí mismo mientras se llevaba a la boca el frasco e ingería el líquido hiTech. Seguidamente, se introdujo en la cápsula y dejó que esta automáticamente desplegara sus sensores. Pequeños filamentos se introdujeron por todos los orificios de su cuerpo. Nolan cerró los ojos, y dejó su mente dispuesta para atravesar el actual escenario rumbo a la que sería una nueva e incierta vida. La suya. La de todos los elegidos.

      VIDAS CRUZADAS

      Los ruidos automáticos de la gran ciudad se cuelan amortiguados en el apartamento de Roy, reptan suavemente por la acolchada alfombra y se desvanecen como un murmullo antes de alcanzar las paredes. Sentados en retrosofás alrededor de la mesa-pantalla se encuentran dos de los tres protagonistas de este tropiezo provocado. El corpulento Risco está en el dormitorio conectado externamente a la burbuja de descanso, garabateando con velocidad en el holoteclado de su menú personal. Alice, ya sin su abrigo y con el rostro descubierto delineado por su brillante pelo negro grisáceo, observa a Roy, sentado frente a ella con evidente incomodidad. El forzado anfitrión, que bulle en dudas y preguntas, es quien comienza tímidamente a hablar.

      —Cre… Creo que he sido más que educado con lo que acaba de pasar. Y bueno, tras mi impulso inicial, empiezo a pensar que me he equivocado trayéndoles hasta aquí. Reconozco que estoy algo asustado. Me gustaría invitarles a salir de mi casa, asegurarles que no voy a denunciar este asalto, aunque algo me dice que no va a servir de mucho, ¿verdad?

      —Crees bien.

      Alice lo mira en silencio con sus grandes ojos grises. Parece que lo escudriñara más allá de su forma digital, como si pudiera ver y leer el código que corre por sus venas artificiales, ahondando en la persona que está tras el avatar llamado Roy. Hacía mucho que no había mirado así a alguien. Uno olvidaba con los años que en cada avatar latía un corazón humano. Un ser vivo escondido en alguna parte de una tierra casi olvidada, conectado a este universo digital mientras sus músculos y órganos eran estimulados en un eterno éxtasis por millones de biobots, evitando así la atrofia y la muerte. A Alice aquella situación en semisuspensión le recordaba los viejos e incombustibles anuncios de teletienda, en los que un actor de tercera sonreía apretando los dientes mientras todo su cuerpo era sacudido por una cinta vibradora.

      —Supongo que saben que a esta hora debería estar conectado a la burbuja dando mi modesto poder computacional a Madre —continuó Roy—. Es cuestión de minutos que aparezcan aquí sus antiguos compañeros para ver qué pasa. Porque ustedes, aunque visten el uniforme oficial, son renegados, delincuentes, ¿verdad?

      Preso de la angustia, se incomoda aún más al articular en voz alta sus reflexiones, y empieza a pensar de forma poco disimulada cómo escapar de esa situación.

      —No hace falta que te esfuerces en salir corriendo, no es necesario, te lo aseguro —responde ella con una media sonrisa al notar su inquietud.

      —Para tu tranquilidad, no pensamos diluirte. No con lo que hemos tardado en encontrarte.

      Risco vuelve del dormitorio y se coloca junto a Alice sin sentarse.

      —Todo listo. Si nada se tuerce, tardarán al menos tres horas en darse cuenta de que nuestro querido amigo no está dejándose succionar por Madre. ¿Le has contado ya todo? No deberíamos desperdiciar ni un segundo de nuestra ventaja.

      —Iba a empezar ahora mismo, tranquilo. Y siéntate a mi lado, anda —responde Alice dando cariñosas palmaditas en el lugar libre del sofá.

      El habitual estado de alerta de Risco parece bajar unos grados por el amable ofrecimiento y, contra todo pronóstico, se acomoda junto a la chica, que comienza entonces a desvelar su propósito.

      —Roy, llevamos mucho tiempo escrutando las redes buscando anomalías, errores de diseño, bugs que pongan en