Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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un “culto espiritual”, una serie de actos litúrgicos depurada ya de toda ceremonia superflua. El culto es ahora un acto de adoración y de acción de gracias significativo e iluminador, inspirado por el Espíritu Santo, la suprema garantía de autenticidad. Calvino no se refiere aquí al espíritu de la conducta carismática más agresiva, sino al Espíritu que crea un orden que sustituye al caos en el alma individual, en la Iglesia o en la sociedad.

      Debido a lo anterior la pietas, la vera religio y el cultus in Spiritu no deben ser confinados a una dimensión estrictamente existencial, sino que deben ser vistos como un llamado a la enseñanza sana, sólida, sencilla y clara, purificada por la crítica a fin de evitar cualquier error. Hacia esto se dirige el sistema teológico propuesto en la Institución.

      ¿Cuáles son sus principales componentes? El estrecho espacio del presente trabajo impide una descripción completa, pero es posible esbozar brevemente cómo su dogma y su doctrina se diferencian totalmente de la herencia luterana. Al igual que Lutero, Calvino insiste en la condición radicalmente pecaminosa de la humanidad; en Cristo como el único salvador y revelador del verdadero Dios; en la gracia que acerca la salvación sin necesidad de obras; en la fe como el único medio para recibir este don y en la Palabra de Dios que debe ser oída, atendida, estudiada y obedecida siempre. Pero el sistema calviniano se distingue en que integra todo este conjunto en un contexto determinado por una doctrina más desarrollada del Espíritu Santo, la Iglesia visible, la santificación de los justificados y la dimensión política de la existencia cristiana.

      La pneumatología está presente por todas partes. Desde la interpretación eucarística que Calvino desarrolló para el Consensus Tigurinus, el Espíritu Santo aparece como el que “une al cielo con la tierra” para hacer posible el contacto con el Cristo elevado a su gloria eterna. La humanidad del Cristo glorificado, su cuerpo y su sangre, y la totalidad de su ser encarnado, no condescienden en la Eucaristía a una nueva “humillación” como en el momento de su concepción virginal. No está “encerrado” en los elementos del pan y del vino ni atado a ellos de una manera ontológica, ya sea por “transubstanciación” como lo imaginó Tomás de Aquino o por “consubstanciación” como proponía Lutero. Es el Espíritu Santo quien propicia el encuentro entre el Cristo celestial y los participantes terrenales. Por medio de su “virtud”, Cristo se presenta a sí mismo a los fieles en su totalidad y en toda su realidad. La diferencia entre Cristo y los elementos permanece, sin ninguna confusión, en el corazón mismo de la Comunión; sin embargo, esta Comunión otorga una unión real, y no meramente simbólica, entre el Señor y aquellos que creen en él. Gracias a la misteriosa pero eficaz operación del Espíritu, hay un verdadero encuentro entre ellos.

      La pneumatología también realiza una acción determinada en el encuentro verbal, no sacramental con Cristo. Calvino insiste en que el Espíritu no es solamente el inspirador de los libros canónicos sino que también es su intérprete interior. Nadie capta el verdadero significado de un texto bíblico si no es por medio del “testimonio interior” del Espíritu divino. Ni el texto mismo ni la fe del lector son suficientes: debe haber una correlación entre el texto, la fe y el Espíritu mediador.

      Pero, ¿es esto suficiente para asegurarse de que la Biblia será bien interpretada? Y si es así, ¿los anabaptistas y espiritualistas lo practicaron incorrectamente y por eso llegaron a conclusiones contradictorias y fantásticas? El sistema calviniano responde negativamente: la Biblia debe ser leída e interpretada en la Iglesia, en la comunidad de creyentes reunidos en el nombre de Cristo y bajo la dirección del Espíritu. El individualismo es inconcebible. Compartir los carismas es un elemento esencial del ser cristiano. Los creyentes son cristianos verdaderos solamente si operan en un espíritu de apoyo mutuo y cooperación a través de una cadena de asambleas, colegios y concilios. El cristianismo es esencialmente sinódico. De modo que esta naturaleza se pierde si la jerarquía se dispersa entre los cristianos o si se cae en la anarquía. Por otra parte, una comunidad se edifica únicamente cuando escucha la Palabra de Dios y se deja guiar por el Espíritu Santo; así descubre en su voz el llamado del Señor. Tal congregación buscará con certidumbre no tanto la visibilidad de la Iglesia al estilo del papado, sino que más bien preferirá la existencia “invisible”, tal como Dios ve a sus elegidos, a quienes llama “en secreto”.

      Pero la Iglesia verdadera debe tener otra forma de verificar su visibilidad; Calvino insistió especialmente en eso luego de su estancia en Estrasburgo. La Iglesia deberá brillar con la antorcha del testimonio evangélico, cuyos primeros portadores serán los ministros, “órganos” del Espíritu, apartados para servir en la predicación, los sacramentos y en la administración de la disciplina, todo lo cual responderá a las necesidades del momento. Las instituciones del pueblo de Dios tendrán el valor de media salutis (medios de salvación). Aunque a ellas la Iglesia las manifiesta en su papel de madre (una idea que Calvino tomó de Cipriano), cuidando y estimulando a los hijos de Dios, actuando como un maestro iluminado, para convertirlos en “sobrios discípulos” de la Palabra. El modelo de esa eclesiología, con su balance implícito entre clero y laicos, se halla en la Iglesia de los Padres de los primeros cinco siglos; pero su fundamento más profundo lo encuentra en la existencia de la gran fraternidad de los elegidos, que procede, según Calvino, de la predestinación eterna de Dios.

      Mucha gente en la actualidad asocia la doctrina calvinista de la predestinación con el Dios arbitrario y terrorífico, que de antemano ha salvado a unos y condenado a otros. Ésta no fue la intención de Calvino. Más bien me parece que su intención fue conectar el origen temporal de la Iglesia con el designio soberano de Dios. La Iglesia no se vería, entonces, como producto de alguna evolución en la historia religiosa de la humanidad, sino como creación del Todopoderoso. Mientras sólo Dios puede transformar a los pecadores corruptos en sus hijos, sólo quien recibe gratuitamente este don de la libre adopción es hijo de Dios. Esta filiación es de carácter sobrenatural y descansa exclusivamente sobre la elección: no puede ser medida ni comprada. Tal creencia en una elección eterna, providente, constitutiva de la Iglesia de Dios en un mundo que frecuentemente la rechaza, es un concepto que implica la existencia de un conjunto de no-elegidos. De lo contrario, la elección no sería una acción real ni un acto soberano, libre de coacción o necesidad. Pero ésa es apenas la base teórica; en la práctica, Calvino rechazó considerar como reprobados a personas o grupos. A quienes preguntaban si eran elegidos les contestaba indicándoles las señales precisas que podrían asegurarles la salvación. Con todo, él no ofreció criterios universales para juzgar acerca de la reprobación divina. Aun los excomulgados tenían el derecho de un indicium caritatis (reglas para practicar la caridad) para ser considerados capaces de convertirse si Dios les otorgaba la gracia. Desde el punto de vista pastoral, la predestinación calvinista pierde mucho de su carácter puramente negativo, terrorífico, inhumano o determinista y llega a ser susceptible de una interpretación en el marco de la comprensión de la Iglesia.

      Todo esto es posible porque el sistema dogmático de Calvino le da un lugar muy importante a la santificación de los justificados. El acto por el cual Dios justifica, realizado una sola vez, no es suficiente. Es comprensible sólo si, como señala Pablo, se reconoce como principio de un proceso por medio del cual el pecador justificado es conducido por el Espíritu Santo, y es éste quien le ayuda a seguir el camino, a crecer, a buscar las cosas de arriba, y a mostrar los frutos de la metanoia (arrepentimiento), y a ser renovado continuamente. La meta de este proceso es la restauración de la imagen de Dios en cada persona justificada. Esto sugiere que el principio de “progreso” puede ser establecido teológicamente. Los hombres y las mujeres existen históricamente y sólo se realizan a sí mismos poco a poco. Vivir con la ayuda de la gracia que elige y llama, en la ocupación que se tenga, sagrada o profana, es lo que hace posible y agradable sintonizar con el juicio divino. La fe que justifica sin obras produce buenas obras y se expresa por medio de ellas. Es en la santidad de la persona santificada que sus obras alcanzan valor.

      El sistema dogmático calviniano no se detuvo en la Iglesia. Calvino se ocupó también del gobierno civil. Mientras la humanidad se encuentre en el mundo terrenal, necesita organizarse en comunidades políticas. Es voluntad de Dios, dado que eso hace posible la realización de su proyecto de preparar a los hombres y mujeres en una cultura y una justicia que los reúna y los capacite para el Reino eterno. Las diferentes formas de la