Te regalo el fin del mundo. José María Villalobos. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: José María Villalobos
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788417649586
Скачать книгу
que algún día volveríamos a la Realidad, pero desde la batalla de Alejandría sabemos que eso no ocurrirá. Las voces que se han alzado en contra han sido acalladas disolviendo sus avatares en plazas públicas, propagando el miedo y la amenaza hasta el último confín de este universo.

      —Espera, espera —interrumpe Roy cada vez más nervioso—. Entiendo lo que dices, pero ¿dónde encajo yo en todo esto? Soy un simple civil, no un soldado digital como vosotros. No duraría ni un segundo en una de esas escaramuzas de la Rebelión que he podido ver más de una vez por los informativos de los mass media. Si este es el sistema de reclutamiento que seguís habitualmente, desde luego deja bastante que desear. Soy lo más opuesto a alguien que pueda servir de ayuda en esa cruzada por mucho que comparta sus ideales.

       Comprendo tu confusión, Roy —continuó Alice—, pero escucha bien, porque lo que te voy a decir, aunque no ayudará precisamente a que se aclaren totalmente las cosas, te pone en el mismo centro del huracán. Como te comentaba, buscamos continuamente anomalías que nos ayuden a poner en jaque al sistema, y hace unos meses, de forma totalmente inesperada, dimos con una del tamaño del Cañón del Colorado. No estaba clara su procedencia ni, por supuesto, cómo había escapado a nuestros escáneres durante todo este tiempo, pero ahí estaba. Nos ha llevado todo este tiempo depurar rutas, saltar firewalls y concretar ubicación, contenido y nombre de ese programa. Y resultó que no estaba en un lugar remoto del universo sino en su mismo centro, Nueva Tierra, en N-Nueva York para ser más exactos; y que su código se hallaba mezclado con el de un avatar, de ahí lo difícil de concretar los últimos pasos. Descubrimos qué contenía: un mapa estelar que nos puede llevar hasta el interruptor que apague este universo forzando así a la humanidad a despertar de nuevo en la realidad, y conseguimos descifrar el nombre en clave del programa: Reality of Yesterday, y de ahí encontrar a su huésped… Eres tú, Roy.

      La habitación queda en silencio durante unos interminables instantes. Roy ha dejado de escuchar el eco de la ciudad, casi se diría que ha entrado en shock. De repente, antes de que pueda reponerse para empezar a hacer un millón de preguntas que tiren por tierra lo que acaba de escuchar y así devolver el orden a su anodina existencia, ocurre algo.

      —¡Comandante! ¿Me recibes? Soy Tris.

      Una voz de mujer suena distorsionada en la cabeza de Alice, que se lleva instintivamente una mano al oído.

      —¡Es una emergencia! ¿Me recibes? Soy la capitana Tris, ¿me recibes?

      Risco identifica inmediatamente el gesto de preocupación de su compañera y salta como un resorte.

      —¿Qué ocurre?

      Alice no responde mientras presta atención a su interlocutora.

      —No me preguntes cómo, pero os han detectado. Tenéis que salir de ahí. ¡Ya!

      —Risco, algo ha fallado. Solo tenemos unos minutos de ventaja. ¡Nos vamos! —grita Alice a su compañero mientras se levanta apresuradamente.

      Risco vuelve a poner a cien su nerviosismo: «¡Mierda, mierda, sabía que esto no podía salir bien!».

      Roy piensa en ese momento que es su oportunidad para librarse de esta locura que intenta poner patas arriba su vida. Al fin y al cabo, él no es un delincuente, no tiene nada que temer.

      —¡Todavía podéis desaparecer sin dejar rastro si me dejáis aquí! Sabéis que solo sería un lastre. Y prometo no decir nada, ¡de verdad!

      Alice lo mira entre condescendiente y enfadada.

      —¿Es que no has entendido nada de lo que te he dicho? ¿De verdad piensas que van a aparecer un par de eSoldiers, que simplemente te harán unas preguntas rutinarias y se despedirán con un «adiós, perdone las molestias, pase usted una buena noche»? El hecho de que te hayamos contactado ya es motivo suficiente para que toda la jodida cúpula del Imperio quiera desmenuzar línea a línea tu código buscando respuestas que no puedes dar. Vienes con nosotros, porque esas respuestas son las mismas que buscamos. Lo siento Roy, pero te acabas de convertir en el avatar más buscado de este maldito universo.

      Explosiones coordinadas convierten las ventanas y la puerta principal del apartamento en una informe polvareda de píxeles y polígonos. Por los huecos de mallas humeantes comienzan a entrar eSoldiers en tropel con una figura al frente que destaca por su uniforme plateado. Lanzan presas magnéticas a los tres avatares en mitad del salón, pero los cepos los atraviesan y caen ruidosamente al suelo.

      —¡Son hologramas especulares, señor! ¡Un señuelo!

      —¡Triangulad la zona buscando la fuente! ¡Rápido!

      Los tres fugitivos abandonan de forma apresurada el apartamento. A varias manzanas de distancia, donde se ha dado el asalto, sus imágenes reflejadas empiezan a desvanecerse. En esos breves momentos se da un fugaz intercambio de miradas entre ellos y la estilizada figura que dirige el destacamento militar. Justo antes de perderlos de vista y sin tener certeza de que la chica lo haya escuchado, el militar al mando dice con tono sereno: «Te dije que no me dejaras encontrarte, Alice. Ahora tendré que darte caza».

      MEDALLAS DE ORO

      La Torre K-Corp se alzaba majestuosa entre las nubes. Los primeros rayos de sol chocaban furibundos contra su forma de lanza, enviando una larga e irregular sombra sobre los cúmulos rosados del amanecer. La aeronave fue disminuyendo su velocidad conforme se acercaba al helipuerto que sobresalía en los últimos pisos rompiendo la estilizada figura. Los rotores se giraron lentamente para realizar el aterrizaje vertical. Su sonido fue disminuyendo poco a poco hasta que las hélices quedaron estáticas y mudas. El mismísimo Klauss, rodeado de trajeados asesores y de un fuerte cuerpo de seguridad, estaba allí para recibir a sus insignes invitados. La rampa bajó hasta tocar el suelo metálico y por ella descendieron dos figuras rabiosamente jóvenes y elegantes.

      —Bienvenidos, es todo un honor recibir a la élite de los Juegos Olímpicos Virtuales. Espero que haya sido de su agrado el viaje en mi jet privado.

      El chico y la chica se miraron de reojo, y ella tomó la iniciativa centrando sus intenciones en el efusivo anfitrión.

      —Le agradecemos su amabilidad, señor Klauss pero, para serle sincera, el mundo se ve aún peor desde las alturas. En lo que se refiere a nuestra reputación, ya solo somos el último refugio ante la desesperación. Llegará un momento en el que ni siquiera nuestros logros deportivos serán un bálsamo ante la más que evidente falta de futuro.

      Su acompañante esbozó un visible gesto de aprobación a la par que trasladaba su interés hacia Klauss buscando respuesta. Este, lejos de sentirse contradicho por los recién llegados, sonrió asintiendo. Sus invitados estaban siguiendo de forma inconsciente un guion no pactado.

      —«Peor, reputación, refugio, desesperación, logros... futuro». No ha hecho más que llegar y ya ha dicho usted en un par de frases las razones por las que les he convocado. Esta reunión las engloba a todas ellas. Y «futuro», créame, es la más importante y la que dictaminará nuestra inevitable alianza. Síganme, por favor.

      Los adolescentes acompañaron a la numerosa comitiva. Efectivos de seguridad se fueron repartiendo por los pasillos en la ruta hacia el despacho central. En la puerta de este, dos agentes se colocaron a ambos lados rifle en ristre e impasible mirada al frente.

      —Que no les asusten mis hombres, ya saben que en los últimos tiempos hemos sufrido numerosos atentados por parte de grupos ecologistas radicales. Siéntense, por favor.

      Los dos invitados se acomodaron en lujosos asientos junto a la desproporcionada mesa ovalada de la gran sala. Sus miradas no podían ocultar la impresión por aquella estancia enorme, de altos ventanales tintados y grandilocuentes techos curvados, amueblada con pinturas clásicas que contrastaban con la decoración de vanguardia. Los asesores, cual enjambre molesto, se posicionaron de pie tras Klauss, que acababa de sentarse en un sillón al mismo nivel de ostentación que el resto del despacho.

      Fue ahora el chico quien tomó la iniciativa.