Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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espíritu bastante distinto guió al reformador en las controversias que se dieron entre las iglesias de la Reforma acerca de la doctrina de la Cena del Señor. En este campo de batalla se mostró menos defensivo y más creativo, así como más deseoso de alcanzar la paz. Hay dos casos en que esto se puede percibir con claridad: el Sínodo de Berna en 1537, antes de que Calvino se estableciera en Ginebra y el Consensus Tigurinus, firmado en 1549.

      La reunión de Berna tenía como propósito revisar la doctrina de la Santa Cena desarrollada por Bucero, con el fin de establecer si no había ido demasiado lejos, en la opinión de las iglesias suizas, en las concesiones hechas a Lutero. La discusión alcanzó una conclusión satisfactoria después de la Confesión de Fe, la cual Calvino redactó especialmente para esa ocasión. Desde esa época dio muestras de una consumada habilidad para encontrar el término medio que fuera más allá del simple compromiso. Esto se apreciaba más por su inteligencia creativa que por su diplomacia teológica, cosa que lo llevó a desarrollar la tesis de la presencia espiritual de Cristo en la Santa Cena. Entre las dos posiciones extremas —la luterana, que caía en una confusión similar a la de los escolásticos; y la zwingliana, que cedía a las exigencias del pensamiento racionalista hasta llegar a un mero simbolismo— Calvino propuso una interpretación orientada completamente hacia la operación del Espíritu Santo, la cual era descrita como el vehículo del Señor celestial en su deseo de comunicarse plenamente a los creyentes. Los teólogos actuales, si son objetivos, deben reconocer que Calvino tuvo el talento suficiente para rastrear una doctrina fuertemente atestiguada por los Padres occidentales y de conformidad con las tradiciones paulina y juanina. Este resultado es mucho más significativo que la simple defensa de Bucero.

      El papel que jugó la pneumatología de Calvino en el Acuerdo de Zúrich de 1549 nos encamina a cuestiones más específicas de la Institución. Pero antes de llegar a eso, debemos señalar brevemente los episodios más significativos al final de la vida del reformador. El Consenso de 1549 no trajo la paz entre las iglesias que habían surgido de la Reforma. Todo lo contrario: reforzó las divisiones entre luteranos ortodoxos como Joachim Westphal o Tilemann Hesshusen y los suizos que habían aprendido a incorporar parte del legado de Zwinglio en su doctrina sacramental —una doctrina a la cual Bucero, Bullinger y Calvino habían enriquecido sin llegar a desaparecerla. Como resultado, Calvino se convirtió en el vocero de los reformados a largo plazo. Al mismo tiempo, continuó en tareas de consolidación y construcción. Se relacionó epistolarmente con personas notables, entre las que destaca el rey de Polonia y el Duque de Somerset, protector del joven rey de Inglaterra. Calvino anhelaba ganar a estos países para la causa de la Reforma. Además, a través de cartas genuinamente pastorales, apoyó a los reformados franceses cuyas pequeñas congregaciones frecuentemente crecían a costa de un gran heroísmo.

      La apertura de la Academia de Ginebra en 1559 fue un acontecimiento decisivo en el fortalecimiento e internacionalización del movimiento reformado. Calvino consultó a Johannes Sturm, el eminente educador de Estrasburgo, y obtuvo inspiración de las Leges Scolae Lausannensis. Luego llevó consigo a los mejores maestros: Antoine Chevalier, François Bérauld, Jean Tagaur, Jean Randon y Teodoro de Beza. Esta alma mater, que era una schola privata que ofrecía educación elemental a los niños y una schola publica de artes liberales, lenguas bíblicas y teología, aseguró la continuidad en la formación de sus estudiantes. Su biblioteca demostraba un deseo de hacer accesible, tanto el pensamiento antiguo, como a los escritores modernos sobre filosofía y teología, incluyendo católicos y protestantes: Tomás de Aquino, Cayetano, Catharinus, Pighi, Erasmo, Lefèvre d’Etaples, Vatable, Bude, Bembo, Sadoleto. La influencia de esta escuela fue amplísima. Muchos futuros pastores franceses egresaron de ella, igual que otros abanderados de la Reforma, como el alemán Gaspar Oleviano (co-autor del Catecismo de Heidelberg) y el escocés John Knox, e incluso organizadores de la Reforma en Holanda, como es el caso de Philip Marnix de St. Aldegonde. La Academia contribuyó notablemente en la consolidación del prestigio de Ginebra como “ciudad madre” de las iglesias reformadas de Europa, y también, indirectamente, del Nuevo Mundo. De este modo, la Iglesia Reformada se hizo internacional en su carácter, en mayor medida que la luterana. Fue ayudada en esto por la actividad de famosos editores e impresores: Henri y Robert Estienne, Jean Crespin, Conrad Badius, Jean Rivery.

      Calvino, un eclesiástico que nunca recibió la ordenación, permaneció como un gran predicador y teólogo, marchando a la cabeza de una nueva civilización, y como un intelectual poseído por una fe a la vez cristocéntrica y eclesial. Infatigable, a pesar de su salud quebrantada, se exigió demasiado para cumplir con la enorme tarea que se había impuesto. Murió el 27 de mayo de 1564, a la edad de 55 años. Por su propia voluntad fue sepultado en una tumba sin nombre: el profeta de la gloria de Dios no deseaba ser glorificado en la tierra.

      VIII. El sistema calviniano

      Un aspecto importante de la herencia calviniana y un factor decisivo en su efectividad dentro y fuera de la Iglesia, radica en la naturaleza sistemática de su teología. Lo esencial de ella puede hallarse en la estructura de la Institución. Sus contradicciones son más bien raras y en su mayor parte, secundarias. La última edición de esta obra (1559), a la cual su autor concebía como un compendio de doctrina, está presentada sintéticamente. Es el fruto de una larga evolución durante la cual Calvino aprendió a integrar todo lo que había adquirido a través de numerosas controversias. Lutero, el profeta, nunca fue capaz, aunque lo deseaba, de darle a su pensamiento una formulación escolástica. Melanchton también se lo propuso, pero a costa de dejarse dominar por las categorías aristotélicas. En contraste, Calvino ideó su sistema de una manera mucho más concreta: con la Biblia y los Padres por un lado, y los problemas prácticos de la vida de fe por el otro, reflejó, comparó, confrontó, argumentó y propuso soluciones. Actuó como un mediador entre sus contemporáneos y una tradición cuya norma estaba dada por la Biblia, la cual había sido interpretada por una juiciosa lectura de los “antiguos”: Tertuliano, Cipriano, Agustín, Juan Crisóstomo, los Capadocios. Los argumentos de los Padres tienen un lugar más importante para Calvino que para Lutero, porque se esforzó grandemente en apuntalar sus conclusiones. Ciertamente aquí como en otras áreas de la argumentación Calvino efectúa una clara opción hermenéutica la cual determina la elección de sus testigos, y ninguno de ellos, incluso el “más profundo”, Agustín, o el mejor exegeta, Crisóstomo, es considerado sin pasar por el filtro de la crítica. Todos son sometidos al juicio de la Palabra, encarnada en Jesucristo, tal como Calvino la entendía. Los testigos son probados y legitimados a la luz de este criterio de criterios, y luego de ello pueden contribuir a la doctrina, la cual debe ser fiel a las normas originales, y también pertinente para las necesidades de los tiempos.

      Lo fascinante de este sistema es el encuentro entre el pasado recordado y el presente vivido. Esto último se condensa, después de la primera edición, en tres postulados: pietas, vera religio y spiritualis cultus (piedad, religión verdadera y culto espiritual). Pietas es el termino humanista para la fe que conduce a la confianza. Los piadosos son aquellos creyentes que adoptan la única disposición interior hacia Dios que corresponda a su divinidad. Esta disposición es filial, no servil como la de los que están “bajo el papado”, y que se dan a sí mismos una religiosidad calculadora y supersticiosa. Regresar a la pietas era un proyecto de la Reforma. Esta “reverencia hacia Dios nos une con su amor en vista de los beneficios puntualmente recibidos de su mano”, y debe ser solicitada y fomentada por todos los medios disponibles, escribía Calvino en 1559.

      El conocimiento de Dios, la reverencia y el amor hacia él, son los tres elementos que necesariamente llevan a cabo la vera religio, la realización ética de la pietas. Una vez que alguien ha conocido a Dios como realmente es —es decir, no con la búsqueda de buenas obras para su satisfacción, sino como un Padre misericordioso— el impulso de amor que lo lleva hacia él es controlado por la seriedad de la reverencia. El hombre y la mujer piadosos, que creen en Dios por su amor, asumen la obligación para observar, al mismo tiempo, los mandamientos divinos y para conducirse dentro de los límites que aquellos determinan. Así que la religio no tiene nada en común con el delirio o el entusiasmo de los que han “visto la luz”, ni con el aislamiento del alma individual, porque los pii (piadosos) se adhieren espontáneamente a la comunidad de la Iglesia. El término