En medio de este ambiente, el gobierno tomó la iniciativa, y el 25 de octubre de 1844 propuso que mientras se consolidaban las ideas sobre la instalación de un banco, se le autorizara para otorgar créditos hipotecarios al ocho por ciento de interés con los 500 mil pesos de superávit fiscal de ese año. Esta moción recibió el decidido apoyo del diario El Progreso, aunque también sufrió fuertes críticas, especialmente de parte de El Mercurio y del diputado Toro. El 15 de enero de 1845 el Congreso aprobó dicho proyecto. Paralelamente el gobierno nombró una comisión para que estudiara la conveniencia de establecer un banco nacional. El 1 de julio de dicho año la comisión presentó un proyecto para establecer un banco del Estado y un reglamento que organizaba su funcionamiento. Con todo, la iniciativa no prosperó por la fuerte oposición a la idea de un banco estatal, a lo que se sumó el cambio de gabinete al iniciarse el segundo gobierno de Bulnes, que trajo consigo ideas diferentes sobre la materia. Las nuevas autoridades se mostraron partidarias de entregar esa actividad al sector privado. De hecho, el gobierno realizó gestiones en Londres, París y Washington para la instalación en el país de un banco privado con capitales extranjeros. Pese al fracaso de dichas gestiones, insistió en la conveniencia de los bancos privados frente a los estatales, argumentando que estos últimos generarían una amplia resistencia en sectores importantes de la sociedad y que las instituciones privadas podrían aportar los conocimientos sobre el funcionamiento del sistema bancario que tanto necesitaba el país840.
EL BANCO DE ANTONIO ARCOS
En esa coyuntura, Antonio Arcos se presentó con un proyecto para establecer un banco privilegiado en el país. Arcos, quien ya había estado vinculado a las gestiones que en Londres realizó Mariano Egaña para fundar un banco, había retornado a Chile a fines de 1848. En Francia había amasado una considerable fortuna gracias a negocios bancarios y, una vez instalado en Chile, el ministro Manuel Camilo Vial acogió sus ideas. Según el proyecto de Arcos, el banco poseería un capital de tres millones de pesos, divididos en 30 mil acciones de cien pesos cada una. Arcos aportaría un millón de pesos, lo que le permitiría disponer de 10 mil acciones. El Estado también participaría con una suma similar y se consultarían 10 mil acciones para su adquisición por el público. El banco gozaría de privilegio exclusivo por 20 años. Sus billetes serían considerados moneda corriente y su emisión no podría exceder el triple del dinero en caja. Otorgaría crédito con un interés de seis por ciento anual, tasa inferior a la usual en la época, y estaría administrado por un gerente, puesto que sería desempeñado durante 10 años por el propio Arcos841.
Antes de que esta idea pudiera hacerse realidad, se produjo un cambio de gabinete. Vial fue sustituido por José Joaquín Pérez en la cartera de Interior y Antonio García Reyes en Hacienda. El nuevo ministro negó validez a las negociaciones anteriores y consideró inaceptable constituir un banco con las condiciones propuestas por Arcos. Ante el rechazo del proyecto, Arcos lo modificó y propuso la creación de un banco privado, denominado Banco de Chile de Arcos y Cía. Su capital sería de dos millones de pesos, dividido en 20 mil acciones de cien pesos, la mitad de las cuales serían de Arcos y la otra estaría a disposición del público. El banco realizaría las operaciones de cambio, depósito y descuento, además de emitir billetes convertibles. Estos últimos estarían garantizados por una fianza de 100 mil pesos depositados en la Tesorería General. El gobierno, en julio de 1849, autorizó a Antonio Arcos para fundar un banco según las condiciones indicadas. Sin embargo, basándose en normas de las Leyes de Indias aún vigentes, se rechazó la posibilidad de que los billetes de banco fueran recibidos en las oficinas y tesorerías fiscales842.
El Banco de Chile de Arcos y Cía. inició sus operaciones en octubre de 1849, en un local situado en la plazuela de la Moneda. Apenas comenzó a andar, se generó un gran movimiento en contra de la nueva institución, encabezado por los comerciantes de Valparaíso. Estos, en dos presentaciones hechas al gobierno, sostuvieron que los billetes del banco eran ilegales, que perjudicaban al comercio, creaban desconfianza y generarían crisis y bancarrotas recurrentes. Terminaban solicitando al ministro de Hacienda que recabara un pronunciamiento de la Corte Suprema sobre la inadmisibilidad de los billetes, pues la legislación vigente no autorizaba vales que fuesen a la orden ni billetes al portador. El 23 de octubre de 1849 el máximo tribunal dio la razón a los comerciantes. Pese a los intentos de modificar la situación, los hechos siguieron siendo adversos para Arcos. El 27 de noviembre la Corte Suprema volvió a pronunciarse contra el banco, al señalar que este no había rendido fianza competente, pues los 100 mil pesos depositados en tesorería no podían reemplazar la responsabilidad de los fiadores: estos debían quedar obligados con todos sus bienes. La tenaz campaña en contra del banco afectó seriamente su desarrollo. Así, el 31 de marzo de 1850, al cerrarse el plazo para suscribir acciones, no se había presentado ningún interesado. El gobierno, influido por la presión de los comerciantes y el dictamen de la Corte Suprema, le prohibió al banco la emisión de billetes por decreto el 17 de abril de 1850. Arcos solicitó la devolución de la fianza de 100 mil pesos depositada en tesorería. Sin embargo, esta petición fue rechazada por el gobierno, por estimar que no cubría la emisión de billetes sino el funcionamiento del banco como tal. Ante esta situación, Arcos optó por poner término al proyecto en abril de 1850843.
En el fracaso de la iniciativa de Arcos influyeron varios factores. Uno de ellos fue la mala reputación del propio Arcos, por su vinculación a oscuros negocios durante el gobierno de O’Higgins. También la circulación de billetes inquietaba a muchas personas, que temían que esos instrumentos se prestaran para fraudes y perjuicios de los tenedores. Tales opiniones eran emitidas teniendo a la vista los problemas que en ese momento afectaban a varios bancos de los Estados Unidos. Sin embargo, uno de los factores más determinantes en el fracaso de esta empresa fue la tenaz oposición que encontró entre los comerciantes de Valparaíso. Estos veían en la facultad del banco de emitir billetes una amenaza grave para el desarrollo del comercio y la estabilidad económica. En su opinión, la circulación de billetes abría la puerta a quiebras y crisis económicas, afectando la confianza que en su opinión habría reinado en las operaciones mercantiles del país. Más específicamente, señalaban que el incremento de los billetes obligaría al comercio a restringir el crédito, ante el temor de una quiebra del banco. Sin embargo, una de las principales razones de fondo, que no fue esgrimida en sus representaciones, fue que el banco de Arcos podía transformarse en una peligrosa competencia para el control cuasi monopólico que el comercio de Valparaíso tenía del pequeño mercado financiero chileno844.
LA LEY MONETARIA DE 1851 Y LA SITUACIÓN MONETARIA EN LA DéCADA DE 1850
En medio de estas polémicas, persistían los problemas derivados de la escasez de circulante. Esta se debía a la reducida acuñación realizada por la Casa de Moneda, al permanente déficit de las balanzas comercial y de pagos, y a la sobrevaloración del oro frente a la plata en relación al mercado europeo. Con el fin de superar esta situación, el gobierno dictó una nueva ley monetaria el 9 de enero de 1851. Sin embargo, la nueva relación entre los metales se fijó, una vez más, partiendo del principio de que el oro debía ser premiado. Por lo demás, a la hora de buscar un acercamiento entre el valor oficial y el comercial,